lunes, noviembre 11, 2019

Desmemoria y cenizas: Los otros incendios de la neocolonización extractivista.

A propósito de los 80 años del incendio ocasionado por la industria petrolera estadounidense en Lagunillas de Agua, Estado Zulia. Venezuela.


Por: MSc. Nicanor A. Cifuentes Gil/
Docente - Coordinador Regional PFG Agroecología Universidad Bolivariana de Venezuela.
Ecomilitante venezolano. Correo electrónico: ncifuentesg@gmail.com




A modo de resumen:

Desde una particular idea y praxis ecomilitante vinculada a los insumos dotados por la postura crítica descolonizadora y de la arqueología marxista latinoamericana se intenta contextualizar y ahondar sobre un evento trágico acaecido en la costa suroriental del Estuario/Lago de Maracaibo el 13 de noviembre de 1939 conocido como el incendio del pueblo de agua Paraute conocido como Lagunillas de Agua.

A partir de textos que han denunciado con antelación este hecho, donde sin duda hay una notable participación de las empresas petroleras estadounidenses con concesiones otorgadas por el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, pretendo hilvanar caracterizaciones de una espacialidad y temporalidad particular sesgada y soterrada por intenciones encubridoras de historiadores y poderes constituidos amparados fundamentalmente en la expansión del modo de vida capitalista extractivista de hidrocarburos y en desmedro de las poblaciones originarias de la etnia indígena añú así como de pobladores criollos y sus cosmovisiones ligadas a la ecosistémica lacustre estuarina.

Ubicar en detallado contexto la urdimbre multifactorial que llevó al arrase de un modo de ser y estar en la cuenca estuarino lacustre para apalancar la “acumulación por desposesión” propia del extractivismo capitalista en su fase dependiente a la matriz de combustible fósil, es objetivo fundamental de este ensayo, para así proyectar con ánimo de justicia y reparación a las y los pobladores afectados por este hecho una “otra visión” menos apegada a los poderes o actantes de ese entonces (80 años atrás) que impusieron la farsalia y la difamación como “falso positivo” con el cual posicionar, desde un imaginario de “culpas judeo cristianas”, el grave incendio, sus muertos, como obra accidental de una mujer “pecadora” y no como una
irresponsable y voraz manifestación de un eco y culturicidio a manos de una forma económica social capitalista encarnada en una empresa petrolera estadounidense adicta al extractivismo como manifestación de poder y como opción acumulativa de capital sin mayores compromisos con la vida y desapegada de toda ética y responsabilidad para con el país y sus habitantes originarios y criollos.

Tomo partido por la denuncia argumentada capaz de poner en perspectiva las fuerzas que de manera asfixiante hacen enclave en geografías tropicales plenas de elementos naturales (léase biodiversidad) y de poblaciones con menores capacidades de resistencia al “envión de arrase” dado lo asimétrico de la correlación de fuerzas en pugna sobre un espacio y un tiempo con diferenciados horizontes de sentido y de expresión cosmovivencial.

Son tareas que movilizan la intencionalidad de este ensayo:

1) Transcurrir en un recorrido temporal con el compromiso de revelar las diversas intencionalidades (tangibles e intangibles) vinculadas con el pueblo anfibio Paraute (castellanizado luego como Lagunillas de Agua) y su posterior y ya definitivo arrase provocado con intencionalidad premeditada vía incendio,

2) Ubicar en el “tablero” geohistórico cómo de una espacialidad para la expresión de la subjetividad y cosmovisión indígena añú mutó rápida y trágicamente a una “Zona de Sacrificio Nacional” ignorada, soterrada y poco denunciada.

No nada más pretendo denunciar y “acumular fraseo” sino más bien imantar necesarias acciones que erijan en lo sucesivo una justa reivindicación a los pobladores, a la historia insurgente zuliana y venezolana que somos para, de lo allí dolorosamente suscitado, poder con ensanchada conciencia sabernos expoliados por fuerzas que no comparten ningún vinculo con nuestra manera de ser y expresar, más que en clave de resistencia, dignas insistencias que tejan la otra historia que hemos sido y seremos como sujetos plurales, populares plenos de acervos cosmovivenciales de valentía y sabiduría.

4 cosas que debo decir”: Como si de aclaratorias se tratase:

1) Aclaro pues mi lugar de enunciación como investigador, docente y ecomilitante de un país atravesado por una cultura del petróleo y hago uso de la “caja de herramientas” que la praxis descolonizadora, insurgente y de arqueología marxista latinoamericana me/nos otorga(n) para despojarme/nos de ataduras lábiles ancladas a “convenientes y criminales conservadurismos” que ven en la objetividad y en el escaso “tomar partido ante hechos sensibles” la máxima y más aséptica manifestación de la cientificidad histórica.

2) En segundo lugar y más allá de auto - referencialidades esnobistas hago necesaria advertencia de que el estilo que me “brota” a la hora de “tejer ideas” no es el apegado a las frías y prefabricadas opciones estilísticas que se han venido empleando en los “papers” so pretexto de “no ser entendido”. 

3) Una aspiración a ser original y a ser denunciante desde “mi latencia” de lo que los argumentos, las evidencias me/ nos ofrendan mueve la telúrica tectónica de este “digno grito” que me moviliza como escritor urgido a “resolverme/nos en multitud” y a caminar la(s) palabra(s). Por tanto aspiro a imantar lectores desde una constelación de palabras y categorías (palabras de mayor abstracción, radicalidad y profundidad) producidas desde “mi pensar” poético, eco-militante “poblado” de una geo-lingüística zuliana particular (e irrenunciable) y,

4) Remuevo y atizo esta dolorosa historia, no porque la misma no haya sido denunciada con mayores tenores de reivindicación descolonizadora o porque no haya ayudado a desvincularnos de tanta farsalia inoculada ex profeso por los voraces capitales extractivistas, ahora tributarios del proceder imperialista como máxima expresión del capitalismo industrial; lo hago y lo aclaro, porque no hacerlo representaría para mí tributar desvergonzadamente no nada más a la farsalia y al luto erigidos por la iglesia católica (desde la culpa eterna al “pueblo que es consciente para sí”), la dictadura de Gómez (desde su cobarde y letal manifestación del patriarcado) y la inacabada y patética manifestación de avaricia de los poderes trasnacionales con Estados Unidos a la cabeza, sino a la juntera nefasta de estos factores que no son más que la manifestación tangible, dolorosa del proyecto civilizador que encarna la modernidad ecocida, racista, culturicida y patriarcal en nuestra matria venezolana nuestramericana.

Por querer aclarar me brotan, a manera de preámbulo, las siguientes interrogantes para ser luego, culminado el texto, asumidas:

¿Por qué, a 80 años, seguir de(s)velando este crimen al pueblo de Paraute (Lagunillas de Agua), al pueblo zuliano, al pueblo explotado de Venezuela?

¿Qué decir, qué sugerir desde lo vivenciado a 20 años de iniciado el Proceso conocido y asumido como Revolución Bolivariana en Venezuela?

¿Qué atizar en las nuevas generaciones ajenas/ desvinculadas a estas dolorosas experiencias toda vez que ya se entronizó la cultura petrolera y hoy nos estalla en la cara la abultada “dependencia” a modos de vida exógenos a nuestra esencia de pueblo?

¿Contra qué “muralla” revienta esta denuncia que pretende hacer memoria ensanchar conciencia para calibrar la justa dimensión del saqueo, de la permanente humillación, del incesante asedio y violación imperial hacia nuestra venezolanidad cimentada en maravillosas existencias libertarias pero también en pesados olvidos impuestos y subsidiados por la vida consumista, de sobrevivencia y desmemoria hacia “lo nuestro” como pueblo? 

¿Por qué tomar partido en contra de esta “historia” que nos han impuesto desde el saqueo, el odio racial y el cálculo de ganancias?

¿Comienzo? Ser indígena y ecosistémica en dinámico encuentro perdurable.

Un texto podría ayudarnos a ubicarnos espacial y temporalmente: “Los pobladores palafíticos de la Cuenca de Maracaibo” de la antropóloga Erika Wagner (1980). Allí, como bien se indica a los lectores de este texto de la Serie “Cuadernos Lagoven”, se representa la visión del arqueólogo - antropólogo aplicada a una cultura que hizo de la cuenca estuarino lacustre de Maracaibo su ambiente y del palafito su hogar.

Desde la información de .los primeros cronistas y posteriores estudiosos, Wagner describe la vida de los aborígenes de la zona, habitantes de uno de los sistemas ecológicos más singulares,el manglar. Me permito hacer uso de esta fuente, que también se alimenta de otras, para entender el ser/el estar del pueblo nación indígena añú en el cosmos estuarino lacustre de Maracaibo.


En este texto Wagner (1980) recoge e interpreta los resultados de las excavaciones arqueológicas conducidas de 1973 a 1975 en Lagunillas, evidencias de una cultura que floreció entre los años 480 y 210 A.C. y que se ubica entre las tradiciones cerámicas más antiguas del occidente venezolano. Por tanto es conveniente, en este transcurrir temporal al que les invito, a mi humilde juicio, detenernos en algunas “revelaciones” que ayudarán sin duda a entender y describir la “vida añú” (también conocida por la etnia indígena wayuú como “paraujanos”), únicos sobrevivientes, en la zona, de la cultura de los palafitos.

Señala bien Wagner cuando relata que “(...)de los cronistas y de la escasa información que proveen los investigadores modernos, se desprende que los paraujanos han sido tradicionalmente pescadores y recolectores sedentarios, siendo la caza de importancia secundaria como fuente de alimentación” (Wagner, 1980:18). Lo escueto como “denominador común” de estos diversos autores también está vinculado a otras dimensiones: “(...) No nos han dejado datos sobre la ecología de la región, ni especifican las especies que pescaban, recolectaban o cazaban” (Wagner,1980:18)

La única excepción la constituye Agustín Codazzi (1841) cuando nos dice en su obra “Resumen de la Geografía de Venezuela” que: “Los Zaparas, Aliles, Tamanares, Bobures, Toas, Quiriquires, Carates y Alcoholados, naciones y tribus habitaban alrededor y en las orillas del Lago de Maracaibo y Río Sucui (sic). Algunos restos existen todavía en la Laguna de Sinamaica, Lagunilla, Moporo y Ticaporo, en cuyos lugares hay varias familias reunidas que viven en chozas elevadas sobre horcones de vera en medio del agua. De estos pueblos anfibios se cuenta que para hacer la caza de los patos comenzaban por echar al agua muchas taparas. Cuando las aves acuáticas se acostumbraban á la vista de aquellas boyas, tomaban los indios otras semejantes en que metían la cabeza después de haber practicado dos agujeros proporcionados para los ojos.

Con este artificio se acercaban á los patos unas vezes á nado y otras caminando; pero siempre con disimulada lentitud, como si la tapara fuese impelida por el viento ó la corriente, y ya entre ellos, lo iban tomando por las patas y sumergiéndolos en el agua para asegurarlos por la cabeza á una cuerda que tenían atada a la cintura”. (Codazzi, 1841:256-257).

Más adelante el geógrafo destaca un dato revelador clave para entender el ser / el estar anfibio del pueblo indígena añú habitante de las aguas estuarino lacustres: “(...) El objeto verdadero de vivir en medio del agua, no es por la insalubridad del clima, como algunos han creído, sino para librarse de la plaga de zancudos y jejenes que abundan mucho en los terrenos circunvecinos sobrecargados de una lujosa vegetación” (Codazzi, 1841:256-257).

Cultura material y tecnología de los primeros habitantes de la Casa Árbol (los palafitos):

Ecosistema estuarino lacustre. Entre cocotales y bosques de manglar. Pueblo palafítico. Tomada de: Región Zuliana (2). Serie Estudios Regionales/Sistemas Ambientales Venezolanos. Estado Zulia. Maraven. 1980. p.16.

De las fuentes también se infiere que la cultura material y la tecnología de los añú han sido simples y que poseían una organización social no estratificada. Y para el año 1980 destacaba la arqueóloga y antropóloga Erika Wagner que “(...) No disponemos de información confiable sobre su sistema religioso tradicional. El tejido y la cerámica no eran conocidos entre Los Paraujanos y siguen fabricando cestas y esteras de enea y elaboran una serie de utensilios especializados para la pesca con arpones, lanzas y flechas” (Wagner, 1980:20).

La construcción de palafitos como viviendas está entre uno de los rasgos de vida aborigen que han conservado los añú y sus descendientes criollos. Estas viviendas descansan sobre pilotes de mangle u horcones de vera, resistentes a la acción constante del agua. Wagner (1980) destaca que “(...) el resto de los materiales de construcción clásicos eran las hojas de palma para cubrir los techos y esteras hechas de enea. Hoy en día con frecuencia prefieren utilizar tablas de madera en vez de esteras en sus paredes. Las casas son generalmente pequeñas y consisten en una choza que sirve de vivienda y otra contigua, abierta, que es la cocina. Los principales horcones de estas dos chozas se encuentran enclavadas en el fondo del lago a un metro debajo del nivel del agua. El piso de ambas está formado por una serie de varas o latas redondas que descansan sobre vigas fuertemente amarradas a los horcones y, entre una y otra, hay también
algunos estantes clavados en el fondo que sirven para dar mayor estabilidad al piso, el cual está aproximadamente a 1,20 metros sobre el nivel del agua. El techo de los palafitos es de dos aguas, de 45 grados de inclinación. La choza que sirve de vivienda está forrada por los cuatro lados por esteras y la puerta es usualmente una abertura de 1,20 metros por 0,70 metros, la cual se cierra por medio de otra estera Usualmente las viviendas son de 3,60 a 4 metros de ancho por 4 a 5 metros de largo y la altura es de dos metros. Existen algunos palafitos más grandes cuando el número de personas que integran la familia es mayor” (Wagner, 1980:20).

Importante pues no perder de vista que hablamos de comunidades acuáticas con viviendas construidas en hileras regulares cerca de la orilla lacustre estuarina separadas por unos canales de ocho a diez metros de ancho, “(...) aunque a veces están conectadas por una estrecha tabla o maroma que sirve de puente a través del cual se desplazan los ancianos y las mujeres, utilizando una vara larga que apoyan en el fondo del agua” (Wagner, 1980:20).

Los pobladores palafíticos criollos. 

Señala Wagner (1980) que además de los indígenas añú existen algunos pueblos palafíticos criollos en la Cuenca de Maracaibo. Logra citar la autora las viviendas lacustres de Santa Rosa de Agua en la orilla occidental, San Timoteo, Motatán del Lago, Ceuta y Tomoporo de agua en la costa oriental y Concha en el sur del lago, específicamente en la desembocadura del río del mismo nombre. La construcción de viviendas sobre el agua no es caprichosa y se debe a varios motivos: posibilidad de obtener fácilmente el agua lacustre o fluvial, facilidad de pescar desde la propia vivienda o desde los puentes que comunican las diversas viviendas del poblado y el poder utilizar fácilmente las aguas como medio de comunicación por medio de las embarcaciones.

Pueblo palafítico (no identificable) de la cuenca estuarino lacustre de Maracaibo, Estado Zulia.
Venezuela.


Recorrer la historia: Entender profundas transformaciones en el espacio y sus habitantes.

Otear en la(s) historia(s) vinculadas con el inmenso y particular ecosistema lacustre estuarino de la Cuenca de Maracaibo no es tema central de este ensayo pero ayudaría saber que lo que abunda es en todo caso los registros y referencias escritas a partir del siglo XV descontándose de tajo por considerarse inferiores en la visión de mundo eurocentrada las oralituras, las simbologías tangibles e intangibles. Este asimétrico sesgo obliga a destinar sensibles y rigurosos esfuerzos para volcar la atención sobre dimensiones, gestos, visiones de mundo mutiladas cuando no borradas por el avasallamiento colonial eurocéntrico. 

En ese “envión” se inscribe este ensayo y, dejando momentáneamente la relatoría del pueblo indígena añú y su cultura acuática menester es pasar a hablar, de cómo, posteriormente a los siglos de duro y trágico vínculo con los conquistadores ibéricos y su patológica cosmovisión expoliadora, la zona del Lago/Estuario participa en diversos hechos históricos que finalmente llevan a Venezuela a la vida republicana, destacándose la Batalla del Lago, ocurrida en 1824, la cual selló definitivamente la Independencia. En el siglo XX, y he aquí una arista clave de lo que abordaremos con mayor ahínco, con el surgimiento de la “era petrolera” la vida del Lago/Estuario sufre profundas transformaciones en todos los órdenes. Surgieron pueblos donde quiera que se alzó una cabria 2 ; una corriente humana incontenible inundó sus orillas, gente venida de todos los rincones de Venezuela y del exterior; el Zulia periférica y muy asimétricamente se incorporaba, definitivamente, a la economía extractivista mundial y casi perdió su identidad como pueblo.

Evidencias arqueológicas.
El Yacimiento Lagunillas:

Un yacimiento arqueológico es capaz, sin duda alguna y a partir de la evidencia sabiamente descrita, ofrendar aportes invaluables que permiten reconstruir desacoplados períodos espacio - temporales por donde el ser humano como especie ha desplegado existencias y generado culturas vinculadas a la ecosistémica local. 

Durante 1972 y 1973, años en que se iniciaban las excavaciones en la región de Lagunillas y Bachaquero (del otrora Distrito Bolívar del Estado Zulia), se desconocía por completo la arqueología de la costa oriental del Lago. En ese sentido considero ilustrativo los aportes que ofrenda la antropóloga y arqueóloga Erika Wagner cuando nos describe el yacimiento Lagunillas: “(...) Lagunillas (...) se caracteriza por una cerámica muy elaborada, distinta a Bachaquero, en la cual los artesanos enfatizaron la decoración plástica, muy rica en formas y motivos decorativos. Esta cerámica difiere de la tradición Dabajuroide y de Zancudo y otras fases
del sur del Lago de Maracaibo establecidas por Sanoja y sus asociados (Sanoja, 1970) Lagunillas no sólo constituye una nueva fase arqueológica para la cuenca de Maracaibo, sino que representa por ahora el poblado palafítico más antiguo excavado del país (...)” (Wagner, 1980:35-36)

Vista aérea de Lagunillas. circa de 1980.
El yacimiento arqueológico está al fondo en el área desprovista de vegetación.
Tomado de: Los pobladores palafíticos de la Cuenca Maracaibo. (Wagner, 1980).
Cuadernos Lagoven. p. 34.

Es importante acotar que “Como el yacimiento estuvo bajo el agua por mucho tiempo, la cerámica de Lagunillas estaba húmeda, blanda, fragmentada y desgastada por la acción acuática. Esta cerámica estaba asociada con carbón quemado, raíces de mangle y, donde la preservación era adecuada, con fragmentos de madera quemados. Los restos de madera, el hecho de que el yacimiento estuviera bajo el agua antes de la construcción de los diques y la presencia de restos de palafitos cercanos al yacimiento pertenecientes a un poblado palafítico de unos 350 años de antigüedad (en base a dos fechas radioactivas obtenidas del lugar), permiten sugerir que la población aborigen precolombina de la fase Lagunillas también vivió en palafitos” (Wagner, 1980:36)


El Yacimiento de Lagunillas y restos de palafitos más recientes. Tomado de: Los pobladores
palafíticos de la Cuenca Maracaibo. (Wagner, 1980). Cuadernos Lagoven. p. 37

Estamos pues en presencia de un importante hallazgo revelador que permite entender en justa dimensionalidad el poblamiento de esta región asumida hasta hace poco (finales del siglo XX) como inexplorada e inhóspita, terra incógnita donde todo comenzó con la llegada del boom petrolero.

Estamos ante una presencia aborigen acuática que fue estableciendo nexos vitales con la geografía lacustre estuarina que le daba sustento: “A lo largo de la costa del lago, hacia el suroriente, había cuatro pueblos indígenas, “pueblos de agua” que son Lagunillas, Misoa, Tomoporo y Maporo, los cuales eran indios libres, de doctrina, a cargo de un cura y, por ello, no entraron en ellos los capuchinos navarros en el siglo XVIII. También informan las fuentes (Vila, 1970) que los indígenas que moraban en Lagunillas producían petates con los cuales comerciaban. La vegetación de la ribera lacustre les proporcionaban con sus juncos la materia
prima. Ya para 1651, figuraba entre otras poblaciones del Lago, “La Laguna”, hoy Lagunillas, punto intermedio de las comunicaciones entre Gibraltar, las tribus de Los empalados y otras de las regiones de Mérida y Trujillo” (Wagner, 1980:38-39)

El petróleo irrumpe en el paisaje cultural y ecosistémico.
El campo petrolero:

Localidad de Paraute, conocida como Lagunillas de Agua. Tomada de: Región Zuliana (2). Serie Estudios Regionales/Sistemas Ambientales Venezolanos. Estado Zulia. Maraven. 1980. pp.62.

De la constatación y evidencia de los primeros pobladores, aborígenes, de la espacialidad Paraute conocida luego como Lagunillas de Agua; de la presencia y reproducción de un modo de vida cultural anfibio vinculado a la ecosistémica estuarino lacustre pasamos a la violenta irrupción de la aparición del petróleo en la región occidental venezolana. La antropología del petróleo definida con nitidez por el escritor venezolano Rodolfo Quintero (1976) nos señala: 

“Los primeros campamentos o centros de operación regionales de las compañías extranjeras explotadoras de hidrocarburos nacionales, se instalan en el occidente del país. Surgen con el nombre de campos petroleros en el Estado Zulia principalmente poblados por campesinos pobres de la zona que huyen de las haciendas vecinas y grupos de indios guajiros sin trabajo. Actores, sin saberlo, en un proceso de cambio de mayor complejidad de adaptación de grupos humanos de culturas rurales a condiciones de vida urbana”. (Quintero, 1976:80).

La hibridación o la mutación progresiva/drástica de los pueblos indígenas y su cultura de pueblo acuático en asentamientos humanos criollizados (también habitantes del lago en viviendas palafíticas) pronto vio aparecer en la propia localidad de Lagunillas de Agua inéditas manifestaciones del “ser venezolano” que, configurado en grandes oleadas de seres humanos, llegó en busca de mejores condiciones de vida buscando en la “bulla del oro negro” salir de las asfixiantes condiciones en las que el “mal gobierno” desnacionalizado de Juan Vicente Gómez sumió al campo y al campesinado venezolano.

A propósito de esto Quintero (1976) señala “Porque la dinámica y los rasgos culturales de los campos petroleros se diferencian de los que caracterizan a los denominados centros urbanizados sociales que se distinguen unos de otros por los niveles y estilos de vida. El campo petrolero no se identifica con la organización y las autoridades políticas – administrativas existentes en el territorio donde está enclavado- (Estado, Distrito, Municipio, Caserío), pero se vincula. En su actividad cotidiana elementos de cultura distintas en contacto se oponen y al mismo tiempo tienden a interpenetrarse. Las personas que lo habitan pertenecen al campo petrolero y actúan de acuerdo con normas de conducta propias que se aplican constantemente. Se les crean modos de participar, creencias que contribuyen al mantenimiento del orden y la estabilidad del campo: El poder de los que mandan tiene expresión en composturas y formas definidas de ejercer la autoridad: En sentido general, la comunidad del campo petrolero puede ser tenida como una institución. Una institución colonialista.” (Quintero, 1976:80).

Resulta necesario develar cómo fue por tanto el desmantelamiento, culturicidio perpetrado contra el pueblo indígena añú habitante de estas espacialidades estuarino lacustres de la cuenca de Maracaibo. De escasamente trascender las pretéritas violencias de siglos anteriores donde la conquista del invasor ibérico impuso su ley y lógica a la violenta y aturdidora materialización de una insospechada neocolonización vía “empresas petroleras gringas” más erosiva y con mayor capacidad de lesionar el imaginario cultural y la ecosistémica local.

Quintero (1976) ya nos hablaba de esa institución colonialista “Económica y política por cuanto cumple la función de asegurar la acción colectiva de sus miembros bajo la autoridad de una empresa poderosa dirigida desde la metrópoli, que dispone de reglamentos e impone sanciones para conseguir mayor productividad mediante el esfuerzo de todos. Organizada para que el trabajo de los hombres rinda al máximo. Institución que deteriora normas de unas culturas e impone dictados aunque provoque conflictos con las concepciones y definiciones de los pueblos en los que influye. Además el campo petrolero es una efectiva herramienta que sirve a capitalistas extraños para construir y conservar estructuras de clases, de explotadores y explotados; armazones sostenidas jerárquicamente por jefes y administradores” (Quintero, 1976:81).

Lagunillas de Agua no escapa cultural, social y políticamente al nuevo y huracanado influjo de intereses acumulativos de capital (nuevas guerras tangibles e intangibles) que de modo multifactorial fácticamente imponen lógicas, desplazan visiones y erigen subjetividades y praxis que en nada se interesan en producir o reproducir la vinculación que el indígena añú o el pescador criollo (habitantes de los palafitos y el estuario lago) hasta hace poco eran capaces de erigir para vivir. Es importante “ir de la mano” de las nítidas expresiones del antropólogo venezolano Rodolfo Quintero (1976) toda vez que su palabra comprometida de(s)vela la mucha “oscurana” volcada en la relatoría histórica derivada de aquí en lo sucesivo sobre los trágicos acontecimientos que como pueblo vinculado a la naturaleza comenzaríamos a sufrir desde la irrupción del oro negro y, más exactamente, desde la aparición de la avaricia de los gringos por este particular hidrocarburo presente en nuestro suelo y en nuestras aguas.

¿Y qué va a ser un campamento petrolero? Responder esto con rigor más allá de una institución colonialista, que es ya desafío cognitivo y tarea intelectual académico militante mayúscula, es entender esta erosiva espacialidad del capitalismo como un “Centro de perturbación de comunidades cercanas por su tendencia a la acumulación de capitales, tierra y fuerza de trabajo que atrofia a sectores económicamente débiles: pequeños propietarios y comerciantes modestos que terminan dependiendo del campo petrolero, formando reservas de mano de obra disponible según los planes de las compañías” (Quintero, 1976:81).
Obra plástica del artista plástico zuliano Mario Cárdenas (2004). (s/t).


Atrofiamiento, malestar y conflicto:

Ante las situaciones conflictivas que se generan toda vez que irrumpe un modo de vida totalmente contrario al modo de vida vinculado con los ciclos de la ecosistémica local es bueno acotar con Quintero (1976) que “La fisonomía del campo petrolero choca con patrones de vida establecidos desde hace largos años; el campesino convertido violentamente en obrero es afectado por las nuevas relaciones que se le imponen, adopta naturales posiciones de reserva y de crítica ante los procedimientos de los jefes extranjeros y los valores que representan” (Quintero, 1976:82-83). 

Toda la gran riqueza cultural, la pericia como individuos insertos en una cultura menos jerarquizada y mejor acoplada a los ritmos estacionales de la naturaleza se ve quebrada por completo cuando se impone como “camisa de fuerza” una jerarquización que asimila a pescadores, campesinos a la condición de obreros asalariados. Es la institución colonialista de la empresa petrolera la que inicia este vuelco y la que constituye, en la espacialidad del campo petrolero (y de manera abrupta a escala nacional) el sistema de clases de la sociedad regional y nacional.

Los pobladores ahora “Instituyen la clase obrera: venden fuerza de trabajo y crean plusvalía para otros; trabajan para otros y devengan salarios. Al comienzo aportan la fuerza de sus músculos únicamente, puesto que desconocen las técnicas propias de la industria petrolera. Después se califican, asumen grandes responsabilidades al manejar instrumentos de alto valor. Pero continúan integrando el mismo grupo social: son obreros” (Quintero, 1976:83).

En relación a las conflictividades y “adaptaciones” propias de la sobrevivencia a las que se ven obligadas a participar, sin opción alguna, los pobladores de estos campos petroleros podemos decir, respaldados en el diáfano análisis antropológico de Quintero (1976) que los “Trabajadores criollos y los nacidos en las Indias occidentales por ejemplo forman parte de una misma clase social. Pero éstos con mejor entrenamiento en el manejo de las técnicas propias de la explotación de petróleo y dominio de la lengua inglesa, constituyen un estrato diferente. Sin embargo, por tener la piel de color negro son despreciados por los jefes de piel blanca. Por eso los sistemas de estratificación ocupacional, racial u otros no expresan la verdadera estructura social del campo petrolero, sino su apariencia. (...) Los primeros conflictos inter – clase tienen carácter económico fundamentalmente; Se originan en la dinámica de sus relaciones en el proceso de producción. En 1925 los trabajadores del campo Mene Grande demandan aumentos de salario y se declaran en huelga; el movimiento se extiende y paraliza la industria en toda la zona costera del Distrito Bolívar del estado Zulia. Más de cinco mil hombres al abandonar el trabajo hacen colectiva conocer la decisión colectiva de no volver a ocupar sus puestos si no cuando las compañías paguen más. Cinco días después de iniciarse el movimiento los empresarios acuerdan pagar siete bolívares diarios en vez de cinco. La actividades se reanudan” (Quintero, 1976:84). 

La cotidianidad en un campo petrolero.
El malestar como sistema de vida perpetuado por factores exógenos al obrero petrolero:

Imagen de un pozo petrolero en las aguas del lago estuario de Maracaibo. Estado Zulia,
Venezuela, circa de 1960.

Al decir altamente esclarecedor del antropólogo Quintero (1976): “La falta de planes de recreación constructiva por parte de las compañías petroleras hace que los trabajadores visiten con frecuencia los expendios de licores y centros de prostitución que forman un anillo de corrupción alrededor del campo” (Quintero, 1976:84). Aquí nunca tuvo mayor nitidez la idea de un “cerco” que se hacía en derredor al otrora pueblo palafítico Paraute (conocido como Lagunillas de Agua), inocente de estar erguido sobre las aguas que, silentes, guardan en su seno un grade y apetecible cúmulo energético de petróleo. En esa cotidianidad donde las relaciones humanas, económicas asimétricas imantan hacia prácticas de corrupción y sobrevivencia no puede escamotearse que “Bajo la acción del alcohol, explotadores y explotados entran en contacto y se refieren a cuestiones distintas a las del trabajo rutinario. Se relacionan de forma que resulta imposible en el interior del campo petrolero, donde los criollos no pueden acercarse a las zonas residenciales de los extranjeros que viven replegados sobre sí mismos, en guardia, afirmando en nuestro territorio estilos de vida propios de sus culturas” (Quintero, 1976:85).

Qué imaginarios, qué visiones de mundo entran en colisión durante estos momentos “otros” ajenos a la relación patrón – obrero merecen mayor comprensión para poder acercarnos a lo que más adelante describiremos como un hecho trágico fomentado por la idea/praxis manejada desde las empresas petroleras con concesiones en suelo venezolano, de ver a los no estadounidenses como “seres inferiores” sujetos a los dictámenes que literalmente tributen a una mayor acumulación de ganancias producto de la actividad extractivista. 

Pudiera verse esta actitud discriminatoria del jefe gringo como un “privilegio” aplicable con mayor fuerza en los dominios del campo petrolero y con menor “margen de maniobra” fuera de él. En virtud de esto: “El jefe extranjero es en el campo un productor de órdenes para el criollo. 

Y éste es un cumplidor de esas órdenes. Actuar de otra manera disgusta a los “musiúes” y puede significar el despido del trabajador y hasta su inclusión en la “lista negra” que descarta toda posibilidad de trabajo en la industria del petróleo. Por su parte el criollo vive también en guardia; acumula temores y odios” (Quintero, 1976:85).

“Principalmente las noches de los sábados, los pobladores del pequeño y privilegiado mundo de los “extranjeros blancos” visitan los centros de diversión frecuentados por gran cantidad de criollos. En las mesas de juego y salones de bailes se reduce la distancia social entre unos y otros. Todos beben cantan, se emborrachan y se reparten los favores fáciles de mujeres que se distinguen por apodos relacionados con aspectos del trabajo petrolero: “La Tubería”, “Las Cuatro Válvulas”, “La Cabria”, “La Remolcadora”. Todo marcha en apariencia bien, hasta que alguno de los “musiúes” hace alarde de su poder y riqueza, o un nativo impulsado por el efecto de buen número de cervezas consumidas, se decide a cobrar atropellos de que ha sido víctima en el lugar de trabajo. “El Hijo de la Noche”, “El Dragón de Oro”, “La Media Luna” y otros cabarets de la zona petrolera son escenarios de constantes escándalos, de riñas sangrientas donde participan fornidos margariteños, empleados de confianza de las compañías, policías, maracuchos de temible habilidad cuando de usar la peinilla se trata” (Quintero, 1976:85-86). 

“Sembrado en territorio venezolano, compuesto por personas desintegradas de la sociedad nacional, el campo petrolero extiende constantemente su influencia. La cultura del petróleo ajusta a sus normas las subculturas criollas. Coexisten estilos de vida diferentes: los tradicionales o legítimos que se nutren de adentro hacia afuera, y los artificiales que lo hacen de afuera hacia adentro. La cultura del petróleo presiona las culturas rurales para que modifiquen su escala de valores, hábitos y pautas. Provoca transformaciones que dan lugar a un estado de ansiedad colectiva y de conflicto, donde juegan sentimientos nacionalistas” (Quintero, 1976:86).

Es importante no perder de vista la condición operante en el ser que se integra a la dinámica esclavista del campo petrolero. Llegar a entender esto permitirá tener una mayor nitidez de los que acontece en el corazón de las familias asociadas a estas zonas de producción petrolera insertas en el propio Estuario Lago de Maracaibo. Los trabajadores petroleros, “Por su aislamiento geográfico, por trabajar y vivir en un ambiente muy particular (...) se limitan a preocuparse y defender sus intereses específicos; este es un rasgo del grupo que forman, casi sin informaciones sobre las condiciones de vida y de trabajo de los grupos de trabajadores de las demás regiones del país. Tienen un universo reducido: el número de hectáreas ocupadas y explotadas por las compañías extranjeras donde prestan servicios. Ignoran su condición histórica de destacamento principal de una clase social embrionaria; no tienen conciencia   de su misión. Carecen de una ideología que, derivada de su existencia social exprese intereses definidamente clasistas” (Quintero, 1976:87). 

De las aldeas palafíticas, otrora espacialidad de vida de pobladores de la etnia indígena añú y luego criollos, a los campos petroleros del naciente siglo XX muchas son las tensiones acumuladas, mucha la erosiva cultura avasallante impulsada por la aparición repentina de pobladores extranjeros con otro idioma, otra visión de mundo, otros medios y pericias para erigirse como poder en la “zona de explotación”.

La actividad comercial extractivista de petróleo, ajena al vínculo que los venezolanos de “hasta hace poco” tenían con la pesca, la caza o la agricultura local, imanta como vórtice a prácticas culturales de sobrevivencia no nada más a individuos sino a todo el conglomerado humano “atraído” con escasos márgenes de superar o hacer reversible este duro envión “desarrollista”. 

Las ciudades petróleo, ciudades satélite son mutaciones producto de la nueva espacialidad capitalista en curso. En este sentido y luego de una detallada descripción antropológica del surgimiento de estas ciudades nos refiere Quintero (1976): “Hay ciudades petróleo que se extienden hasta los límites del campo petrolero, pero éste les cierra el paso, desvanece sus aspiraciones de crecimiento. El campamento no se confunde con la ciudad y rechaza todo intento de invasión por parte de ésta. Porque el campo petrolero es un organismo social y técnico definido, estructurado, que cumple funciones de dominio económico y cultural” (Quintero, 1976:90). 

Inevitable al llegar a este punto no hacer referencia a lo que pudiera estar aconteciendo con el territorio explotable de Lagunillas de Agua en la costa oriental del Estuario Lago de Maracaibo. Es esencial revisar con mayor ahínco la necesidad del capital extranjero de expandir su poder acumulativo con la extracción de petróleo y cómo esa necesidad pudo haberse visto limitada por la presencia de todo un pueblo palafítico ubicado justamente encima de la concesión petrolera.

Es importante históricamente no perder de vista qué factores mediatizados (y qué otros soterrados por entrar a la dimensión de lo “políticamente incorrecto”) llevaron a que en el año de 1937, ya desaparecido Juan Vicente Gómez y entrado en el gobierno el General Eleazar López Contreras, se diese el decreto de creación de la ciudad petrolera “en tierra” conocida posteriormente como Ciudad Ojeda. De no haberse activado con efectividad este desplazamiento de los pobladores en ese año a qué factores pudiera adjudicarse:

  • ¿Desmotivación de los pobladores acostumbrados a toda una vida sobre las aguas y con una “otra cultura” menos confiada en las falsas promesas del bienestar social propio de los tecnócratas de la industria petrolera en conjunto con autoridades gubernamentales subalternas al poder foráneo?,


  • ¿Inviabilidad del decreto del año 1937 toda vez que avanzar en la creación de la nueva ciudad con los mínimos servicios para garantizar su habitabilidad resultó un desafío muy “cuesta arriba” para la empresa estadounidense más interesada en expandir sus ganancias?


Acercándonos ya un poco más al trágico evento del 13 de noviembre del año 1939, gran parte de las explicaciones hasta ahora esbozadas convergen en la necesidad de acoplar las aristas dispersas que pudieran ayudar a entender en justa dimensionalidad lo acaecido no nada más como accidente provocado por individuos de “dudosa reputación moral” a los “ojos contralores” de la iglesia y los poderes fácticos de la “sociedad petrolizada y pro-yanqui” de esos años, sino más bien como un “falso positivo” deleznable diseñado con intereses meramente mercantilistas propios de la empresa Venezuelan Gulf Oil Corporation con la concesión petrolera en respuesta a las políticas establecidas por el lopecismo hacia las compañías en un momento de efervescencia nacionalista post Gómez. 

El investigador Escala (2016) en el ensayo “Petróleo, compañías y Estado: discusiones ideológicas y política petrolera durante el gobierno de Eleazar López Contreras (1936- 1941)” nos revela que “El año de 1936 marcó la apertura política de Venezuela. Intelectuales, partidos y funcionarios del gobierno debaten sobre los rumbos que debe seguir la nación tras la desaparición de la dictadura de Juan Vicente Gómez. El gobierno de Eleazar López Contreras inició en materia petrolera un lento pero importante plan de reformas con el fin de lograr mayor participación del Estado en materia de hidrocarburos. La huelga obrera de 1936 y las condiciones de trabajo dentro de los campos incentivaron también la introducción de mejoras en esta materia. Las reformas petroleras implantadas durante ese período (1936 - 1945) ocasionaron de forma tenue pero irreversible el desmantelamiento del poderío de las compañías extranjeras en nuestro país y una base jurídico-política a seguir por el gobierno sucesor de Isaías Medina Angarita, desembocando en la celebérrima Ley de Hidrocarburos de 1943” (Escala, 2016:9).

Sin duda hay y habrá visiones encontradas sobre el rol que los gobernantes a escala nacional ejercieron sobre la política petrolera la más de las veces “nariceada” por el capital trasnacional estadounidense. Entre las visiones encontradas destacan las positivistas y las marxistas, estás últimas nunca alcanzaron la toma del poder debido a la fuerte represión y limitaciones que mermaban los ya escasos márgenes de maniobra política a los miembros del Partido Comunista de Venezuela (PCV) de ese entonces. No es objetivo de este ensayo llegar a niveles de detalle en la conformación de una nueva correlación de fuerzas entre el Estado Venezolano (muy permeado de la cultura del petróleo) y las compañías petroleras estadounidenses dueñas de la tecnologías y siempre amparadas en un poderío militar mucho mayor y a su entero favor, sin embargo, destinaremos puntuales párrafos a acercarnos a ese “nodo histórico” de “entronque multifactorial” que representó la muerte de Gómez y el traspaso de su poder a las manos de López Contreras. Señala Escala (2016) que “A partir de 1936, muerto Gómez y con el terror hacia su régimen, Venezuela entró en una reestructuración política reformista. El gomecismo sin Gómez, es el eslogan que mejor define la administración de López Contreras, pues pervivieron, con alguna alternancia, los letrados y políticos del antiguo orden” (Escala, 2016:10).

Con López Contreras, el positivismo como filosofía política del Estado intentará mantener la legalidad y la pervivencia del Estado liberal – burgués. Se nos revela una reaccionaria “visión de gobierno”. Cuando revisamos en retrospectiva su gestión gubernamental, puede identificarse la imposibilidad de pensar los derechos políticos plenos ya que existía un factor determinante: “el comunismo, ideología atacada y temida por los liberales del gobierno. Se pensaba que abrir la puerta franca a las libertades políticas daría a los comunistas los instrumentos necesarios para sovietizar el país. El pueblo, carente de educación para los personeros del lopecismo, era fácil de seducir a revoluciones violentas”. (Escala, 2016:11). 

Sabemos por esta argumentación histórica de Escala (2016) que la teoría sociológica (fabricada a lo largo del régimen dictatorial de Gómez) conocida como “Cesarismo Democrático” se vio obligada, por las circunstancias post – Gómez, a avanzar hacia una “transición” concebida como “Republicanismo Bolivariano” misma que fue una argucia política cuya doctrina hizo frente al comunismo (principal interés para mantener un status quo) manipulando la inclinación sincera del pueblo venezolano a la autoridad moral del padre Libertador Simón Bolívar.

Para febrero del año 1936, en virtud de una fuerte concentración popular en la Plaza Bolívar de Caracas, se da la primera manifestación coordinada y organizada que enfrentaba al gobierno por la defensa de los derechos ciudadanos. La opción del presidente encargado López Contreras fue abrir una transición sin desplazamiento político de la clase gobernante. La protesta motivó a que una semana después de la concentración (el 21 de ese mes de febrero) se presentará el llamado Programa de Febrero, en el cual el ejecutivo restablecía las garantías constitucionales y señalaba el rumbo a tomar en lo económico social y político. De todo esto, a mi humilde parecer, tomaba detallada nota el capital petrolero foráneo. Las acciones en consecuencia no habrían de esperarse.

En ese sentido: “La defunción de Juan Vicente Gómez y el cambio reformista – moderado de López Contreras abrirá el camino para un nuevo tipo de relación entre el Estado y las compañías. Después que el lopecismo se comprometió aflojar las mordazas de la censura, los adversarios de la política industrial petrolera practicada hasta entonces pudieron hablar y atacar los manejos turbios del antiguo régimen. La conducta, beneficios y fraudes de las compañías durante el gomecismo se volvieron punto central de la crítica en la materia” (Escala, 2016:13). 

“El gobierno, remodelando las relaciones estatales con las compañías, consagró un nuevo sistema de licitaciones. En las concesiones adjudicadas entre 1936 y 1937 los impuestos de exploración fueron aumentados un 100%, mientras que los de explotación 15 veces el mínimo fijado por la ley 5 . En la ley de Hidrocarburos y demás minerales combustibles de 1938, el Estado quedaba facultado a intervenir directamente en el negocio petrolero (art 2.). El impuesto de exploración también aumentó cuarenta veces, hasta cuatro bolívares por hectárea (art. 4) y el impuesto inicial de explotación ocho bolívares por hectárea (art. 36). En 1937, intentando salvaguardar la pesca, se sancionó la ley de vigilancia para impedir la contaminación de las aguas por petróleo, que penaba a las compañías con multas entre cien a cinco mil bolívares, según la gravedad de la falta (art. 12); mientras que en lo laboral, la ley del trabajo de 1936 mejoraba las condiciones de los trabajadores y permitía, con restricciones, la organización sindical” (Escala, 2016:13).

La convicción y praxis de la política liberal – burguesa que “anidaba” en los lineamientos políticos del lopecismo luego de la muerte de Gómez aspiraban, “por primera vez la idea una participación más justa para el estado con la finalidad de estimular, con los recursos obtenidos un proceso de industrialización nacional. (...)En otras palabras, usar la renta para estimular el capitalismo endógeno con la producción manufacturera y agrícola en reemplazo de la política importadora del Estado (...)” (Escala, 2016:13-14).

La respuesta “soft” de las empresas petroleras estadounidenses frente al escenario político del lopecismo: Decía en líneas previas que las compañías petroleras estadounidenses “tomaban nota” detallada de los acontecimientos en despliegue y, en virtud de estas “causas”, surgieron estos puntuales “efectos” más mediatizados en aquel entonces: “las empresas, obligadas frente a las nuevas medidas legales, intensificaron sus inversiones en infraestructura y servicios para los obreros; además en el campo cultural, con el surgimiento de las revistas La voz del lago, Petroriente, Farol, Revista Shell y Tópicos Shell. El deporte también fue promovido por las compañías. Con estas acciones los consorcios petroleros buscaron adaptarse, en una época de efervescencia nacionalista, a las normativas impuestas por el Estado y la opinión nacional. No podían seguir manteniendo su imagen de cómplices de la dictadura y saqueadoras de la riqueza nacional; necesitaban mostrarse como bastiones del crecimiento material y cultural de la nación venezolana” (Escala, 2016:14).

No todo es confrontación contra el injerencismo gringo: El capitalismo “ordena” todo. Señala Escala (2016) un aspecto que no debe perderse de vista en relación al “margen de maniobra” que el lopecismo tuvo frente a las compañías petroleras foráneas, fundamentalmente estadounidenses, y cómo no todo puede verse como un completo programa desmantelador de la “injerencia gringa” en nuestro principal rubro económico:“(...) algunas acciones gubernamentales fueron inseguras y de poca conflictividad con los intereses más gruesos de las compañías. No podía ser de otro modo, si tomamos en cuenta las condiciones y el poder detentado por las empresas petroleras desde los años 20. El Estado no podía derribar de golpe una estructura jurídica – económica armada y sostenida por la prolongada dictadura gomecista. Había intereses en juego tanto para los trust petroleros como para la burguesía nacional que ocupaba los espacios políticos. Ambos dependían entre sí. Por un lado las empresas no se veían fuera de un mercado tan provechoso como el venezolano, por otro, la burguesía, que no necesitaba el petróleo bajo el suelo sino convertido en recurso fiscal, no podía prescindir de unos capitales de suma importancia para la tecnificación e industrialización del país. Debido a que el Estado no contaba con el desarrollo tecnológico para explotarlo, se vio en la necesidad de frenar cualquier política petrolera que representase un descalabro para las compañías explotadoras de crudo; a fin de cuentas, ellas eran las que permitían al Estado disfrutar de la renta petrolera, la cual pasó de siete millones de dólares en 1930 a veinticinco millones de dólares en 1940” (Escala, 2016:14).

El incendio en Lagunillas de Agua: 13 de noviembre de 1939

Localidad de Paraute (Lagunillas de Agua). Nótese el incendio al fondo.
13 de noviembre de 1939. Estado Zulia, Venezuela.

Los pulsos entre la política económica del lopecismo, con una fuerte inercia del gomecismo que le antecedía en tiempo y pericia aunado a las compañías petroleras estadounidenses representan un importante aspecto para dar contexto a un hecho puntual y trágico que es el, digámoslo así, el corazón de este ensayo: El incendio de Lagunillas de Agua el 13 de noviembre del año 1939 que, según referencias previas y rigurosamente distanciadas de lo “pregonado acomodaticiamente” por la prensa y los poderes constituidos de entonces formó parte de “(...) un desplazamiento forzoso y etno-genocidio petrolero contra el pueblo AÑÚ de PARAUTE” (Finol, 2015). 

Acompañar esta aseveración valiente por encima de la atávica y patriarcal versión difundida por la compañía Venezuelan Gulf Oil Corporation y el lopecismo pretende de(s)velar la “operación” de “falso positivo” establecida por los poderes constituidos (incluida la iglesia católica) con el fin de ensanchar la explotación de crudo (primordial interés del capitalismo extractivista); obtener mayor “rentabilidad fiscal” de dicha explotación (primordial interés de la “burguesía nacional”) y restarle cabida, con este trágico y “necrofilico” suceso, a las acciones cada vez crecientes, de organización y luchas reivindicativas por parte de los obreros petroleros ante las inmensas injusticias vinculadas con la explotación de la fuerza de trabajo por parte de las compañías petroleras estadounidenses: “(...) los trabajadores, cada vez más crecientes ante la expansión de la industria, tuvieron un importante rol como agentes de presión con la huelga petrolera de 1936-1937 y la creciente organización sindical” (Escala, 2016:20).

Revisando con detenimiento el esclarecedor texto del investigador zuliano Yldefonso Finol (2015) podemos recuperar una soterrada descripción contextual  sobre la espacialidad Paraute criollizada a la referencia de localidad Lagunillas de Agua: 

“Las Noticias Historiales de Venezuela de fray Pedro Simón, los textos de Oviedo y Baños, las relaciones del obispo Mariano Martí, y las densas investigaciones del Hermano Nectario María, dan cuenta de la presencia ancestral de Paraute en el mismo lugar bordeado por dos ríos, el homónimo al sur y el Tamare al norte. Paraute en añun nuku (idioma añú) traduce "ser de aguas", "estar en el agua", "lugar en las aguas". La raíz "paraa" es una impronta tupi guaraní en los idiomas arahuacos, que hace referencia a aglomeraciones de agua, pudiendo significar mar, lago, gran delta, laguna. La ubicación geográfica de Paraute es de suma importancia  para la demarcación del territorio añú, ya que marca el hito oriental en la posesión originaria de la nación de Nigale 6 . El trazado en paralelo al Ecuador da la base de un trapecio que se eleva hacia el caño Oribor y la isla Zapara, abre su anchura al río Limón, Sinamaica, abrazando Maracaibo hasta Barranquita. Este es el hábitat añú que aún no se ha definido oficialmente, constituyendo una deuda constitucional del Estado con los legítimos dueños del estuario maracaibero. Los hermanos añú de Paraute fueron protagonistas de la defensa del Lago frente a la pretensión colonial castellana. El nombre del cacique Tomaenguola es un símbolo de esa épica borrada, que continuaron Camiseto y Mataguelo sumados a la gesta nigaleana de 1607.” (Finol, 2015).

Estamos pues situados en las coordenadas humanas de una localidad con una población vinculada a la vida acuática creadora de una cosmovisión fuertemente atropellada desde los años de la conquista europea y que supo insistir para no ser borrada de la faz de este mundo a  partir de su capacidad adaptativa a los fuertes embates de la conquista, la colonia y las repúblicas que en Venezuela han sido. 

Guillermo José Salas, ingeniero petrolero y docente venezolano destaca que: “En Lagunillas, la primera perforación exploratoria la realizó la Venezuelan Concessions en Mayo de 1925 con el pozo El Mene de Lagunillas N°1. Aunque obtuvieron algunas indicaciones de petróleo, este pozo y otro posterior se abandonaron como no comerciales. Sin embargo en 1927, La Venezuelan Gulf Oil Co. (después Mene Grande Oil Company) perforó el Lago-1, pozo descubridor de Lagunillas. Este pozo estaba en el lago, cerca de la costa, en la parte central del campo actual. Se obtuvo una apreciable producción que condujo a una activa campaña de perforación por parte de la Lago Petroleum Co. Y la Gulf Oil Co.” (Salas, 1989:40)
En el siglo XX y a finales de la década de los años veinte (1928) “la legendaria población, compuesta por miles de viviendas hincadas sobre el lago, sufre el 15 de junio su primer incendio, que la destruye parcialmente, como resultado de la contaminación generada por la industria petrolera“ (Díaz y León, 2006:49). 

Para el año 1937 ocurre un fuerte acontecimiento suscitado en la población de Lagunillas de Agua que es menester dar a conocer. Díaz y León (2006) al hacer seguimiento pormenorizado de las más relevantes efemérides y demás situaciones relacionadas con el petróleo en el Estado Zulia dan cuenta de que “El 19 de enero de 1937, el Presidente Eleazar López Contreras decreta la fundación de Ciudad Ojeda, cuyo nombre surge como un homenaje a Alonso de Ojeda (...).La población nace como un núcleo para albergar a los habitantes de Lagunillas de Agua” (Díaz y León, 2006:65).

Hasta acá no parece acontecer más que un simple política pública de “trasvase demográfico” de una población con sus particularidades de localidad palafítica, acuática a otra localidad terrestre. Sin embargo el fuerte acontecimiento que se comenta se asocia a lo siguiente: “La Venezuela Oil Concessions dona al gobierno de esa época una parte del fundo Las Morochas para facilitar la realización de la proyectada urbe. En el decreto respectivo se determina la erogación de más de un millón de bolívares, y los trabajos son comenzados con obreros del Gobierno y asalariados de la Compañía VOC, dirigidos por Miguel Ángel Romero, capataz de construcción proveniente de Paraguaipoa. Las primeras 20 casas se terminan en el mes de diciembre de 1938; otras 30 de mediana capacidad y 18 un poco más pequeñas quedarán listas en julio de 1939, conjuntamente con parte de los servicios públicos, los cuales son oportunamente entregados al director de obras públicas del estado, ingeniero Germán Rivas Otero. La ciudad se construye para trasladar a los sobrevivientes del siniestro de Lagunillas de Agua de 1932, pero nadie quiere irse. El desastre de 1939 obligará a la población a reubicarse en Ciudad Ojeda y en Lagunillas de Tierra” (Díaz y León, 2006:66). 

Vemos como las palabras incendio, siniestro se imbrican de manera trágica a esta población sobre las aguas del estuario Lago de Maracaibo desde fines de la década de los años veinte hasta transcurridos todos los de la década de los años treinta del siglo XX. Es así como conectamos con lo revelado por Finol (2015) cuando señala, con criterio y rigor de historiador nada congraciado con la farsalia “destilada” desde la mediática constituida y grandemente acostumbrada a vivir de la renta petrolera (estaciones de radio, periódicos y hasta la jerarquía de la Iglesia Católica), lo siguiente: 

“La Gulf Oil Corporation provoca un derrame de petróleo que inunda el sector, embadurnando de combustible los maderos sobre los que descansan las milenarias casas ecológicas del añú. El aire se perfuma de éteres inflamables. No se toman medidas preventivas. La comunidad se haya inerte ante los peligros. La única opción que les dan es el desalojo. Un cerillo, una chispa, un chicote de cigarrillo, cualquier fuente de combustión hubiese provocado el estallido. Paraute era ya una bomba incendiaria. Ninguna de las publicaciones especializadas en siniestros consultadas por este autor, apuntan a la veracidad de que un fuego espontáneo acabe en un par de horas con la masa de madera que representaban las ochocientas o mil casas
quemadas. Mucho menos estando en agua” (Finol, 2015). El 13 de noviembre de 1939 un tercer incendio destruyó en menos de cuatro horas las más de mil viviendas que formaban para entonces el pueblo de Paraute, bautizado como Lagunillas de Agua por la jerga criolla. La intención premeditada y alevosa de esta compañía petrolera estadounidense, acostumbrada a la impunidad y a la extracción insaciable del hidrocarburo a costa de lo que sea definen un importante rasgo que fue ocultado con toda intencionalidad y que, ya luego de varias décadas, para que no se creara una reacción del pueblo (y desde la presión popular involucrando al Estado Venezolano) contra los intereses extractivistas de la compañía extranjera.

Finol (2015) con precisas palabras nos relata: “Las emisoras de radio, citando la prensa, siguen rumiando las mentiras reiteradas para justificar el "incendio". Re-victimizan a aquéllas almas "nativas" asesinadas por un infierno terrenal, a las que vilipendian para que se cumpla la profecía católica, rematándolas moralmente. El locutor repite lo que dijo el periódico, que a su vez se hace eco de los rumores religiosos, versionados por las autoridades e historiadores bajo inspiración de la jugosa chequera petrolera. "Alicia Mendoza prostituta de oficio y dueña del Bar Caracas quiso prender una lámpara de gas y al hacerlo el fuego alcanzó sus brazos lanzando la lámpara al Lago, originando el gran incendio que se extendió sobre toda la planchada hacia la tierra". La sociedad patriarcal, machista por vicio, siempre culpará a Eva de inventar lo pecaminoso, y con ello, los males y sus castigos” (Finol, 2015).


Masacre, impunidad y praxis genocida por parte de las empresas extractivistas estadounidenses (con el contubernio de gobiernos títeres en la región americana) definieron un avasallamiento aún hoy inacabado que obliga a relatar con detalle y a mantener exigencias que converjan hacia la integral reparación de estas duras  lamentables tragedias, verdaderas venas abiertas en la Patria Grande que habitamos. Finol (2015) contextualiza esto que digo de manera más concreta: “El siglo XX latinoamericano se inauguró con la moda de las masacres. En el Magdalena bananero de 1928 las carabinas y máuser defienden a la United Fruit Company contra unos obreros pedigüeños. En Iquique en 1907 los antecesores de Pinochet hacen lo propio con la clase trabajadora del salitre. En la Venezuela petrolera se ahorraron los plomos” (Finol, 2015). 

Según Díaz y León (2006) el incendio que acaba con la población de Lagunillas de Agua es de tal magnitud que: “En el desastre mueren más de 3.000 personas y quedan pérdidas de más de cuatro millones de bolívares. El petróleo derramado sobre el lago provoca las llamas que acaban con la población lacustre. Lagunillas de Agua fue una población palafítica de por lo menos 2.000 años de antigüedad que resistió cuatro incendios en la era petrolera (1927, 1928, 1932 y 1939)” (Díaz y León, 2006:68).

Yldefonso Finol, consciente del origen anfibio, indígena de la localidad de Paraute (Lagunillas de Agua) permite ajustar y calibrar en clave altamente descolonizadora lo que siempre estuvo presente en la poco escuchada y comprendida población indígena de ayer y en la clase trabajadora víctima de la avaricia capitalista petrolera de principios de siglo XX. En este sentido el poeta e historiador Finol nos revela como dato histórico conector muy clave y humanamente aleccionador: “Por estas razones, los quemados de 1939, son los descendientes de aquéllos héroes y mártires añú que resistieron un siglo entero sin permitir la conquista europea de Maracaibo” (Finol, 2015).

En el escrito de la autoría de Yldefonso Finol intitulado: “76 años del "Incendio de Lagunillas": el olvidado etnocidio de Paraute Añú” (2015) se deja ver desde el inicio la “alevosía” por parte de la compañía petrolera estadounidense Venezuelan Gulf Oil Company en el premeditado incendio arrasador de la localidad Paraute (Lagunillas de Agua). Este “tomar partido” por parte del escritor, poeta e historiador alecciona y nos reconecta con lo que entendemos ha de ser la postura ética revolucionaria a la hora de encarar lo que se ha suscitado en la historia del pueblo y la matria que somos.


Surge un testimonio altamente revelador: 

Considero fundamental y altamente clave el testimonio que logra ofrendarnos hace ya casi cuatro años de haberse socializado, el historiador Finol cuando, ante la farsalia encubridora y tributaria al poder capitalista opresor y expoliador, alcanza la proeza de aportar un testimonio de lujo sobre lo realmente allí acontecido, sobre el genocidio perpetuado, a partir del testimonio del digno luchador social y activista del Partido comunista Venezolano (PCV) que fue Jesús Faría: 

“Un testimonio clave para descifrar los enigmas del genocidio de Paraute, lo dejó un honorable venezolano, el luchador social Jesús Faría. "En noviembre de 1939 me encontraba en Lagunillas. Trabajaba para el PCV y para el sindicato, sin ninguna remuneración. El día 14 de noviembre (debería decir el 13) de 1939 estalló un oleoducto sublacustre, precisamente frente a Lagunillas. La capa de petróleo "vivo" empezó a cubrir las orillas del lago, donde estaban levantadas sobre maporas las casas de aquella pequeña "Venecia" tropical y aborigen. Como los peligros aumentaban, empezamos a reclamar ante las autoridades y ante la Gulf, empresa responsable del "reventón". Sin embargo, nada se hizo para evitar el incendio que se veía como algo inevitable, si no cerraban la válvula del oleoducto roto. A eso de las ocho de la noche estalló un violento incendio y cubrió miles de metros cuadrados de superficie sobre las aguas y debajo de las casas de madera levantadas sobre estacas. Este fuego, animado por una fuerte brisa que soplaba en aquel momento, atrapó a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos. Algunas personas salvaron sus vidas partiendo lago adentro en
cayucos. Otros cruzaron el fuego por la planchada, pero ésta quedó cortada a los pocos minutos" (Finol, 2015)


El estallido del oleoducto sublacustre, el reclamo por parte del pueblo ante las autoridades... nada de esto aparece en la farsalia que se “perifoneó” (y aún pervive legitimando este genocidio). Este testimonio importantísimo lamentablemente “por ahora” no ha sido impulsor de movilizaciones capaces de atizar debate esclarecedor y reparador de este trágico hecho y en virtud de ello es que me atrevo a reiterar su “grito de verdad” y su enorme importancia para hacer justicia a las y los pobladores asesinados por la avaricia capitalista y la maleva impunidad de ese terrible día del año 1939 y los años subsecuentes.

Yldefonso Finol nos expande el testimonio de Faria y ya luego nos atiza con duros cuestionamientos: “Continúa su conmovedor testimonio el camarada Faría: "Como el pueblo estaba atrapado entre los muelles de la Gulf y la VOC, los marinos de turno allí anclados acercaron sus lanchas y salvaron mucha gente, pero los que vivían en el centro casi todos murieron quemados o ahogados. Cuando estalló el incendio, yo daba mis clases de primeras letras a pocos metros de la orilla. Tres de mis alumnos corrieron a salvar sus pertenencias, pero los tres desaparecieron. Eran obreros jóvenes, poderosos, buenos nadadores y, sin embargo, perecieron. ¿Qué se podría esperar para las infelices madres cargadas de niños pequeños? Esta es la verdad que el delincuente de López Contreras, en su servil papel de esbirro pro gringo, ocultó echando un muro sobre el lecho lacustre donde yacían los incontables cadáveres, y otro sobre la prensa que desmintió sus propias primicias, ninguneando la tragedia, al punto que en pocos días ya parecía que nada hubiese pasado. Ni qué decir de escuelas, academias e historias, nada que recuerdan una línea del peor crimen contra la humanidad cometido por las transnacionales del petróleo en este país. Nunca se supo la cantidad de muertos. Ni cuántas casas exactamente consumieron las llamas. No se tienen noticias de los sobrevivientes. No se erigió ni una lápida donde recordarlos y honrarlos. No se publicó un misal para pedir por sus almas. Ni se dotó nunca a Lagunillas de una unidad de quemados. Pero si se adelantaron a decretar en 1937 que allí se construiría una nueva ciudad con el nombre de Alonso de Ojeda, el primer invasor extranjero que llegó al Lago Añú" (Finol, 2015). 

¿El porqué de este ensayo? Ó de cómo se acopla como “producto” a lo debatido en el Seminario “Comprensión de la Historia desde la Arqueología Social”

Reitero que hice este ensayo como producto luego de haber asistido al Seminario “Comprensión Integral de la Historia desde la Arqueología Social” convocado por el Centro Nacional de la Historia en Caracas con los profesores e investigadores de la antropología marxista Iraida Vargas – Arenas y Mario Sanoja – Obediente. Varias semanas permitieron avanzar por debates para mí nada cercanos dada mi vinculación con las ciencias naturales (no exentas ellas de un marcado positivismo tributario de la colonialidad) y por mi actual desafío a la hora de coordinar regionalmente (región “capitalina”) un importante Programa de Formación de Grado en Agroecología en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Las lecturas recomendadas iluminaron oscuranas y reorientaron intencionalidades y pretéritas heridas no asumidas en su integral dimensionalidad debido (lo creo profundamente) a los incesantes desafíos que siempre son voraces con el tiempo y las fuerzas que nos acompañan. Esto que comento es preámbulo breve de una necesaria justificación que me permita, primero a mí, y ya luego a los que hacen lectura y recepción de lo que relato acá, de lo entendido por arqueología marxista en esta Venezuela post Chávez bajo el comando del presidente constitucional Nicolás Maduro Moros y en el pleno “huracán” imperialista asediando incesante en la cotidianidad haciéndola “complejo entramado de frustraciones” pero también en inédita trinchera para repensar, reflexionar y sobre todo reactivar praxis aún vigentes por su carácter ético revolucionario. Es así como, entendiendo la dimensión de la arqueología marxista, me permito, a modo de “cierre” enhebrar ideas para ya luego apuntalar mis cuestionamientos finales.

Pero... de la arqueología suele abundar una abstracción o idea de una praxis escrutadora de la realidad que, si no la sabemos “interpelar”, escaso va a ser el avance y pobre el entendimiento (y goce pleno) de la historia que nos permita transformar el presente conflictivo que se nos revela para apuntalarnos hacia sendas colectivas que converjan al ideal bolivariano de la “suprema felicidad”. Es por ello que el dato que se ofrenda sobre la arqueología histórica es, a mi humilde juicio, revelador: “La arqueología histórica parte de un supuesto valorativo que considera que la historicidad de los procesos sociales depende de la existencia de textos escritos, lo que propicia la deshistorización de las miles de sociedades y culturas originarias americanas antes de la invasión europea” (Vargas – Arenas, 2014:89). Es por ello que me pregunto y ofrendo por tanto el cuestionamiento: 

1. ¿La historicidad previa al incendio de Lagunillas de Agua quién o quiénes la salvaguardan y la potencian/ proyectan hacia el futuro más allá de “la aparición en la historia oficial” desde su incendio/muerte? 

2. ¿Existe una arqueología “otra”; distinta a la arqueología del capitalismo como sistema socio – cultural que dé cuenta de Lagunillas de Agua previo al fuerte y letal incendio del 13 de noviembre de 1939? 

3. ¿Quiénes suscriben la “posición teórica marxista” (introducida en la arqueología social latinoamericana por Manuel Gándara) vinculada al hecho suscitado en Lagunillas de Agua (1939) para denunciar el arrase extractivista del capitalismo petrolero en países periféricos del Sistema - Mundo? 

Este ensayo quiere “zurcir” la dispersa información y ubicar en justa dimensión los contextos y los actantes para a partir de allí vincularnos con un “envión de justicia reparativa” que destrone el peso fuerte que ha estado erigiéndose como grande limitante sobre la memoria y la acción de las y los habitantes del estado Zulia y de Venezuela. Lo que el ensayo como obra ha hecho es “obrar en mí” ya que existen ahora más ensanchados unos supuestos valorativos, ético – políticos que se toman como propios en la necesidad de denunciar y trascender el oprobio y saqueo del capitalismo petrolero en nuestra matria. 

Es acá que me vinculo con lo debatido al fragor del debate de las clases del seminario y “aterrizo” mi fraseo en lo concerniente a los objetivos cognitivos. En el texto intitulado: “La arqueología marxista del capitalismo y la reconstrucción de una historia protagonizada por el pueblo” la docente, historiadora y antropóloga Iraida Vargas – Arenas, pude encontrar claves precisas para verificar y considerar los objetivos cognitivos de la posición teórica marxista en esta investigación arqueológica y su vinculación con la lucha social contemporánea descolonizadora a 80 años del terrible hecho del incendio provocado de Lagunillas de Agua.

En ese sentido, el primer objetivo cognitivo que se plantea Vargas – Arenas (2014) como guía y definido como:

1) Explicar el proceso inducido para que se diera la aparición del Estado colonial como derivado del Estado metropolitano. Lograr caracterizar los factores sociales y culturales que intervinieron en su particularización en Venezuela. No fue exactamente asumido en su dimensión general toda vez que las vinculaciones que de lo colonial hice en este ensayo no pretendieron explicar el proceso inducido para que apareciera el Estado colonial, Sin embargo el segundo objetivo cognitivo que nos ofrenda la docente Vargas – Arena (2014) definido a modo de interrogante:

2) ¿Qué procesos históricos de producción del espacio en una sociedad capitalista en su condición colonial se pueden explicar usando la teoría materialista de la historia y su teoría específica que explica los procesos que caracterizan históricamente la relación entre espacio y sociedad?

Para la respuesta, a lo largo y ancho del ensayo, de este segundo objetivo cognitivo me valí de esta síntesis que, a modo nemotécnico y de síntesis, me sirvió de guía para orientar mis decires de la mano de otras y otros que con antelación se aproximaron tanto a la espacialidad referida (Paraute /Lagunillas de Agua/Cuenca del estuario Lago de Maracaibo, Compañías petroleras estadounidenses, Gobernantes presidenciales, Políticas Petroleras, etcétera):

El agua del Estuario/Lago de Maracaibo.
El pueblo de agua y su cosmovisión originaria
Relación Espacio/Comunidad
Post Incendio (1939)
Relación Espacio / Sociedad de consumo / Ciudad Ojeda en Costa Oriental del Lago (COL)
(Territorio – territorialidad para la desmemoria y el consumo inducido)
Responder objetivo cognitivo (2) ayudará a explicar objetivo cognitivo (1): Proceso inducido para
la aparición del Estado neo - colonial por sobre las cenizas de 3.000 almas.


Brota por tanto esta interrogante que me hago... nos hacemos: 

  •  ¿Qué costos ecosistémicos y culturales tuvo la inserción inducida / forzada de Venezuela como “país mina” en el sistema capitalista mundial? 


El ensayo está urgido y en capacidad de dar respuesta sin embargo me atrevo a responderme... a respondernos:

Las relacione sociales asimétricas imponen un cerco, asfixian un modo de ser ajustado a una geografía y a una historia particulares, encausando un destino del pueblo hacia la dependencia y el saqueo que oprime y castiga, desde la sobrevivencia, a grandes mayorías y sólo beneficia compañías trasnacionales y a la pírrica élite petrolera en Venezuela. 

Sobre el tercer objetivo cognitivo definido por Vargas –Arenas como:

3) Lograr una comprensión más coherente de las expresiones en el registro arqueológico de la vida cotidiana (caraqueña) bajo la condición colonial. Esa comprensión más coherente de las expresiones del registro arqueológico, saliéndome de la escala de vida colonial cotidiana en la espacialidad capitalina de Caracas entiendo que, a partir de lo develado por Rodolfo Quintero(1972:80), en la Antropología del Petróleo (primera parte intitulada “El hombre venezolano y el petróleo”) sobre los campamentos y ciudades petroleras se tiene la posibilidad de “abrazar” el supuesto epistémico de que la vida cotidiana es el espacio donde se da la concreción de la vida material, donde se produce y reproduce la vida social, mediante las interacciones diarias entre los agentes sociales expresadas en las relaciones cara a cara que se dan en el marco de unas determinadas relaciones sociales de producción (Sanoja et al, 1998, Vargas et al, 1998). En ese sentido resulta gozosamente revelador y desafiante poder comprender que: “La teoría materialista del espacio señala que cada conjunto de acciones y prácticas cotidianas es un momento de la totalidad social” (Vargas Arenas, 2014:106). 

Dos aspectos muy relevantes destaca la autora Vargas – Arenas (2014:106) de Lefevbre de su obra del año 1978 intitulada “De lo rural a lo urbano” y me permito enumerarlas: 

1. “(...) el significado de la vida de un ser concreto no se puede encontrar sino en la vida misma y su vida real es la vida cotidiana (...)” (1991:141).

2. que “lo cotidiano es un sector privilegiado de la práctica (...) la sustancia del hombre (lo que le permite vivir (...) su tiempo y su espacio, sus espacios” (1978:86). 

Aquí encuentro un paralelismo entre el estudio de la cotidianidad a partir de importantes signos fragmentarios que serían altamente explicativos/descriptivos de la totalidad humana y la necesidad de desplegar datos puntuales de la vida del pueblo en los campos (y ciudades petroleras) para entender, desde el incendio de Lagunillas de Agua (13 de noviembre de 1939) las relaciones asimétricas que, inducidas, pretenden y logran la aparición del Estado neo – colonial cimentado en el saqueo físico del petróleo y en su culturicidio concomitante. 
Ubicar (uno o varios) hechos (el incendio de Lagunillas de Agua es el hecho, a mi humilde juicio) que sea(n) capaz(ces) por sí mismo(s) de dar cuenta de los inicios del desarrollo de un modo de vida neocolonial; en palabras más nítidas: “La construcción de un Estado nacional neocolonial moderno y de un modo de vida petrolero que crease las bases materiales para el funcionamiento adecuado de la industria petrolera trasnacional y reforzase el carácter dependiente, desnacionalizado y consumista de la sociedad venezolana”
(Sanoja, 2011:22-23) 

En relación al cuarto objetivo cognitivo definido por Vargas – Arenas como: 

4) Definir las expresiones concretas de las relaciones sociales capitalistas a partir del ordenamiento de las formas culturales en el espacio (edificaciones, espacios de articulación como calles y avenidas, plazas y mercados) vale decir determinar la espacialidad capitalista.

A modo de síntesis mi respuesta: El incendio de Lagunillas de Agua como falso positivo que posibilita la espacialidad capitalista (expansión del extractivismo energético por parte de empresas petroleras estadounidenses) sobre las cenizas y la muerte de 3.000 personas. Se erige Ciudad Ojeda como nueva ciudad para el consumo y la perpetuación del saqueo y la dependencia. A esto añado lo siguiente: “En el capitalismo las formas espaciales construidas adquieren valor de uso y valor de cambio expresándose como mercancías en el proceso de intercambio de bienes materiales” (Vargas Arenas, 2014:106). En su obra del año 1992 intitulada “The production of space” Lefevbre revela que: “El supuesto epistémico que subyace a este punto es de que la implantación y extensión del capitalismo (necesita crear las condiciones) para la expansión del comercio por ello creó una dimensión espacial propia coherente con las relaciones sociales de producción clasistas y la división técnica y social del trabajo existente que trascendiera las fronteras territoriales de los centros de producción y reestructurará espacial y económicamente las tierras conquistadas (Lefevbre, 1992; Vargas y Vivas, 1999:111-113 En: Vargas Arenas, 2014:106).

Finalmente, culmino expresando que el cuarto objetivo cognitivo vinculado a la necesidad de determinar la espacialidad capitalista se cumple con el ensayo toda vez que se logra hacer evidente, se logra de(s)velar que el incendio de Lagunillas de Agua sin lugar a dudas propició la aparición con mayor fuerza de la ciudad petrolera (Ciudad Ojeda) como centro de re- estructuración espacial y económica de las tierras y aguas (riquísimas en petróleo) conquistadas en la Cuenca del Estuario/Lago de Maracaibo a partir del genocidio de los pobladores habitantes de la Paraute añú convertida en Lagunillas de Agua y borrada de la faz de la vida a partir de un incendio arrasador y genocida premeditado y propiciado por la compañía petrolera estadounidense Venezuelan Gulf Oil Corporation, evento trágico aún hoy, a 80 años de su consumación, en total y dolorosa impunidad.


Llegaron los musiúes
trajeron el progreso
trajeron las botas de seguridad
trajeron los guachimanes
los doberman y los pastores alemanes
trajeron los patroles
los balancines
la dinamita
los taladros gigantes
y le clavaron los colmillos a la tierra
y se fueron con el sol
huyéndole a la mañana
y se llevaron el mañana
y nos dejaron el hoy
empeñado para siempre.


Yldefonso Finol.
Como la raíz de mangle.
Ediciones de la Fundación Cultural Casa del Sol.
Ciudad Puerto Maracaibo, 1997.



Literatura citada:

  • Codazzi, Agustín. 1841. Resumen de la Geografía de Venezuela. Imprenta de H. Fournier y Compañía. Primera Edición. París. Francia. 648 p.

  • Díaz, Vinicio y León, José Francisco. 2006. Crónica Petrolera del Zulia 1900-2000. Grupo Publicitario Editus. Cámara Petrolera de Venezuela. Capítulo Zulia. 188 p.

  • Escala, Javier. 2016. Petróleo, compañías y Estado: Discusiones ideológicas y política petrolera durante el gobierno de Eleazar López Contreras (1936-1941). En: Revista Tierra Firme. N° 111. Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. Fundación Centro Nacional de Estudios Históricos. Caracas – Venezuela. Año 2016. Junio Diciembre. pp. 9-21.

  • Finol O., Yldefonso.1998. Como la raíz de mangle. Fundación Cultural Casa del Sol. Venezuela.56 p.

  • _____________________. 2015. 76 años del "Incendio de Lagunillas": El olvidado etnocidio de Paraute Añú. URL: https://notiindigena.wordpress.com/2015/11/20/76-años-del-incendio-de-lagunillas-el-olvidado-etnocidio-de-paraute-añu/ Consultado: 13 de agosto 2019.

  • Ordaz, Ramón. 2012. Piedra de Aceite: Oro negro en la poesía venezolana. Recepción del tema petrolero en la poesía venezolana (Antología). Fondo Editorial del Caribe. Venezuela. 188 p.

  • Quintero, Rodolfo. 1976. Antropología del petróleo. Siglo XXI Editores. 2da Edición. México.252 p.

  • Rojas Bolaño, Omar. 2019. Falsos Positivos y la prolongación de la guerra en Colombia. Construyendo una tipología sociológica del Falso positivo. URL: http://kavilando.org/líneas-kavilando/conflicto-social-y-paz/6939-falsos-positivos-y-la-prolongacion-de-la-guerra-en-colombia-construyendo-una-tipologia-sociologica-de-falso-positivo Consultado: 14 septiembre de 2019.

  • Salas, Guillermo José. 1980. Petróleo, Aspectos y operaciones de la industria petrolera descritos con fines docentes. Ediciones Petroleras Foninves N°1. Quinta Edición. Venezuela.175 p. 

  • Sanoja Obediente, Mario. 2011. Historia Sociocultural de la Economía Venezolana. Banco Central de Venezuela. Venezuela. 462 p.

  • Vargas - Arenas, Iraida. 2014. La arqueología marxista del capitalismo y la reconstrucción de una historia protagonizada por el pueblo. En: Nuestro Sur. Historia, Memoria y Patrimonio. Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Centro Nacional de Historia. Año 5. Número 8. Enero – Junio 2014. pp. 89-113.

  • Wagner, Erika. 1980. Los pobladores palafíticos de la Cuenca de Maracaibo. Serie El Hombre y su ambiente. Cuadernos Lagoven. Venezuela. 71 p.