miércoles, septiembre 14, 2016

Arco Minero del Orinoco -AMO- : Un debate anacrónico



Por: Malú

El tema del arco minero del Orinoco como debate no ha podido alcanzar su superación porque creo que su contexto de discusión es anacrónico, es decir, carente de una temporalidad donde los conceptos que se enfrentan en dicho debate tengan al menos el mismo horizonte de pensamiento. Purgando las voces que aparecen en el conflicto AMO (porque existe un conflicto político que no se puede negar) me quedaré con dos posturas razonables en sus tiempos de enunciación.

La primera responde a las intenciones del capital trasnacional de asfixiar nuestras economías; esto sitúa a Venezuela, y específicamente al Presidente Maduro a intentar levantarnos de una caída estrepitosa de los precios del petróleo que ha impuesto una dinámica especulativa en el mercado mundial, vulnerando sobre todas las cosas, la alimentación, la salud y la seguridad del mundo, 3 dimensiones que a lo interno, como política, el estado venezolano a través de 17 años de revolución bolivariana, había aliviado con la creación de las misiones sociales.

Esta intencionalidad bolivariana de no permitir que pasen las soberbias intervencionistas de la colonialidad del siglo XXI a través de invasiones e intromisiones puntuales como las que vimos en Irak, en Afganistán, en Libia, y ahora en Siria, es el temor que sin duda las y los bolivarianos tenemos. Recordemos el paso a paso imperial que comienza con un decreto presidencial “gringo” que se pasea por las diversas temperaturas de su intensidad y termina con una agresión bélica “coyuntural”, llamada en muchos casos bombardeo humanitario.

En ese contexto de guerra permanente se encuentra inserta Venezuela como objetivo político, saben bien los poderes del mundo, dueños del poderío militar de nuestra historia común,  que no bastó con el asesinato de Bolívar en 1830, el de Fabricio Ojeda en los años 60 del siglo XX, y por supuesto el de Hugo Chávez en el 2013, que los pueblos del continente latinoamericano y Caribe hemos transitado, desde las primeras invasiones, por sendas de liberación a las que no renunciaremos hasta no ver concretada nuestra definitiva emancipación.

Peligrosamente ya no podemos conversar en las calles de estas cosas que tienen que ver con un tablero donde política, economía e historia se tropiezan, se entrecruzan, se relacionan. Una de las políticas fácticas de la globalización como praxis imperialista es arrebatarnos la trascendencia del pensamiento, la posibilidad de  vernos en estos tiempos dentro de la crisis mundial que el modelo civilizador padece; de batallar nuestra ideas con dignidad de sur, con seriedad bolivariana, con honor cimarrón, con grandeza e integridad chavista… En vez de hablar de la crisis mundial del mercado de los alimentos, de las medicinas, de la crisis climática que se expresa en la agricultura y de los daños de la agricultura convencional,  nos encontramos con frases prefabricadas” de un lado de la acera, siempre pueblo, siempre histórico, siempre relacionado y siempre desde la cultura, pero que en medio de la incertidumbre sólo le da pa´decir “la dieta de Maduro”; simultáneamente un patetismo defensivo que siempre ha acompañado al chavismo, la “respuesta prefabricada”  también como acto reflejo de “será más bien la dieta de Mendoza” y allí se hayan atascados muchas y muchos en dimes y diretes… y mientras esas discusiones espasmódicas de las colas para comprar los productos regulados se van dando, la siembra de la esperanza que vienen haciendo muchas y muchos compañeras y compañeros, pasa por debajo de los anaqueles vaciados por el apartheid comercial que siempre ha embargado a Venezuela.

Y esta es una de mis quejas, la puntual, la que duele hondo, la que me recuerda punzantemente la ausencia. Luego de la muerte de Hugo Chávez, la lejanía de Pepe Mujica y el encaracolamiento del comandante Fidel, no hay un pedagogo del sur que nos dibuje el mapa geopolítico actual, que nos diga qué estamos viviendo, qué hacer con el decreto Obama, cómo van las encuestas de las elecciones presidenciales en el imperio yanqui, de ganar Hillary a qué atenernos: ¿Libia? De ganar el otro señor que ni recuerdo como se llama, qué escenario vendrá, qué pasa con los BRICS, Brasil, Argentina ¿posible salidas? qué se debate en los parlamentos mundiales, qué viene haciendo Monsanto, cómo se muestra el tablero geopolítico,  ¿¿¿El movimiento popular del sur hace colas como nosotras y nosotros??? ¿¿¿Qué nos acontece 2016??? … En fin si no se pedagogiza la realidad, si no tenemos el entramado actual del sistema mundo, se anula toda capacidad de debate y praxis trascendental y caemos en tres posturas bien lamentables:

1) La bandera del legado de Chávez como fraseos museísticos que matan el patrimonio político e imposibilitan la creatividad ideológica para la acción popular, esto es, qué estamos haciendo desde Chávez aunque él físicamente no esté, ¿lo sabe el gobierno? Creo que no;

2) La mirada más allá de lo apocalíptico, diría yo, holocáustica de un Chavismo huérfano de padre y madre, que aun no se recupera de la pérdida, herido, desvastado, inconsolable, al que nada le parece servir, al que le da igual lo que pasa en el mundo, el que se quedó anclado al mejor estilo neoliberal en el fin del chavismo “tal cual como ocurrió con la muerte de Lenin”;

3) Un oportunismo clásico, mejor conocido como viveza criolla, tiritos pal gobierno y pa´la oposición y asi se reviste de chavista crítico o dependiendo del auditorio, de izquierda crítica, pero que defiende intereses económicos de lado y lado, y es justamente porque el lado y lado es el discurso que lo mantiene en el tablero; de la derecha no hay nada que decir, mismo musiú con diferente cachimbo

Entonces al Presidente Maduro, a Aristóbulo Istúriz, a Diosdado Cabello a Ricardo Menéndez les ha faltado explicar cómo se ha cosido la telaraña desde el decreto Obama, hasta el AMO, porque  sin duda alguna todos estos episodios tienen relación. Con eso dibujarnos una idea de futuro más allá de toda materialidad posible, esto es de futuro o vida perdurable.

Y allí viene un análisis propio que conecto con la idea de anacronismo del debate AMO; hubo una ruptura específica a mi modo de ver de eso que venía siendo la línea discursiva impertérrita del imperio gringo. En medio de todo lo que se logró en términos de opinión internacional contra el decreto de Obama, muchos pensamos que este escurrió el bulto al declarar que sólo nos torcía el brazo. 

Torcer el brazo no es solamente la imposición de la guerra permanente global con la guerra económica en lo local, es también la capacidad que han tenido de anular nuestro potencial de sabernos y situarnos en el medio de la crisis medular del capitalismo mundial, con una economía que también se agota como los recursos no renovables, con unos mercados finitos que no están durando para toda la vida.

Torcer el brazo es desinformarnos de lo que acontece en el mundo y de las relaciones que tenemos en esta dinámicas los pueblos. Es crear la mampara del “cambio” que mordió la Argentina combativa y ganó la seudo-burguesa, la de la zombificada clase media, la de los vacíos, la de la repotenciación del neoliberalismo. La desinformación mundial que nos hizo creer que el conflicto venezolano es una crisis coyuntural de la política y no una crisis estructural de la economía que aun no nos pertenece, como bien dijo Aristóbulo “desde la Guipuzcoana hasta la empresa Polar”, y que además mediáticamente obnubilaron  aun más a las víctimas de Rajoy, diciendo que Venezuela se encuentra peor o igual que España, que Grecia, incluso el descalabro de este sistema mundo que con vehemencia  ocultan Alemania, Inglaterra y Francia.

En medio de ese dominio dulce de las trasnacionales, de pie el proyecto bolivariano aunque no se vea, no se sienta, no se diga, no se piense, estamos de pie. Y estamos de pie cuando en este patético contexto de guerra permanente se actúa frente a la dinámica que impone el sistema mundo trasnacional. De la muerte de Hugo Chávez para acá todo se ha intentado con más fuerza que cuando él vivía; era otro mundo, ahora percibimos el mundo peor.

El decreto Obama, el raspacupismo, el bachaqueo que en ningún momento debe creerse que es solidario, porque es una práctica política más para desestabilizar; la política de la tenaza fronteriza Colombia - Guyana, son muestra de una dignidad incólume de parte de nosotras y nosotros como pueblo, de un patrimonio político que se gestó en muchos tiempos y que nos evidencia como criaturas de este parto histórico, de este bloque histórico que somos llamado chavismo, no cabe duda, pero que en el medio de la defensa, de lo estratégico, se cuelan pues, los vividores de todos los tiempos, la burguesía estéril que denunciaba Orlando Araujo en su Venezuela Violenta, las trasnacionales disfrazadas de capitalismo verde con sus protocolos de anime y latón en el verbo inglés, con sus toneladas de cianuro que también mata, pero sodificado para que no sea tan rápido, con sus filantrópicas responsabilidades ecológicas que se evidencia en el logotipo con la matica, siempre desde lo humano; con la izquierda neoliberal que no termina de romper con el  mercado mundial, que ofrece respuestas a las críticas por la ecología proponiendo un ministerio de desarrollo para la minería ecológica (arrastrando la idea de desarrollo del siglo XX) y argumentando que el nuevo hombre y la nueva mujer son los mineros… reflejo pues del mundo contradictorio de principios del siglo XXI, pensamientos que no terminan de morir, pensamientos que no terminan de nacer. 



Es el nuevo antiguo orden mundial, el orden neocolonial, la vorágine petrolera, diamantera, carbonera, aurífera, la cultura de conquista de la que nos hablaba Rodolfo Quintero, la que devela una antropología del sistema mundo, una antropología del extractivismo, y eso es un punto que no debemos despreciar.

No sirvieron el golpe de estado, el paro petrolero, las guarimbas, los intentos de referéndum, el truco electoral,  las ONG´s, las denuncias de la violación de los DD.HH. los asesinatos políticos, la desaparición de Chávez, para frenar el proyecto bolivariano, pero bastó la contradicción que producen las  ausencias para simplificar y banalizar el discurso liberador, el que combatió con dignidad en Copenhague, el que abrió caminos para Cochabamba, el que reconoce la ecología de los pobres.

El capitalismo verde existe, y también hay un neoliberalismo rojo o más bien una izquierda seducida por el neoliberalismo a escala planetaria y eso es algo que se debe actualizar en el discurso por la defensa de los pueblos. Sabemos que el arco minero va, porque tenemos que recuperar una economía desbaratada, porque debemos tener control de nuestros recursos, pero también va por un miedo a la inmaterialidad, a la crisis profunda, a la contradicción, porque aun somos víctimas del colonialismo, de eso se trata la cultura de conquista, la antropología del extractivismo, no se ha podido ver más allá de las ideas desarrollistas del siglo XX.

Del otro lado un ecologismo de clase, con planteamientos de otros tiempos, diría yo del siglo XXV conjuntamente con el saber ancestral, que se reconoce pueblo porque es parte fundamental de las ecologías del sur y que se fundamenta en las luchas históricas del pueblo venezolano contra los gobiernos que privatizaron playas, que contaminaron ríos, que envenenaron campos, que talaron árboles centenarios para hacer centros comerciales, que hicieron de los lagos espacios de mutantes, sin importar los afectos que en esas territorialidades existían. Un ecologismo de los pobres que no se nombra que danza con la historicidad que se mantiene  y brota de la tierra, porque sus actos de soberanía y autodeterminación ecológica siempre han estado presentes.

Este ecologismo con bríos, de clases trabajadoras que van a las academias, que caminan la revolución, que defiende patrimonios ambientales, que aplauden el quinto objetivo histórico y gritan las contradicciones de éste con el tercer objetivo, que no dejan de celebrar nuestro aparato legislativo a favor del ambiente, que hacen agroecología, que ensayan economías ecosocialistas y territorios con energías alternativas, que plantean las soluciones en el presente para que en el futuro no inmediato, sino de siglos venideros, sigamos existiendo como especie, es el otro lado de la acera que no ha dejado de hacer, decir y proponer, y que ha sido interrumpido y desplazado por una falaz y distractora ecología de mercadotecnia, tecnocrática y de protagonismos demagogos.

Las experiencias humanas con el  ambiente se han cifrado en entender que la tierra es la casa, el hogar, la guarida. Apuntaba Rodolfo Kusch, desde su antropología filosófica, que culturalmente en muchos pueblos del mundo se ha entendido la tierra como el espacio embrionario donde se gesta el ser; es ver la territorialidad que te alberga como madre, como ser vivo, nunca como recurso, nunca como mercancía a explotar.

La rehabilitación de la Pachamama en nuestra América como categoría de análisis nos remite indiscutiblemente a precisar esta mirada ecológica que hermana al humano con la montaña, con el río, con la danta, con la serpiente, entendiendo al planeta como madre común. Es sin discusión alguna una ética ambiental que la espiral del desarrollo moderno capitalista no sólo no entiende, sino que su capacidad para explotar no le permite entender otros imaginarios culturales más allá del dinero, de la propiedad privada, del industrialismo, del consumismo, derivando en esta crisis ecológica que nos afecta cada día más a todos y a todas.

La planta que te cura, la raíz que te alimenta, la miel que te endulza, el árbol que te da cobijo no nos es ajeno, esa identificación y afinidad, esa ecología profunda, nos permite estar siendo parte de una diversidad biológica que cada territorio posee. Y esa planta medicinal, ese tubérculo, ese enjambre, esa savia que corre por el tronco, es otro organismo vivo que establece otras relaciones más allá del mundo humano. Entonces esta ecología del mundo se desarrolla en un plano ético, que confronta el antropocentrismo, la idea de lo humano como centro del universo.

Ese ecologismo que oigo murmurar es el que puede como superación a esta contradicción, pedagogizar la ecología, o como han dicho ecologizar la revolución, para que realmente no cambiemos el clima, superemos al sistema, arrancando su cultura, su política y su economía definitivamente de raíz.

Este sistema en poco más de 500 años ha sido responsable de la devastación de la tierra, de la contaminación, de la extinción de especies, de la emisión de gases de efecto invernadero, pero además de la pobreza, de la miseria y del exacerbado individualismo. En este planteamiento entra incluso la exclusiva responsabilidad del capitalismo, de sus apóstoles, de sus empresarios, porque no es lo mismo decir que el problema ecológico, la huella ecológica es igual en la economía del primer mundo que en el  tercer mundo; que un habitante rural es tan causante del problema ecológico como un ciudadano urbano, que todos los pueblos somos responsables de las decisiones ambientales de nuestros gobiernos (verbigracia AMO), o la más distorsionada generalización que todos los humano somos culpables de que el planeta esté en crisis.

Frente a una ley de semillas que caminamos popularmente y que tiene como uno de los elementos revolucionarios y transformadores del pensamiento, el reconocimiento de la semilla como un ser vivo, debemos plantearnos, debatir y agotar la discusión sobre el AMO, por las responsabilidades que como pueblo debemos asumir frente a las generaciones futuras, más en el entendido de que somos una democracia protagónica y participativa, que construye desde este siglo la alternativa política del Ecosocialismo.

La propuesta de un diálogo sobre el arco minero del Orinoco debe poner a debatir ambas posturas, no para confrontarnos sino para disfrutarnos la construcción a corto plazo de soluciones en medio de la contradicción. Debemos debatir en principio y siendo consecuentes con la idea de fundamentar la utopía del  Ecosocialismo, de cómo la ecología es un tema de seguridad nacional estructural, jamás coyuntural, de cómo no estuvimos preparados para el deslave acaecido en el Estado Vargas en el año 1999 y de cómo en 2016  llegamos a padecer la crisis de la represa hidroeléctrica de El Guri, y de cómo el desarrollo estratégico se debe ecologizar. De cómo se siembra agua en época de lluvias, para su cosecha en tiempo de sequías, de cómo existen propuestas ecologistas propias que nos encaminarán a superar las prácticas capitalistas.


Por ahora el ensayo de este diálogo debería girar en torno a precisar una temporalidad de la explotación minera que se mida en tiempo real de recuperación de esa biodiversidad que se sacrificará, por otro lado, plantear el debate en términos bioéticos, precisar el precio ambiental de nuestras decisiones económicas, y nunca volver a los condicionamientos imperiales encarnados hoy por trasnacionales, mucho menos establecidas por los neoliberales de izquierda que crean y recrean  falacias economicistas. Hagamos de este debate una reflexión vital, significativa, seamos capaces de hacer la praxis trascendental económica ambiental que la ecología de los pueblos de este siglo XXI estamos demandando.