sábado, febrero 29, 2020

Fraseos para atizar la necesaria distinción entre poder constituido y poder popular en tiempos de revolución bolivariana.




Por: MSc. Nicanor Cifuentes Gil.
Biólogo/Poeta/
Docente Coordinador Regional del PFG Agroecología/
Universidad Bolivariana de Venezuela – Sede Caracas.


 "En conmemoración de los 16 años de la declaración que hace el comandante Hugo Chávez del carácter anti imperialista de la Revolución Bolivariana de Venezuela".


Si el poder para su concreción en “hecho” requiere de una entidad (individual/colectiva) que “lo haga posible”, “lo viabilice en medio de las asimetrías relacionales que plantea de manera desafiante la contingencia ante lo real” no es menos cierto que dicha expresión de poder también se vea urgida de conductores que en diversos planos piensen y desplieguen (en simultaneidad o no) los potenciales para alcanzar lo prefijado, para concretar la reivindicación y materializar “triunfante(s)” la meta planteada.

Regir, dirigir estos “planos” de lo sentipensado para dar solvencia a las circunstancias (estructurales / coyunturales) y mutar a un estadío digno reivindicativo no está reñido con la horizontalidad de las y los actantes involucrados en esta “revolucionaria” toma de conciencia de tal manera que converjan de manera interseccional, diversa, plural, visiones, enfoques resolutivos que sean capaces de manera sinérgica y articulada de “ir avanzando” con el desafío que termina convirtiéndose en una inédita dimensión de ensayo y error capaz de robustecer la praxis plural del que entendemos es el “poder popular”.

No se pretende con estas líneas erigir “verdades de perogrullo” muchas de ellas más sudadas en la real realidad (plena de asimetrías/contingencias) que en la teorización aislante que la más de las veces suele ser fruto de abstracciones y anhelos egocentrados, no! Lo que de alguna manera me ocupa como tema central (si esto puede plantearse así) es tratar de hacer un deslinde entre lo que se entiende como expresión del Poder Popular en estos tiempos de decadencia y mayor desverguenza del poder imperial hegemónico estadounidense y lo que pudiera estarse asumiendo como expresión ¿inconsciente? dogmática de que el poder popular se siga viendo, aún en tiempos de gobiernos  revolucionarios alineados con la revitalización del socialismo en pleno siglo XXI, como entidad hija, como creación coyuntural aún no madura, aún no capaz, aún en ciernes que debe ser orientada de seguido para (desde la dimensionalidad patriarcal vigente en la praxis política “de arriba hacia abajo”) no desafinar en el concierto de la gobernabilidad o la disciplina de lo políticamente correcto.

Me importa mucho poder hacer este deslinde con las concepciones que las más de las veces suele abundar sin haberse antes permitido un tiempo reflexivo para no irnos de bruces en las “aguas superficiales” que de seguido pareciera destinar la coyuntura permanente que se instala en tiempos convulsos plenos de incertidumbres diseñadas para la desesperanza. 

Reflexionar por tanto, sobre este freno, visible o invisible, esta contención de lo que el poeta y escritor venezolano Aquiles Nazoa concibió como “los poderes creadores del pueblo” no es más, a mi humilde juicio, que un miedo primigenio que asume la institucionalidad liberal burguesa cimentada en la democracia de la representatividad ante la pluridiversidad que, según pudiera entenderse, le representaría un caótico esfuerzo que se adosa a los ya ingentes esfuerzos desplegados  para contener al hegemón más criminal e irracional del que se tenga memoria en términos de la historia de la humanidad.

Si lo vemos así, sin ánimo de pecar de reduccionista de complejas aristas interactuando en un “paisaje sociopolítico y cultural” de mayor dimensionalidad, pudiera justificarse la rectoría, el control, la jerarquía y disciplinas requeridas cuando en un sentido unilateral son “vertidos” los lineamientos, las “políticas públicas” a ser asumidas por el pueblo/público destinatario (¿protagonista?) de tales lineamientos del poder gubernamental.

Creo que no se rige al poder popular: He allí mi observación en ánimo de no conducir esto a un debate harto ya dado pero que a momentos, ante la expresión convulsa, “huracanada” de estos días de escaso chance a los debates trascendentales y organizativos,  no se da en su justa, gozosa y plural integralidad.

¿Por qué nos está costando “pensar” pluralmente lo que nos concierne, lo que define, afecta, impulsa, retrasa lo que somos en “juntera” como proyecto histórico?; ¿Por qué el “cómodo” gesto, el acto del distanciamiento, de la crítica “reactiva” toda vez que la realidad muta con mayor rapidez a escenarios ¿prediseñados?  de mayor crudeza y de máxima creatividad colectiva resolutiva?; ¿Desde dónde yo me ubico; cuál mi lugar de “enunciación” para “arrimar más “leña al fuego” de lo que considero debemos reforzar como ética revolucionaria chavista que también ha sido “objetivo” de la guerra multiforme de la que hemos sido víctimas?; ¿Qué flaquezas, qué expresiones fácticas de la “cultura del petróleo” suelen aflorar a la hora de “opinar” sobre o “tomar partido” a favor de la revolución que se adelanta post Chávez en la Venezuela de esta segunda década del milenio que recién inicia?

Para atizar preguntas no debe faltarnos la posibilidad de ser capaces de “parir” las respuestas por muy incómodas o “en maduración” que estas se encuentren. Preguntarse es vital para el reacomodo de lo que desde la idea, hija de las plurales subjetividades, va “cuajando” en el plano de lo real, de los hechos que finalmente condicionan los haceres, los sentires... nuevamente los pensares. Esa espiralada y dinámica dialéctica es la que obliga a teorizar en clave revolucionaria los accionares, ojalá, revolucionarios en su manifestación en el plano de lo real.

La realidad y su percepción/decodificación no son puntos a no considerar en estos fraseos pero asumo en estas primeras de cambio que es menester tener claro a qué llamamos poder popular y qué desafíos afronta esta dinámica categoría en los tiempos de construcción en la matria venezolana del socialismo del siglo XXI que termine (al menos paulatinamente) de zanjar las deudas, los dogmas anquilosados a los socialismos erigidos en el duro siglo XX.

Es, a  mi humilde juicio,  un ejercicio ético el que me planteo toda vez que no es minúscula la tarea de saber ubicar en coordenadas culturales (muchas de ellas permeadas de antivalores, dogmas y desafíos no actualizados al fragor duro de estos días de hiper avasallamiento imperial en franca decadencia) lo que puede estar frenando o conteniendo a la más vital, luminosa apuesta de este tiempo que hacemos, que parimos en la Patria Grande Nuestramericana que no es más que la surgencia de ese continuo histórico valeroso, “de abajo hacia arriba”, de la expresión multiforme y digna de los subalternos, los oprimidos, los arrollados por el hegemón y sus diversas expresiones de poder y control; el tantas veces mentado y pocas veces entendido en su gozosa y desafiante extensión: Poder del Pueblo.

En la obra “Introducción al Poder Popular (El sueño de una cosa)” (2016) del educador popular y militante argentino Miguel Mazzeo se señala en su primer capítulo intitulado “Algunos conceptos para una definición del poder popular” y en el marco de la dialéctica sujeto - poder que “Cualquier especulación sobre el poder nos obliga, en primera instancia, a una consideración sobre el sujeto. Reflexionar sobre el sujeto, a su vez, es dar cuenta de un movimiento, de un devenir social y geopolíticamente enmarcado, siempre conflictivo e inevitablemente colectivo, en el cual el sujeto se pone, se crea, se reconoce y busca ser reconocido. Lo subjetual deviene. El sujeto no es, se va haciendo a medida que sale de la indeterminación del universal abstracto (la posibilidad de ser infinitas cosas al tiempo que no es nada) para particularizarse. El sujeto es el movimiento de ponerse a sí mismo, y ponerse es particularizarse, optar por ser algo” (Mazzeo, 2016, p.39).

Para no perder de vista una contextualización histórica de la categoría “poder popular” es importante tomar en consideración esto que también nos ofrenda Mazzeo: “El sistema capitalista, su irrefrenable expansión cuantitativa y cualitativa, incrementa la faena del sujeto. No olvidemos que el capitalismo es un complejo aceitado sistema de cosificación y desubjetivación que convierte en mero objeto toda la subjetividad que logra integrar a sus coordenadas relacionales (...) Entonces en el marco de una sociedad donde predominan y tienden a profundizarse las relaciones sociales capitalistas, las luchas de subjetivación exigen un extenso despliegue de recursos y de poder. Para ponerse, crearse, reconocerse y ser reconocido y para no ser convertido en cosa-objeto, el sujeto requiere poder. Los subalternos y los oprimidos, para contradecir las determinaciones  del capitalismo, para no someterse pasivamente al mundo tal como se les presenta, para convertirse en sujeto histórico, no tienen más alternativas que crear las condiciones sociales, económicas, políticas, ideológicas y culturales que hagan posible esa conversión  (Mazzeo, 2016, p.42).

Llegados a este punto siento que también es vital conducir el debate a lo “popular” de la categoría “poder popular” pues, así lo creo, no estamos hablando de cualquier expresión de poder. En la pregunta “generadora” que plantea Mazzeo en su libro antes mencionado: ¿Por qué es “popular” el poder popular? Pueblo: ¿praxis constitutiva o “mala praxis”?, el autor señala:
El sujeto popular es para nosotros la forma de designar el fundamento que configura una ética de la liberación, aquello que es sostén y propósito del proyecto emancipador, ese que, por lo general, a algunos, todavía, nos gusta llamar socialismo.” (Mazzeo, 2016, p 46-47.)

Ahondando en el análisis del “sujeto popular” de la mano con Mazzeo vemos que: “Estamos convencidos que el sujeto popular con capacidad de iniciativa social o el “sujeto estratégico” será plural y por tanto descentrado (al igual que las “reservas revolucionarias”), un sujeto de clase, sí,  pero no en un sentido reduccionista. Un sujeto impensable desde las concepciones que solo puede inferir lo nuevo a partir de algún principio impasible y análogo. Un sujeto que se adecúe a una praxis que se funda en la razón práctica y que reconoce la contingencia, una praxis  creadora, inescindible de las significaciones imaginarias” (Mazzeo, 2016 p.52.)


Sobre el partido revolucionario como consecuencia de la objetivación y economicismo del sujeto popular en el marxismo de matriz eurocentrada.

En virtud de lo antes comentado no podemos por tanto perder de vista en el análisis que hago del rol del partido revolucionario aún atizado por una inercia/legado de la cual no ha podido (¿querido?) deslindarse en abrazo a otros horizontes de sentido o convergencia actualizados al momento de mayor despojo extractivista imperial de todo signo por la vía de la “acumulación por desposesión”.

Y es casualmente en el marco de la acumulación por desposesión donde, señala Mazzeo: “(...) el sujeto reactivo difiere de aquel que era fundamento de los proyectos y las luchas asentados en la reproducción ampliada del capital”. (Mazzeo, 2016 p.48.) En los términos tradicionales del “marxismo ontológico metafísico” donde se remitía a un sujeto “clase obrera” o “clase trabajadora” y “donde se funda la praxis en el ideal de una verdad objetiva e inmutable” (Mazzeo, 2016 p.48.) debemos revisar las graves secuelas de enfoque a la hora del establecimiento de relaciones jerarquizadas la más de las veces ante la expresión viva del poder popular.

Y es que un marxismo que, “por objetivista, no puede evitar caer en el reduccionismo  y economicismo, avivando las propensiones burocráticas – el burócrata está siempre al servicio de una objetividad-;  un marxismo vulgar y de matriz eurocéntrica – recordar que el eurocentrismo, entre otras operaciones, confunde la historia de la dominación con la historia del pensamiento-; en fin un marxismo que antepone la explotación a la dominación, que otorga  la centralidad a la producción y al progreso científico – técnico, que sustenta una visión estrecha de la subjetividad revolucionaria, y que concibe a la conciencia en términos estrictamente gnoseológicos dejando de lado un conjunto de aspectos formativos, vemos que se acorta enormemente el sentido de la clase al dejar de lado una dimensión cultural ligada al ethos, los saberes y las experiencias de las clase subalternas y oprimidas. (…) El tosco marxismo de las equivalencias simples reniega de la articulación de las categorías científicas con las emocionales. Pero el mundo no solo es el mundo conocido, también es el mundo sentido, sufrido y gozado” (Mazzeo, 2016 p.49.)


Del posible “desenfoque” a la hora de topar con expresiones vivas del “poder popular” y la concomitante necesidad por parte del poder constituido de las representaciones.

Cuando se “topa” el poder constituido (más si es “el partido revolucionario”) con las expresiones del poder popular entendemos así que lo “popular” estaría allá como corporeidad/manifestación externa que no permea la configuración heredada/asumida por la racionalidad capaz de “dar sentido” a las masas informes, a los sujetos que es capaz de reducir a “clase obrera/ trabajadora/proletaria”. Y este desenfoque es el que pudiera estar siendo obviado de manera intencionada por las duras coyunturas que sortea a modo de zancadillas el avance del proyecto revolucionario bolivariano en estos duros años de revolución. Digo esto pues algo del “tosco marxismo” aún no termina de “abrir las exclusas” a los poderes creadores del pueblo por todavía reducirle a versiones irracionales o “poco disciplinadas” en medio de la guerra multiforme que afrontamos.

Ya Mazzeo nos advierte cuando, refiriéndose a ese sujeto “popular” cosificado/objetivado por la izquierda dogmática señala: “Tal sujeto así  concebido, predicado y enunciado por la izquierda dogmática resulta insuficiente y sobrepasado por todos los flancos a la hora de pensar la emancipación de los pueblos de Nuestra América y, por otra parte, asume la forma de una categoría sustancialista y, como tal, cada vez más compulsiva, homogeneizante y reduccionista. Impone, además,  definiciones a priori y la necesidad de las representaciones. Se trata  de un sujeto, la clase obrera, la clase trabajadora o el proletariado, concebido como portador de una verdad universal, cuya capacidad transformadora se deriva de una condición objetiva derivada del modo de producción y de un proyecto atildado y formal precedente, más que de la visión, el deseo y la esperanza de los oprimidos. Visión, deseo y esperanza a los que la izquierda dogmática arroja livianamente al desván de lo precoz o lo “irracional”. (Mazzeo, 2016 p.49.)

Y asumiéndose así en clave de “minusvalía” al sujeto del poder desde la izquierda dogmática y eurocentrada (la clase obrera/trabajadora/proletariado) es que se dan las condiciones para que emerja un “partido revolucionario” capaz de dotar de “racionalidad”, de disciplina y “luz” (¿cual faro que guía a una embarcación que zozobra?) Emerge así el  partido revolucionario secular – folklórico como el único portador legítimo y “representante” de la subjetividad revolucionaria de la clase, configuración que lo delineó como el conjunto de acciones preestablecidas para la obtención de un determinado fin. Sin dudas esta función se ha erigido en su principal condición como herramienta emancipatoria (…) Pero se trata de una condición que, a pesar de constituir la verdadera matriz y fundamento de este tipo de partido y su signo más controvertido, no siempre es reconocida por los que aún la reivindican, acríticamente, como la herramienta emancipatoria más adecuada e insuperada. En realidad, lo que no reconocen es que esa condición del partido revolucionario fue diseñando las más perversas funciones confiscatorias de la voluntad popular, clausurando toda aptitud de recibir del pueblo una personalidad nueva.” (Mazzeo, 2016 p. 49-50.)

A modo de conclusión de estas líneas

Es menester no perder de vista a qué me refiero cuando destaco la necesidad de repensar, de actualizar al “sujeto popular” de la revolución en pleno siglo XXI con ánimo de no seguir tropezando con los mismos escollos u objetivaciones caducas e inviables en el aguerrido tiempo que padecemos en la Patria Grande y a escala global.

Urge seguir teorizando en clave revolucionaria no dogmática las expresiones que insurgen y asumen las praxis libertarias y contra hegemónicas a escala plural y horizontal sin pretensiones de representatividad pero aún propensas a ser cooptadas por esquemas políticos (¿anacrónicos?) que se asumen por encima, como regidores de la “irracional” (según la línea dogmática del partido”) expresión digna del poder popular. Vital no postergar estas distorsiones con grave impacto en el despliegue de las fuerzas del poder popular cotidianamente.

Mazzeo nos revela algunas claves en este sentido sobre el concepto vivo de pueblo: “Decimos entonces que pueblo no es un sujeto idéntico, uniforme y una condición metafísica. No es “contrato” y tampoco es, como pensaba candorosamente San Agustín, la unión de los que aman las mismas cosas. Pueblo es el nombre del sujeto que no busca su realización como ser aislado, sino que ha asumido el carácter intersubjetivo de esa realización, al tiempo que se sabe enfrentado con un sistema que no promueve la correalización de los seres humanos. Pueblo es la realización extensa de los hombres y las mujeres oprimidos que, a través del diálogo, buscan un símbolo, un fundamento eficiente para vivir. Pueblo es básicamente una categoría ético -política y dialéctica, y por lo tanto es praxis constitutiva, arraigo, historia, identidades articuladas en torno a un proyecto liberador, instancia o momento de subjetivación (de construcción del sujeto o de relaciones intersubjetivas, más específicamente: un tipo de relaciones intersubjetivas). Pueblo es la clase sometida a la lucha. La opción por el protagonismo del sujeto popular entraña una concepción de la política liberadora como apuesta permanente, no como una ejecución de axiomas” (Mazzeo, 2016 p.52.)

También, finalmente lo digo, es clave, entendiendo al pueblo como antes se reveló, no perder las coordenadas de lo que aspira el poder popular: “El poder popular aspira a la autodeterminación del pueblo, a su desobjetivación (su constitución como sujeto) y la distribución democrática  de la autoridad. Pero también trabaja en la construcción de espacios donde se torne imposible el ejercicio del infrapoder radical de la sociedad instituida, espacios donde se desbarate la unidad del representante, espacios que afecten de modo diversos el funcionamiento de su máquina de producir individuos en serie  (individuos plenamente funcionales para el sistema  adaptados a sus exigencias) y que le ahorrarán al poder hegemónico  algunos esfuerzos de la dominación. El poder popular propone una lucha en dos frentes: contra el poder explícito e implícito de las clases dominantes” (Mazzeo, 2016 p.63.)

Son estas líneas fraseos (ojalá no lanzados al “viento de la desmemoria”) que pretenden dar sentido a algunas “conmociones” que en el plano comunicacional aparecen en la recepción de mensajes u alocuciones presidenciales del presidente Maduro y/o su gabinete ministerial  que, a mi manera de ver de “puro espectador”,  revelan las ¿confusiones? de lo que el aparato mediático del poder constituido revolucionario (en la hibridez del partido revolucionario y el gobierno revolucionario) entiende como expresiones del poder popular.

No niego en ningún momento el feroz asedio en clave bélica multiforme al que hemos estado sometidos como proyecto histórico revolucionario bolivariano desde que a finales del año 1998 el presidente Hugo Chávez fue elegido como presidente y comandante en jefe de las fuerzas armadas.

Muchas y dolorosas  pérdidas reales y simbólicas ha asestado el cobarde hegemón estadounidense en franca decadencia a nuestra matria hija de la gesta independentista bolivariana de hace doscientos años. Trato de inundarme de ideas, escribo y actúo en virtud de la conmoción que me representa no saber ver como sujetos revolucionarios las inercias, las reiteraciones de enfoques eurocentrados que impiden el afloramiento de vitales certidumbres que ofrenden mayor  nitidez y claras perspectivas de acción militante en estos duros años de asedio.

El poder popular debe ser capaz de ensanchar en medio del “huracán” al que estamos siendo expuestos,  por factores de la ultraderecha internacional y local,  su capacidad de desobjetivación o lo que es igual: su capacidad de subjetivación plural como acervo ardoroso de dignos legados ancestrales levantados ante el oprobio que representó el expolio, la colonización, la esclavitud y que ahora siguen vigentes a manera de neocolonialismo y bursatilización de la vida perdurable y la suprema felicidad que merecemos.

Son estas líneas fraseos para atizar debate (ojalá no meramente retórico) en el seno de lo que pudiera estarse repitiendo en la izquierda dogmática cebada en los “estribillos” de la dura Guerra Fría del siglo XX donde una continua acción de la potencia bélica estadounidense imponía una reacción la más de las veces homogénea parida de “arriba hacia abajo”, desde manuales /”camisas de fuerza” permeados únicamente de racionalidad gnoseológica y pocas veces filtrada a la luz de los plurales y particularísimos sentimientos, visiones, deseos y esperanzas del pueblo oprimido.

Enmendar es vital, y, al decir martiano “conocer es resolver y esto, sin que me quepa duda alguna,  partirá de múltiples focos de descolonización que terminen de destronar un fuerte legado eurocéntrico en nuestras filas del poder constituido revolucionario de hoy ¿anquilosadas? /cómodas con la manera de “enfrentar” la guerra del capital contra los condenados de la tierra que pretende abrogarse como “sus” sujetos.

¨Pueblo somos todas y todos” pareciera concluirse en las filas de los que honda y profundamente creemos y trabajamos “desde adentro” en la materialización de la matria revolucionaria. ExigirNOS pues como pueblo todo capaz de delinear formas, acciones libertarias para “seguir diciendo más verdades a lo cierto” sin escamotearnos reflexiones duras pero altamente vitales para la oxigenación y ensanchamiento del proyecto histórico revolucionario bolivariano merecen, a mi humilde juicio, estas y otras tantas reflexiones, para bien de las mayorías que entendemos que hemos sido, somos y seremos envión de la fuerza y poder popular, poder y fuerza constituyente para sí cuando de fraguar y asumir la libertad plural y dignificante se trate ayer, hoy, mañana y hasta la victoria siempre.


Redactado el 29 de febrero de 2020. 1:19 p.m. 
El Amarillo, San Antonio de los Altos, Estado Miranda.



Para descargar (en formato PDF) el libro “Introducción al Poder Popular (el sueño de una cosa)” del escritor argentino Miguel Mazzeo en la edición de la Fundación El Perro y la Rana, hacer clic en la siguiente dirección electrónica:

http://www.elperroylarana.gob.ve/wp-content/uploads/2016/11/introduccion_al_poder_popular.pdf