Fraseos para atizar la necesaria distinción entre poder constituido y poder popular en tiempos de revolución bolivariana.
Por: MSc.
Nicanor Cifuentes Gil.
Biólogo/Poeta/
Docente Coordinador
Regional del PFG Agroecología/
Universidad Bolivariana
de Venezuela – Sede Caracas.
"En conmemoración de los 16 años de la declaración que hace el comandante Hugo Chávez del carácter anti imperialista de la Revolución Bolivariana de Venezuela".
Si el poder
para su concreción en “hecho” requiere de una entidad (individual/colectiva)
que “lo haga posible”, “lo
viabilice en medio de las asimetrías relacionales que plantea de manera
desafiante la contingencia ante lo real” no es menos cierto que dicha
expresión de poder también se vea urgida de conductores que en diversos planos
piensen y desplieguen (en simultaneidad o no) los potenciales para alcanzar lo
prefijado, para concretar la reivindicación y materializar “triunfante(s)” la
meta planteada.
Regir,
dirigir estos “planos” de lo sentipensado para dar solvencia a las
circunstancias (estructurales / coyunturales) y mutar a un estadío digno
reivindicativo no está reñido con la horizontalidad de las y los actantes
involucrados en esta “revolucionaria” toma de conciencia de tal manera que
converjan de manera interseccional, diversa, plural, visiones, enfoques
resolutivos que sean capaces de manera sinérgica y articulada de “ir avanzando” con el desafío que termina
convirtiéndose en una inédita dimensión de ensayo y error capaz de robustecer
la praxis plural del que entendemos es el “poder popular”.
No se pretende con estas líneas
erigir “verdades de perogrullo” muchas de ellas más sudadas en la real realidad
(plena de asimetrías/contingencias) que en la teorización aislante que la más
de las veces suele ser fruto de abstracciones y anhelos egocentrados, no! Lo
que de alguna manera me ocupa como tema central (si esto puede plantearse así)
es tratar de hacer un deslinde entre lo que se entiende como expresión del Poder Popular en estos tiempos de
decadencia y mayor desverguenza del poder imperial hegemónico estadounidense y
lo que pudiera estarse asumiendo como expresión ¿inconsciente? dogmática de que
el poder popular se siga viendo, aún en tiempos de gobiernos revolucionarios alineados con la
revitalización del socialismo en pleno siglo XXI, como entidad hija, como
creación coyuntural aún no madura, aún no capaz, aún en ciernes que debe ser
orientada de seguido para (desde la dimensionalidad patriarcal vigente en la
praxis política “de arriba hacia abajo”)
no desafinar en el concierto de la gobernabilidad o la disciplina de lo políticamente correcto.
Me importa mucho poder hacer
este deslinde con las concepciones que las más de las veces suele abundar sin
haberse antes permitido un tiempo
reflexivo para no irnos de bruces en las “aguas superficiales” que de
seguido pareciera destinar la coyuntura permanente que se instala en tiempos
convulsos plenos de incertidumbres diseñadas para la desesperanza.
Reflexionar por tanto, sobre este
freno, visible o invisible, esta contención de lo que el poeta y escritor
venezolano Aquiles Nazoa concibió como “los
poderes creadores del pueblo” no es más, a mi humilde juicio, que un miedo primigenio que asume la
institucionalidad liberal burguesa cimentada en la democracia de la
representatividad ante la pluridiversidad que, según pudiera entenderse, le
representaría un caótico esfuerzo que se adosa a los ya ingentes esfuerzos desplegados para contener al hegemón más criminal e
irracional del que se tenga memoria en términos de la historia de la humanidad.
Si lo vemos así, sin ánimo de
pecar de reduccionista de complejas aristas interactuando en un “paisaje
sociopolítico y cultural” de mayor dimensionalidad, pudiera justificarse la rectoría, el control, la jerarquía y
disciplinas requeridas cuando en un sentido unilateral son “vertidos” los
lineamientos, las “políticas públicas” a ser asumidas por el pueblo/público
destinatario (¿protagonista?) de tales lineamientos del poder gubernamental.
Creo que no se rige al poder popular: He allí mi observación en
ánimo de no conducir esto a un debate harto ya dado pero que a momentos, ante
la expresión convulsa, “huracanada” de estos días de escaso chance a los
debates trascendentales y organizativos,
no se da en su justa, gozosa y
plural integralidad.
¿Por qué nos está costando “pensar” pluralmente lo que nos concierne,
lo que define, afecta, impulsa, retrasa lo que somos en “juntera” como proyecto
histórico?; ¿Por qué el “cómodo”
gesto, el acto del distanciamiento, de la crítica “reactiva” toda vez que la
realidad muta con mayor rapidez a escenarios ¿prediseñados? de mayor crudeza y de máxima creatividad
colectiva resolutiva?; ¿Desde dónde
yo me ubico; cuál mi lugar de “enunciación” para “arrimar más “leña al fuego”
de lo que considero debemos reforzar como ética revolucionaria chavista que
también ha sido “objetivo” de la guerra multiforme de la que hemos sido víctimas?;
¿Qué flaquezas, qué expresiones fácticas
de la “cultura del petróleo” suelen aflorar a la hora de “opinar” sobre o “tomar partido” a favor de la revolución
que se adelanta post Chávez en la Venezuela de esta segunda década del milenio
que recién inicia?
Para atizar preguntas no debe
faltarnos la posibilidad de ser capaces de “parir” las respuestas por muy
incómodas o “en maduración” que estas se encuentren. Preguntarse es vital para
el reacomodo de lo que desde la idea, hija de las plurales subjetividades, va “cuajando” en el plano de lo real,
de los hechos que finalmente condicionan los haceres, los sentires...
nuevamente los pensares. Esa espiralada
y dinámica dialéctica es la que obliga a teorizar en clave revolucionaria los
accionares, ojalá, revolucionarios en su manifestación en el plano de lo real.
La realidad y su percepción/decodificación
no son puntos a no considerar en estos fraseos pero asumo en estas primeras de
cambio que es menester tener claro a qué
llamamos poder popular y qué desafíos afronta esta dinámica categoría en
los tiempos de construcción en la matria venezolana del socialismo del siglo
XXI que termine (al menos paulatinamente) de zanjar las deudas, los dogmas anquilosados
a los socialismos erigidos en el duro siglo XX.
Es, a mi humilde juicio, un ejercicio
ético el que me planteo toda vez que no es minúscula la tarea de saber
ubicar en coordenadas culturales (muchas de ellas permeadas de antivalores,
dogmas y desafíos no actualizados al fragor duro de estos días de hiper
avasallamiento imperial en franca decadencia) lo que puede estar frenando o conteniendo a la más vital, luminosa
apuesta de este tiempo que hacemos, que parimos en la Patria Grande
Nuestramericana que no es más que la surgencia de ese continuo histórico
valeroso, “de abajo hacia arriba”, de
la expresión multiforme y digna de los subalternos, los oprimidos, los
arrollados por el hegemón y sus diversas expresiones de poder y control; el
tantas veces mentado y pocas veces entendido en su gozosa y desafiante
extensión: Poder del Pueblo.
En la obra “Introducción al Poder Popular (El sueño de una cosa)” (2016) del
educador popular y militante argentino Miguel
Mazzeo se señala en su primer capítulo intitulado “Algunos conceptos para una definición del poder popular” y en el
marco de la dialéctica sujeto - poder
que “Cualquier especulación sobre el poder nos obliga, en primera instancia,
a una consideración sobre el sujeto. Reflexionar sobre el sujeto, a su vez, es
dar cuenta de un movimiento, de un devenir social y geopolíticamente enmarcado,
siempre conflictivo e inevitablemente
colectivo, en el cual el sujeto se pone, se crea, se reconoce y busca ser
reconocido. Lo subjetual deviene. El
sujeto no es, se va haciendo a medida
que sale de la indeterminación del universal abstracto (la posibilidad de
ser infinitas cosas al tiempo que no es nada) para particularizarse. El sujeto es el movimiento de ponerse a sí
mismo, y ponerse es particularizarse, optar
por ser algo” (Mazzeo, 2016, p.39).
Para no perder de vista una
contextualización histórica de la categoría “poder popular” es importante tomar
en consideración esto que también nos ofrenda Mazzeo: “El sistema
capitalista, su irrefrenable expansión cuantitativa y cualitativa, incrementa
la faena del sujeto. No olvidemos que el capitalismo es un complejo aceitado
sistema de cosificación y desubjetivación que convierte en mero objeto toda la
subjetividad que logra integrar a sus coordenadas relacionales (...) Entonces
en el marco de una sociedad donde predominan y tienden a profundizarse las
relaciones sociales capitalistas, las
luchas de subjetivación exigen un extenso despliegue de recursos y de poder.
Para ponerse, crearse, reconocerse y ser reconocido y para no ser convertido en
cosa-objeto, el sujeto requiere poder.
Los subalternos y los oprimidos, para contradecir las determinaciones del capitalismo, para no someterse
pasivamente al mundo tal como se les presenta, para convertirse en sujeto
histórico, no tienen más alternativas
que crear las condiciones sociales, económicas, políticas, ideológicas y
culturales que hagan posible esa conversión” (Mazzeo, 2016, p.42).
Llegados a este punto siento que
también es vital conducir el debate a lo “popular” de la categoría “poder
popular” pues, así lo creo, no estamos hablando de cualquier expresión de
poder. En la pregunta “generadora” que plantea Mazzeo en su libro antes
mencionado: ¿Por qué es “popular” el poder popular? Pueblo: ¿praxis
constitutiva o “mala praxis”?, el autor señala:
“El sujeto popular es para
nosotros la forma de designar el
fundamento que configura una ética de la liberación, aquello que es sostén
y propósito del proyecto emancipador, ese que, por lo general, a algunos,
todavía, nos gusta llamar socialismo.”
(Mazzeo, 2016, p 46-47.)
Ahondando en el análisis del “sujeto popular” de la mano con Mazzeo
vemos que: “Estamos convencidos que el sujeto popular con capacidad de
iniciativa social o el “sujeto estratégico” será plural y por tanto
descentrado (al igual que las “reservas
revolucionarias”), un sujeto de clase, sí,
pero no en un sentido reduccionista. Un sujeto impensable desde las
concepciones que solo puede inferir lo nuevo a partir de algún principio
impasible y análogo. Un sujeto que se adecúe a una praxis que se funda en la
razón práctica y que reconoce la contingencia, una praxis creadora, inescindible de las significaciones imaginarias” (Mazzeo, 2016
p.52.)
Sobre el partido
revolucionario como consecuencia de la objetivación y economicismo del sujeto
popular en el marxismo de matriz eurocentrada.
En virtud de lo antes comentado
no podemos por tanto perder de vista en el análisis que hago del rol del partido revolucionario aún atizado por una inercia/legado de la
cual no ha podido (¿querido?) deslindarse en abrazo a otros horizontes de
sentido o convergencia actualizados al momento de mayor despojo extractivista
imperial de todo signo por la vía de la “acumulación
por desposesión”.
Y es casualmente en el marco de
la acumulación por desposesión donde, señala Mazzeo: “(...) el sujeto reactivo difiere de aquel que
era fundamento de los proyectos y las luchas asentados en la reproducción ampliada del capital”.
(Mazzeo, 2016 p.48.) En los términos tradicionales del “marxismo ontológico
metafísico” donde se remitía a un sujeto “clase obrera” o “clase trabajadora” y
“donde se funda la praxis en el ideal de una verdad objetiva e inmutable” (Mazzeo,
2016 p.48.) debemos revisar las graves
secuelas de enfoque a la hora del establecimiento de relaciones
jerarquizadas la más de las veces ante la expresión viva del poder popular.
Y es que un marxismo que, “por
objetivista, no puede evitar caer en
el reduccionismo y economicismo,
avivando las propensiones burocráticas
– el burócrata está siempre al servicio de una objetividad-; un marxismo vulgar y de matriz eurocéntrica –
recordar que el eurocentrismo, entre otras operaciones, confunde la historia de la dominación con la historia del pensamiento-;
en fin un marxismo que antepone la
explotación a la dominación, que otorga
la centralidad a la producción
y al progreso científico – técnico,
que sustenta una visión estrecha de la
subjetividad revolucionaria, y que concibe
a la conciencia en términos estrictamente gnoseológicos dejando de lado un
conjunto de aspectos formativos, vemos que se acorta enormemente el sentido de la clase al dejar de lado una dimensión cultural ligada al ethos, los saberes y
las experiencias de las clase subalternas y oprimidas. (…) El tosco marxismo de las equivalencias
simples reniega de la articulación de
las categorías científicas con las emocionales. Pero el mundo no solo es el
mundo conocido, también es el mundo sentido, sufrido y gozado” (Mazzeo,
2016 p.49.)
Del posible “desenfoque” a la
hora de topar con expresiones vivas del “poder popular” y la concomitante
necesidad por parte del poder constituido de las representaciones.
Cuando se “topa” el poder
constituido (más si es “el partido revolucionario”) con las expresiones del
poder popular entendemos así que lo “popular” estaría allá como
corporeidad/manifestación externa que no permea la configuración
heredada/asumida por la racionalidad capaz de “dar sentido” a las masas informes, a los sujetos que es capaz de
reducir a “clase obrera/ trabajadora/proletaria”. Y este desenfoque es el que pudiera estar siendo obviado de manera
intencionada por las duras coyunturas que sortea a modo de zancadillas el
avance del proyecto revolucionario bolivariano en estos duros años de
revolución. Digo esto pues algo del “tosco
marxismo” aún no termina de “abrir
las exclusas” a los poderes
creadores del pueblo por todavía reducirle a versiones irracionales o “poco
disciplinadas” en medio de la guerra multiforme que afrontamos.
Ya Mazzeo nos advierte cuando,
refiriéndose a ese sujeto “popular” cosificado/objetivado por la izquierda
dogmática señala: “Tal sujeto así
concebido, predicado y enunciado por la izquierda dogmática resulta insuficiente y sobrepasado por todos
los flancos a la hora de pensar la emancipación de los pueblos de Nuestra
América y, por otra parte, asume la
forma de una categoría sustancialista y, como tal, cada vez más compulsiva, homogeneizante y reduccionista. Impone,
además, definiciones a priori y la necesidad de las representaciones. Se
trata de un sujeto, la clase obrera, la
clase trabajadora o el proletariado, concebido
como portador de una verdad universal, cuya capacidad transformadora se deriva de una condición objetiva
derivada del modo de producción y de un proyecto atildado y formal precedente, más que de la visión, el deseo y la
esperanza de los oprimidos. Visión,
deseo y esperanza a los que la
izquierda dogmática arroja livianamente al desván de lo precoz o lo “irracional”.
(Mazzeo, 2016 p.49.)
Y asumiéndose así en clave de “minusvalía” al sujeto del poder desde
la izquierda dogmática y eurocentrada (la clase
obrera/trabajadora/proletariado) es que se dan las condiciones para que emerja
un “partido revolucionario” capaz de dotar de “racionalidad”, de disciplina y
“luz” (¿cual faro que guía a una embarcación que zozobra?) Emerge así el “partido
revolucionario secular – folklórico como el único portador legítimo y “representante” de la subjetividad
revolucionaria de la clase, configuración que lo delineó como el conjunto
de acciones preestablecidas para la obtención de un determinado fin. Sin
dudas esta función se ha erigido en su principal condición como herramienta
emancipatoria (…) Pero se trata de una condición que, a pesar de
constituir la verdadera matriz y fundamento de este tipo de partido y su signo más controvertido, no siempre es
reconocida por los que aún la reivindican, acríticamente, como la herramienta
emancipatoria más adecuada e insuperada. En realidad, lo que no reconocen es
que esa condición del partido revolucionario fue diseñando las más perversas
funciones confiscatorias de la voluntad popular, clausurando toda aptitud
de recibir del pueblo una personalidad nueva.” (Mazzeo, 2016 p. 49-50.)
A modo de conclusión de estas líneas
Es menester no perder de vista a
qué me refiero cuando destaco la
necesidad de repensar, de actualizar al “sujeto popular” de la revolución en
pleno siglo XXI con ánimo de no seguir tropezando con los mismos escollos u
objetivaciones caducas e inviables en el aguerrido tiempo que padecemos en la
Patria Grande y a escala global.
Urge seguir teorizando en clave
revolucionaria no dogmática las expresiones que insurgen y asumen las praxis
libertarias y contra hegemónicas a escala plural y horizontal sin pretensiones de representatividad
pero aún propensas a ser cooptadas por esquemas políticos (¿anacrónicos?) que
se asumen por encima, como regidores de la “irracional” (según la línea
dogmática del partido”) expresión digna del poder popular. Vital no postergar
estas distorsiones con grave impacto en el despliegue de las fuerzas del poder
popular cotidianamente.
Mazzeo nos revela algunas claves
en este sentido sobre el concepto vivo
de pueblo: “Decimos entonces que pueblo no es un sujeto idéntico,
uniforme y una condición metafísica. No es “contrato” y tampoco es, como
pensaba candorosamente San Agustín, la unión de los que aman las mismas cosas.
Pueblo es el nombre del sujeto que no busca su realización como ser aislado,
sino que ha asumido el carácter intersubjetivo de esa realización, al tiempo
que se sabe enfrentado con un sistema que no promueve la correalización de los
seres humanos. Pueblo es la realización extensa de los hombres y las mujeres
oprimidos que, a través del diálogo, buscan un símbolo, un fundamento eficiente
para vivir. Pueblo es básicamente una
categoría ético -política y dialéctica, y por lo tanto es praxis
constitutiva, arraigo, historia, identidades articuladas en torno a un proyecto
liberador, instancia o momento de subjetivación (de construcción del sujeto o
de relaciones intersubjetivas, más específicamente: un tipo de relaciones
intersubjetivas). Pueblo es la clase
sometida a la lucha. La opción por el protagonismo del sujeto popular
entraña una concepción de la política
liberadora como apuesta permanente, no como una ejecución de axiomas” (Mazzeo,
2016 p.52.)
También, finalmente lo digo, es
clave, entendiendo al pueblo como antes se reveló, no perder las coordenadas de lo que aspira el poder popular: “El
poder popular aspira a la
autodeterminación del pueblo, a su
desobjetivación (su constitución como sujeto) y la distribución
democrática de la autoridad. Pero
también trabaja en la construcción de espacios donde se torne imposible el ejercicio del infrapoder radical de la
sociedad instituida, espacios donde
se desbarate la unidad del representante, espacios que afecten de modo
diversos el funcionamiento de su máquina de producir individuos en serie (individuos plenamente funcionales para el
sistema adaptados a sus exigencias) y
que le ahorrarán al poder hegemónico
algunos esfuerzos de la dominación.
El poder popular propone una lucha en dos frentes: contra el poder explícito e
implícito de las clases dominantes” (Mazzeo, 2016 p.63.)
Son estas líneas fraseos (ojalá
no lanzados al “viento de la desmemoria”)
que pretenden dar sentido a algunas “conmociones”
que en el plano comunicacional aparecen en la recepción de mensajes u
alocuciones presidenciales del presidente Maduro y/o su gabinete
ministerial que, a mi manera de ver de
“puro espectador”, revelan las
¿confusiones? de lo que el aparato mediático del poder constituido
revolucionario (en la hibridez del partido revolucionario y el gobierno revolucionario)
entiende como expresiones del poder
popular.
No niego en ningún momento el
feroz asedio en clave bélica multiforme al que hemos estado sometidos como
proyecto histórico revolucionario bolivariano desde que a finales del año 1998
el presidente Hugo Chávez fue elegido como presidente y comandante en jefe de
las fuerzas armadas.
Muchas y dolorosas pérdidas reales y simbólicas ha asestado el
cobarde hegemón estadounidense en franca decadencia a nuestra matria hija de la
gesta independentista bolivariana de hace doscientos años. Trato de inundarme
de ideas, escribo y actúo en virtud de la conmoción que me representa no saber
ver como sujetos revolucionarios las inercias, las reiteraciones de enfoques
eurocentrados que impiden el afloramiento de vitales certidumbres que ofrenden
mayor nitidez y claras perspectivas de
acción militante en estos duros años de asedio.
El poder popular debe ser capaz de ensanchar en medio del “huracán”
al que estamos siendo expuestos, por
factores de la ultraderecha internacional y local, su
capacidad de desobjetivación o lo que es igual: su capacidad de subjetivación plural como acervo ardoroso de dignos
legados ancestrales levantados ante el oprobio que representó el expolio, la
colonización, la esclavitud y que ahora siguen vigentes a manera de
neocolonialismo y bursatilización de la vida perdurable y la suprema felicidad
que merecemos.
Son estas líneas fraseos para
atizar debate (ojalá no meramente retórico) en el seno de lo que pudiera
estarse repitiendo en la izquierda dogmática cebada en los “estribillos” de la
dura Guerra Fría del siglo XX donde una continua acción de la potencia bélica
estadounidense imponía una reacción la más de las veces homogénea parida de “arriba hacia abajo”, desde manuales
/”camisas de fuerza” permeados únicamente de racionalidad gnoseológica y pocas
veces filtrada a la luz de los plurales y particularísimos sentimientos,
visiones, deseos y esperanzas del pueblo oprimido.
Enmendar es vital, y, al decir
martiano “conocer es resolver” y esto, sin que me quepa duda alguna, partirá de múltiples focos de descolonización que terminen de destronar un
fuerte legado eurocéntrico en nuestras filas del poder constituido
revolucionario de hoy ¿anquilosadas? /cómodas con la manera de “enfrentar” la
guerra del capital contra los condenados de la tierra que pretende abrogarse
como “sus” sujetos.
¨Pueblo somos todas y todos” pareciera concluirse en las filas de
los que honda y profundamente creemos y trabajamos “desde adentro” en la materialización de la matria revolucionaria. ExigirNOS
pues como pueblo todo capaz de delinear formas, acciones libertarias para “seguir
diciendo más verdades a lo cierto” sin escamotearnos reflexiones duras
pero altamente vitales para la oxigenación y ensanchamiento del proyecto histórico revolucionario
bolivariano merecen, a mi humilde juicio, estas y otras tantas reflexiones,
para bien de las mayorías que entendemos que hemos sido, somos y seremos envión
de la fuerza y poder popular, poder y
fuerza constituyente para sí
cuando de fraguar y asumir la libertad plural y dignificante se trate ayer,
hoy, mañana y hasta la victoria siempre.
Redactado el 29 de febrero de 2020. 1:19 p.m.
El Amarillo, San Antonio
de los Altos, Estado Miranda.
Para descargar (en formato PDF) el libro “Introducción al Poder Popular (el sueño de
una cosa)” del escritor argentino Miguel Mazzeo en la edición de la
Fundación El Perro y la Rana, hacer clic en la siguiente dirección electrónica:
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