La
Doctrina Bolivariana es la concepción desarrollada por el Libertador
Simón Bolívar sobre los asuntos fundamentales de la independencia
latinoamericana, la creación de una nueva sociedad basada en la
igualdad “establecida y practicada”, el surgimiento de gobiernos
garantes del bien común, y la unión de las repúblicas hermanas en
historia, para alcanzar el Equilibrio del Universo como sistema de
convivencia, paz y cooperación internacional.
El
bolivarismo o bolivarianismo es un cuerpo doctrinario para la
emancipación antiimperialista de los pueblos, para el ejercicio de
una democracia con justicia social, para la búsqueda de la paz
internacional como premisa de un mundo en equilibrio, viable y
sostenible, y otras reivindicaciones humanas de absoluta actualidad,
como la protección del ecosistema y el acceso a una educación
popular como vía democratizadora del conocimiento y –por ende- de
la sociedad.
El
pensamiento de Bolívar conforma un sistema coherente en ámbitos
ético-filosóficos, socio-políticos, socioeconómicos, militares y
geopolíticos, que no sólo constituyeron aportes teóricos novedosos
en su tiempo, sino que tuvieron un alto impacto en la transformación
radical de las condiciones de existencia de nuestra región y del
mundo, donde el propio Libertador fue militante y protagonista de la
puesta en práctica de su proyecto programático.
Sus
ideas marcaron pauta de algo nuevo que debía surgir en contraste con
un orden establecido que se suponía inconmovible; y aún en las
lejanías del tiempo que lo trascendió, sus elaboraciones son fuente
de causas pendientes por realizarse. Hay tres componentes esenciales
de la Doctrina Bolivariana: anticolonialismo, igualdad social, y
construcción de repúblicas democráticas. Tales son sus grandes
preocupaciones, presentes en sus reflexiones políticas, sus
principales documentos (manifiestos, proclamas), y en el diálogo
epistemológico que mantuvo en su abundante correspondencia.
Estos
tres contenidos de la Doctrina Bolivariana, transversales a toda su
obra teórica y práctica, le otorgan una vigencia sorprendente, al
punto que -no es exagerado decirlo- todos los movimientos
revolucionarios del continente en los siglos XIX, XX y XXI, han
manifestado adhesión al bolivarismo como fuente de su pensamiento
político.
La
Carta de Jamaica define el carácter de la lucha transformadora que
propone El Libertador: “el distintivo de las guerras civiles
formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y
reformadores”. En palabras de Augusto Mijares: “Para Bolívar
aquella contienda era “una guerra civil”, pero no por el hecho
anecdótico y circunstancial de que había españoles en las filas
republicanas y criollos bajo las banderas realistas, sino porque
aquella guerra no era sino un episodio de la lucha mundial entre
progresistas y conservadores”.
Aparte
del valor universal que estas afirmaciones le daban a la guerra de
independencia, ellas llevaban implícita esta otra característica
que El Libertador tendría siempre a la vista en su actuación como
político: que aquella lucha no debía tener como único objetivo la
separación de España; que era una verdadera revolución, un punto
de partida para organizar bajo nuevas formas progresistas los Estados
que surgirían de aquel enfrentamiento mundial, y, más importante
aún, debía surgir una nueva sociedad, caracterizada en lo nacional
por la “igualdad establecida y practicada”, y en lo internacional
por el “Equilibrio del Universo”. De esa profunda convicción
nace el carácter de reformador social que asume El Libertador, por
eso su maestro Simón Rodríguez (testigo de aquella actitud que
animó como su mentor desde la niñez) exclamaba entusiasmado: “Hoy
se piensa, como nunca se había pensado, se oyen cosas, que nunca se
habían oído, se escribe, como nunca se había escrito, y esto va
formando opinión en favor de una reforma, que nunca se había
intentado, la de la sociedad”.
Una
reforma profunda de toda la sociedad, tan radical y original que
nunca se había intentado, era la revolución propuesta por Bolívar.
Algunos,
han dicho que no se puede hablar de una Doctrina Bolivariana porque
El Libertador “no escribió libros”; qué pena que coincidan con
lo más recalcitrante del conservadurismo historiográfico. La
especie según la cual no existe una Doctrina Bolivariana, no es solo
una opinión aparentemente técnica, que discurre sobre parajes
metodológicos o de forma, es un poco más que eso: un arma afilada
que ataca, con el gran poder de las transnacionales, la construcción
contemporánea del bolivarianismo como pensamiento emancipador; vale
decir, se enfila contra la vigencia del partido bolivariano.
En
el caso venezolano, la tesis en cuestión tiene en la mira una presa
muy codiciada por neoliberales y cipayos: la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela. Ya ha asomado el sumo pontífice
de la “historia oficial” Guillermo Morón, que la Carta Magna de
1999 parte de un “vacío” que la hace nula, cual es, nada más y
nada menos que el Artículo 1º: “La República Bolivariana de
Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su
patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz
internacional en la Doctrina de Simón Bolívar, el Libertador”.
Morón,
simulándose del bando bolivariano, destila su antibolivarianismo en
un alarde de omnisciencia y supuesta neutralidad política, propios
de la jaula de mármoles donde la derecha ideológica mantuvo reo al
Libertador desde tiempos de Páez, truncándole su vigencia para la
comprensión de la realidad de nuestros pueblos, y –sobretodo- para
la lucha por la liberación nacional y la reforma social. Según este
historiador, “ese Héroe ilustrado no se dedicó a formular una
doctrina, una filosofía…no era escritor, no era filósofo”; y
remata manipulando el título del libro de Manuel Pérez Vila “El
Legado de Bolívar”, para justificar su versión negadora de la
existencia de la Doctrina Bolivariana. Digo literalmente que Morón
manipula, porque él concluye que existe un “Legado. No doctrina”,
y en ninguna parte del texto de Pérez Vila aparece siquiera una
insinuación similar; al contrario, los comentarios de Pérez Vila en
el prólogo a su compilación, contradicen la posición de quienes
pretenden esquilmarle al Libertador sus aportaciones: “El estudio y
la reflexión avalan y sustentan su visión profética…dicta
también muchos decretos orientados hacia la Reforma Social, a fin de
proteger al indígena, defender los recursos naturales renovables,
fomentar y extender la educación, organizando escuelas y
universidades, abrir caminos, desarrollar la agricultura y el
comercio: en una palabra impulsar el progreso, que era el objetivo
principal de su acción; pues la guerra no había sido sino un medio
de lograr la independencia para iniciar después la verdadera
revolución”.
La
Doctrina Bolivariana la constatamos en un cuerpo programático
coherente que devela las verdades más recónditas de un momento
histórico concreto, la Colonia; en un espacio geopolítico
determinado, Nuestra América; y que no se conforma con explicarlas a
la luz del pensamiento y la ciencia más avanzada, sino que procede a
la acción revolucionaria para transformarla radicalmente. Esta
Doctrina, cuyos ejes fundamentales son el
anticolonialismo-antiimperialismo, la igualdad social y la democracia
republicana, está contenida en la prolija discusión escrita que
dejó Bolívar, y sobre todo, en sus hechuras puntuales y aún
aquellos objetivos planteados que no se llegaron a realizar.
Entre
las temáticas revisadas en la reflexión bolivariana, encontramos
una permanente preocupación por lo que hoy llamamos el buen
gobierno; por un lado se manifiesta la angustia del modelo
burocrático que debería adoptarse por las nuevas repúblicas,
mientras se enuncian las áreas más sensibles a acometer, como la
educación pública, la salud, el uso de los recursos naturales, la
administración de justicia, el cuerpo de leyes, la arquitectura
jurídica de la República, la infraestructura de servicios, las
comunicaciones, las relaciones internacionales, los derechos humanos.
Pero
aún encontramos en el pensamiento de Simón Bolívar, la invitación
constante a la elevación del ser humano a estadios superiores de
humanidad; las virtudes ciudadanas tienen un lugar privilegiado en su
acervo, mientras rechaza el oscurantismo religioso que aparta a los
pueblos, bajo el chantaje de mitos alienantes, de los bienes sociales
y culturales más preciados: la libertad, la ciencia, el arte.
Decimos con Guadarrama que “su misión emancipatoria no se limitó
a derrumbar los poderes políticos que subyugaban al hombre
latinoamericano, sino también otros pseudopoderes que han enajenado
al hombre cuando éste no posee los instrumentos adecuados para
destruirlos”.
Las
burguesías no le perdonan al Libertador que haya renunciado a ser
uno de ellos, que propusiera la devolución de sus territorios a los
pueblos indígenas y la abolición de la esclavitud, liberando él
mismo a sus esclavos. Menos aún que haya denunciado tempranamente el
carácter imperialista del sistema impuesto a sangre y fuego en los
Estados Unidos: “que parecen destinados por la providencia a plagar
la América de miserias en nombre de la libertad”. (Carta a
Patricio Campbell, Guayaquil el 5 de agosto de 1829)
Manuel
Vicente Magallanes considera a Bolívar un “demócrata liberal”,
con una filosofía política basada en la “libertad individual,
soberanía popular e igualdad social”. La idea de revolución no se
limitaba a la separación de España y obtención de autonomía;
también abarcaba “la independencia económica, social, jurídica,
histórica y hasta espiritual de los pueblos de América”.
Bolívar
no sólo estudió, comprendió y asimiló el pensamiento de la
ilustración a la luz de la realidad hispanoamericana que le tocó
vivir, sino que además, logró desarrollarlo como filosofía de la
praxis revolucionaria en su tiempo; es un hecho consumado
históricamente, que su aprehensión de la filosofía política
sirvió para interpretar la sociedad, y también para transformarla.
He allí su carácter revolucionario.
Esta
Doctrina, forjada con una vida consagrada a materializarla, modifica
realidades físicas y etéreas. Cambia mapas, desplaza límites, crea
nuevas geografías, modifica el plano geopolítico a cada paso. A la
vez, destroza dogmas, revoluciona opiniones establecidas, inaugura
paradigmas, porque nunca ese pensamiento emancipador, “se dejó
arrastrar por filantropías abstractas ni filosofías estériles”.
Bolívar
apela a su método muy particular, que a nuestro modo de ver, es un
método científico útil y –por tanto- vigente. Comienza por un
brillante ejercicio de memoria histórica, con el reconocimiento a
los aportes teóricos y experiencias anteriores, siempre destacando
las luchas orientadas por el logro de la justicia, la igualdad y la
libertad; sumando un amplio examen de la realidad internacional, un
manejo adecuado de las categorías socioeconómicas y su reflejo en
las estadísticas bien utilizadas como instrumento válido de
medición y análisis.
Señala
a la “Opinión”, aquellas ideas dominantes que orientaban un
comportamiento social sumiso a la opresión colonial, eso que él
llama el “hábito de la obediencia”, el apego forzado por “el
imperio de la dominación”, equivalente al concepto de alienación.
Basado en un gran conocimiento del espacio-tiempo, reporta un censo
continental de población y de luchas, y va configurando la victoria
de sus ideales, en razón de esa labor “desalienadora” que la
misma causa venía sembrando en los pueblos: “el velo se ha
rasgado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las
tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros
enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.
Acosta
Saignes dice que “Bolívar se hizo Libertador en medio del pueblo
en combate. De la realidad vivida obtuvo las inspiraciones de su obra
en cotejo permanente con la lectura de los creadores de la Revolución
Francesa y con su erudición sobre los clásicos universales”.
Coincidimos
con Alfonso Rumazo, al afirmar que: “Cuando se estudia el
pensamiento y la obra de los demás libertadores de América, se
encuentra que Bolívar aparece como un pensador solitario, aislado;
ninguno se le acerca en ilustración, fijeza de conceptos, altura de
ideales y poder penetrante de captación de las normas de gobierno,
de las de la sociología, la moral o las lecciones de la filosofía y
la historia”.
“Tuvo
el Libertador un concepto lato de revolución” (Brito Figueroa),
porque para él ésta comprendía no sólo conquistar la autonomía
política respecto a la metrópoli colonial, sino también “la
independencia económica, social, jurídica, histórica y hasta
espiritual de los pueblos de América”.
Soy
convencido de la existencia de una Doctrina Bolivariana que con
sorprendente vigencia nos llama a continuar aquella gesta inconclusa.
El
método científico de Bolívar
Ejercicio
intenso y permanente de memoria histórica (“que la historia nos
sirva de guía en esta carrera”), análisis del entorno
internacional, valoración de las enseñanzas de otras experiencias,
estudio de los autores influyentes de su época y de los clásicos,
debate constante con los comunes y contradictores, he allí partes
claves del método aplicado por El Libertador en toda su obra,
cargada de análisis situacional, visualización de escenarios y
predicción.
Las
conclusiones bolivarianas de la guerra justa como única forma de
alcanzar el salto sociopolítico necesario históricamente
(Independencia) y de la unidad como acto consciente que garantizara
esos objetivos emancipatorios, son el resultado de un análisis
científico de la realidad. “Yo me aventuro a examinar esta
cuestión, aplicando reglas diferentes, deducidas de los
conocimientos positivos y de la experiencia que nos ha suministrado
el curso de nuestra revolución”, nos decía Simón Bolívar en un
artículo escrito en 1815 para la Gaceta Real de Jamaica.
En
Angostura se cuestiona: “¿Queréis conocer los autores de los
acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de
España, de América, de Venezuela: examinad las leyes de Indias, el
régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y
del dominio extranjero: observad los primeros actos del Gobierno
Republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter
nacional”. Busca así descubrir un método para descifrar los
fenómenos sociopolíticos en términos históricos.
“La
historia, que enseña todas las cosas, ofrece maravillosos ejemplos”,
le dice al obispo de Popayán el 10 de junio de 1822. Y al recomendar
en 1825 desde el Perú un método de enseñanza para su sobrino
Fernando Peñalver, apuntó: “La historia, a semejanza de los
idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea, para ir
remontando por grados hasta llegar a los tiempos oscuros de la
fábula”.
Bolívar
es un hombre de su época, plenamente ubicado en su mundo, su tiempo
y sus circunstancias. ¿Que es capaz de pronosticar, predecir o
anunciar devenires históricos de su realidad existencial? Si, por
supuesto que lo es, y con precisión sorprendente. ¿Por qué? Porque
además de estar imbricado medularmente con los fenómenos que lo
ocupan, con los que vibra intensamente, a los que dedica sus energías
fundamentales de vida, los que observa desde el mero ojo del huracán,
no lo hace desprovisto de herramientas filosóficas y científicas,
todo lo contrario; Bolívar analiza las contradicciones de su tiempo,
asido a un método original, el que le permite descubrir el ADN de la
opresión y plantear la antítesis revolucionaria que conlleva la
lucha de contrarios y la síntesis desencadenante de las
transformaciones.
Valdés
Vivó no vacila en afirmar que Bolívar aplicó el materialismo
histórico antes de su formulación formal por Marx y Engels.
Simón
Bolívar se planta sobre la contradicción fundamental de su tiempo:
colonialismo contra autodeterminación. Él mismo caracteriza ese
sistema colonial desde su exilio en Jamaica: “Los americanos, en el
sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que
nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios
para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”. He
allí la realidad opresora que su interpretación señala debe ser
subvertida para abrir cauces al surgimiento de sociedades autónomas
e igualitarias.
¿Cuáles
son las bases de este método bolivariano?
La
perspectiva histórica como recurso revelador de verdades raigales.
Visión
integral de la situación internacional.
Soporte
Estadístico.
Marco
teórico-conceptual.
Tres
componentes de la Doctrina Bolivariana
IMPERIALISMO:
EL ANTAGONISMO INEVITABLE
La
unidad latinoamericana y el Equilibrio del Universo. Estados Unidos:
la potencia anti-bolivariana. La traición pro-imperialista
LA
IGUALDAD ESTABLECIDA Y PRACTICADA
Bolívar
contra la esclavitud. Pionero de los derechos indígenas. Promotor de
la educación popular como acción liberadora. Defensor de la
libertad de expresión y opinión. La visión económica bolivariana
REPÚBLICA
DEMOCRÁTICA Y BUEN GOBIERNO
El
concepto de democracia. El buen gobierno. La ética bolivariana.
Pionero del gobierno ecologista. Las relaciones internacionales
Simón
Bolívar emergió en las nacientes de la historia americana como
intérprete de la necesidad de romper el yugo del colonialismo
español y dar rienda suelta al surgimiento de la independencia como
paso previo para la creación de un proyecto nacional soberanista,
libertario e igualitario. En esa causa, asumida con la entrega más
apasionada, desinteresada y altruista, desarrolló –además de una
portentosa épica militar- el pensamiento más avanzado de su tiempo,
alimentado por las convicciones revolucionarias de los primeros
iniciadores de la emancipación venezolana, y acrecentado por el
enorme esfuerzo intelectual de estudio, reflexión y creación que El
Libertador hizo durante toda su existencia.
Su
Doctrina propugna el valor inestimable de la paz para la convivencia
humana en un ambiente productivo y armonioso con el cultivo del
trabajo, el saber y las artes, que son las vías de realización de
la felicidad individual y colectiva. El Equilibrio del Universo es la
proyección de esas condiciones pacifistas y humanistas entre las
naciones. La unidad hispanoamericana es la garantía de la
sostenibilidad de la independencia y el bienestar de los pueblos.
Colombia –su creación original- debía ser el epicentro de esta
transformación geopolítica continental.
Él
es quien mide el pulso de los acontecimientos internacionales que
influyen en el devenir de la lucha independentista.
Bolívar
escribía en 1815 en la Carta de Jamaica: “¡Cuán frustradas
esperanzas! No sólo los europeos, sino hasta nuestros hermanos del
Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que
por su esencia es la más justa, por sus resultados, la más bella e
importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y
modernos”.
Estados
Unidos nunca tuvo la intención de apoyar la independencia de
nuestras naciones y, por el contrario, conspiró hasta más no poder
contra Bolívar.
Y,
si bien la noción de imperialismo como la entendemos desde inicios
del siglo XX no era parte –como es lógico- del acervo ideológico
de nuestros próceres, no por ello dejaremos de afirmar, tras la
indagación meticulosa de las disertaciones de Bolívar sobre la
conducta e intenciones del gobierno estadounidense, que El Libertador
avanzó desde un anticolonialismo por convicción, a un
antiimperialismo por intuición.
En
la Doctrina Bolivariana encontramos una fuente clara de confrontación
a las pretensiones, tanto de los viejos imperios colonialistas,
contra los cuales el Libertador consagró su existencia, como del
imperialismo contemporáneo, contra el que Bolívar alertó y formuló
propuestas doctrinarias fundamentales como la unión
hispanoamericana.
En
Bolívar encontramos una vida contra los colonialismos en todas sus
formas. Repúblicas soberanas es el antídoto anticolonialista y
antiimperialista. El derecho a la autodeterminación de los pueblos
es esencial a la Doctrina Bolivariana. “La independencia fue una
revolución”, dice Ortega Díaz. “La independencia fue un proceso
para lograr la libertad económica de los criollos”, afirma Acosta
Saignes, pero complementa conclusivamente, que “no es posible
entender la historia de la independencia… si no se coloca dentro
del contexto universal de la lucha contra los colonialismos”.
Así
se vislumbraba el devenir por los actores que gestaron patrias
soberanas. Bolívar lo resume en las postrimerías de su hazaña,
cuando expresa en Bogotá al Congreso Constituyente el 20 de enero de
1830: “La Independencia es el único bien que hemos adquirido a
costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta para
reconquistarlos…con todo el esplendor de la gloria y de la
libertad”.
-
toda su obra consistió en luchar contra la hegemonía imperial, por
la autodeterminación, y el derecho a la independencia viable y
sostenible.
-
en función de eso, promovió las alianzas tácticas que creyó
necesarias para el triunfo en la guerra contra España, sin hipotecar
la soberanía y la dignidad de nuestros pueblos.
-
concibió e impulsó insistentemente la unidad de los patriotas de
todas las nacientes repúblicas, llamándolas a confederarse para ser
lo suficientemente fuertes y evitar así que fuesen tragadas a
pedazos por las potencias del norte.
-
visionó el advenimiento del expansionismo yanqui, pronosticando y
advirtiendo el peligro que representaría para la estabilidad y
bienestar de la América mestiza.
-
formuló propuestas concretas como el Congreso de Panamá y la
Confederación de los Andes, para materializar su estrategia unitaria
y soberanista.
-
desplegó una tenaz diplomacia, profundamente patriótica, clara,
sincera y de alto nivel, sin precedentes en la historia, realizando
grandes esfuerzos humanos y logísticos, todo con tal de alcanzar el
sueño de la integración con quienes consideraba sus hermanos en
historia y causa…“jamás seré de la opinión que los convidemos
para nuestros arreglos americanos”.
-
formuló su idea del Equilibrio Universal, núcleo fundamental de una
doctrina por la paz y la convivencia en el ámbito internacional.
Punto
de inflexión en la visión de Bolívar sobre EEUU. El suceso con las
goletas Tigre y Libertad puso en el tapete la verdadera posición
yanqui, desenmascaró el juego de apostar a España, con una carta
bajo la manga, cual era: preparar el posterior zarpazo contra los
territorios nuestroamericanos, una vez que Estados Unidos tuviese la
fuerza suficiente para expulsar a la España debilitada; tal como
ocurrió a partir de 1898.
Bolívar
tuvo suficientes razones para pronosticar en 1829 la vocación
imperialista que ya se le veía entre las fauces al ambicioso vecino
del norte. Esos a quienes antes, en 1815, con sinceridad y afecto,
llamaba “hermanos”, ese país cuyo nacimiento como república
elogió, terminó por ser piedra en el zapato de la legítima
aspiración emancipadora de Hispanoamérica; a tal punto acechó
Estados Unidos el sueño bolivariano, que mutó en su gran
contradictor estratégico.
EEUU
montó su primer aparato de conspiración continental para destruir
el Proyecto Bolivariano. Desde México hasta el Cono Sur agentes
diplomáticos y empresarios reportaban cotidianamente al Secretario
de Estado y al Presidente.
Ninguna
palabra causaba tanto odio y temor entre los políticos gringos de
comienzos del siglo XIX, y más exactamente a partir de 1818, como el
apellido de ese héroe tan nombrado en vano, como poco estudiado en
los países que independizó, al que la humanidad llama El
Libertador.
YLDEFONSO
FINOL
LA
GUAIRA, ABRIL 2022
XVI
CONGRESO NACIONAL DE HISTORIA
III
INTERNACIONAL