Arco Minero del Orinoco -AMO- : Un debate anacrónico
Por:
Malú
El
tema del arco minero del Orinoco como debate no ha podido alcanzar su superación porque
creo que su contexto de discusión es anacrónico,
es decir, carente de una temporalidad donde los conceptos que se enfrentan en
dicho debate tengan al menos el mismo horizonte
de pensamiento. Purgando las voces que aparecen en el conflicto AMO (porque
existe un conflicto político que no se puede negar) me quedaré con dos posturas
razonables en sus tiempos de enunciación.
La
primera responde a las intenciones del capital
trasnacional de asfixiar nuestras economías; esto sitúa a Venezuela, y
específicamente al Presidente Maduro a intentar levantarnos de una caída estrepitosa de
los precios del petróleo que ha impuesto una dinámica especulativa en el
mercado mundial, vulnerando sobre todas las cosas, la alimentación, la salud y
la seguridad del mundo, 3 dimensiones que a lo interno, como política, el
estado venezolano a través de 17 años de revolución bolivariana, había aliviado
con la creación de las misiones sociales.
Esta
intencionalidad bolivariana de no permitir que pasen las soberbias
intervencionistas de la colonialidad del siglo XXI a través de invasiones e
intromisiones puntuales como las que vimos en Irak, en Afganistán, en Libia, y
ahora en Siria, es el temor que sin duda las y los bolivarianos tenemos. Recordemos
el paso a paso imperial que comienza con un decreto presidencial “gringo” que
se pasea por las diversas temperaturas de su intensidad y termina con una
agresión bélica “coyuntural”, llamada en muchos casos bombardeo humanitario.
En
ese contexto de guerra permanente se encuentra inserta Venezuela como objetivo
político, saben bien los poderes del mundo, dueños del poderío militar de
nuestra historia común, que no bastó con
el asesinato de Bolívar en 1830, el de Fabricio Ojeda en los años 60 del siglo
XX, y por supuesto el de Hugo Chávez en el 2013, que los pueblos del continente
latinoamericano y Caribe hemos transitado, desde las primeras invasiones, por sendas
de liberación a las que no renunciaremos hasta no ver concretada nuestra
definitiva emancipación.
Peligrosamente
ya no podemos conversar en las calles de estas cosas que tienen que ver con un
tablero donde política, economía e historia se tropiezan, se entrecruzan, se
relacionan. Una de las políticas fácticas de la globalización como praxis imperialista es arrebatarnos la
trascendencia del pensamiento, la posibilidad de vernos en estos tiempos dentro de la crisis
mundial que el modelo civilizador padece; de batallar nuestra ideas con
dignidad de sur, con seriedad bolivariana, con honor cimarrón, con grandeza e
integridad chavista… En vez de hablar de la crisis mundial del mercado de los
alimentos, de las medicinas, de la crisis climática que se expresa en la
agricultura y de los daños de la agricultura convencional, nos encontramos con “frases prefabricadas” de
un lado de la acera, siempre pueblo, siempre histórico, siempre relacionado y
siempre desde la cultura, pero que en medio de la incertidumbre sólo le da pa´decir
“la dieta de Maduro”; simultáneamente un patetismo defensivo que siempre ha
acompañado al chavismo, la “respuesta prefabricada” también como acto reflejo de “será más bien la
dieta de Mendoza” y allí se hayan atascados muchas y muchos en dimes y diretes…
y mientras esas discusiones espasmódicas de las colas para comprar los
productos regulados se van dando, la siembra de la esperanza que vienen
haciendo muchas y muchos compañeras y compañeros, pasa por debajo de los
anaqueles vaciados por el apartheid comercial que siempre
ha embargado a Venezuela.
Y
esta es una de mis quejas, la puntual, la que duele hondo, la que me recuerda
punzantemente la ausencia. Luego de la muerte de Hugo Chávez, la lejanía de
Pepe Mujica y el encaracolamiento del comandante Fidel, no hay un pedagogo del sur que nos dibuje el mapa geopolítico actual, que nos
diga qué estamos viviendo, qué hacer con el decreto Obama, cómo van las
encuestas de las elecciones presidenciales en el imperio yanqui, de ganar Hillary
a qué atenernos: ¿Libia? De ganar el otro señor que ni recuerdo como se llama,
qué escenario vendrá, qué pasa con los BRICS, Brasil, Argentina ¿posible
salidas? qué se debate en los parlamentos mundiales, qué viene haciendo
Monsanto, cómo se muestra el tablero geopolítico, ¿¿¿El movimiento popular del sur hace colas
como nosotras y nosotros??? ¿¿¿Qué nos acontece 2016??? … En fin si no se pedagogiza la realidad, si no tenemos
el entramado actual del sistema mundo, se anula toda capacidad de debate y praxis
trascendental y caemos en tres posturas bien lamentables:
1)
La bandera del legado de Chávez como fraseos museísticos que matan el
patrimonio político e imposibilitan la creatividad ideológica para la acción
popular, esto es, qué estamos haciendo desde Chávez aunque él físicamente no
esté, ¿lo sabe el gobierno? Creo que no;
2)
La mirada más allá de lo apocalíptico, diría yo, holocáustica de un Chavismo
huérfano de padre y madre, que aun no se recupera de la pérdida, herido, desvastado,
inconsolable, al que nada le parece servir, al que le da igual lo que pasa en
el mundo, el que se quedó anclado al mejor estilo neoliberal en el fin del
chavismo “tal cual como ocurrió con la
muerte de Lenin”;
3)
Un oportunismo clásico, mejor conocido como viveza criolla, tiritos
pal gobierno y pa´la oposición y asi se reviste de chavista crítico o dependiendo
del auditorio, de izquierda crítica, pero que defiende intereses económicos de
lado y lado, y es justamente porque el lado y lado es el discurso que lo
mantiene en el tablero; de la derecha no hay nada que decir, mismo
musiú con diferente cachimbo…
Entonces
al Presidente Maduro, a Aristóbulo Istúriz, a Diosdado Cabello a Ricardo Menéndez les ha faltado explicar cómo se
ha cosido la telaraña desde el decreto Obama, hasta el AMO, porque sin duda alguna todos estos episodios tienen
relación. Con eso dibujarnos una idea de futuro más allá de toda materialidad
posible, esto es de futuro o vida perdurable.
Y
allí viene un análisis propio que conecto con la idea de anacronismo del debate AMO; hubo una ruptura específica a mi modo
de ver de eso que venía siendo la línea discursiva impertérrita del imperio
gringo. En medio de todo lo que se logró en términos de opinión internacional
contra el decreto de Obama, muchos pensamos que este escurrió el bulto al
declarar que sólo nos torcía el brazo.
Torcer el brazo no es solamente la
imposición de la guerra permanente global con la guerra económica en lo local,
es también la capacidad que han tenido de anular nuestro potencial de sabernos
y situarnos en el medio de la crisis medular del capitalismo mundial, con una
economía que también se agota como los recursos no renovables, con unos
mercados finitos que no están durando para toda la vida.
Torcer
el brazo es desinformarnos de lo que acontece en el mundo y de las relaciones
que tenemos en esta dinámicas los pueblos. Es crear la mampara del “cambio” que mordió la Argentina
combativa y ganó la seudo-burguesa, la de la zombificada clase media, la de los
vacíos, la de la repotenciación del
neoliberalismo. La desinformación mundial que nos hizo creer que el
conflicto venezolano es una crisis coyuntural de la política y no una crisis
estructural de la economía que aun no nos pertenece, como bien dijo Aristóbulo “desde
la Guipuzcoana hasta la empresa Polar”, y que además mediáticamente
obnubilaron aun más a las víctimas de
Rajoy, diciendo que Venezuela se encuentra peor o igual que España, que Grecia,
incluso el descalabro de este sistema mundo que con vehemencia ocultan Alemania, Inglaterra y Francia.
En
medio de ese dominio dulce de las trasnacionales, de pie el proyecto
bolivariano aunque no se vea, no se sienta, no se diga, no se piense, estamos
de pie. Y estamos de pie cuando en este patético contexto de guerra permanente se actúa frente a la
dinámica que impone el sistema mundo trasnacional. De la muerte de Hugo Chávez
para acá todo se ha intentado con más fuerza que cuando él vivía; era otro
mundo, ahora percibimos el mundo peor.
El
decreto Obama, el raspacupismo, el bachaqueo que en ningún momento debe creerse
que es solidario, porque es una práctica política más para desestabilizar; la
política de la tenaza fronteriza Colombia - Guyana, son muestra de una dignidad
incólume de parte de nosotras y nosotros como pueblo, de un patrimonio político
que se gestó en muchos tiempos y que nos evidencia como criaturas de este parto
histórico, de este bloque histórico que somos llamado chavismo, no cabe duda, pero que en el medio de la defensa, de lo
estratégico, se cuelan pues, los vividores
de todos los tiempos, la burguesía estéril que denunciaba Orlando Araujo en
su Venezuela Violenta, las trasnacionales disfrazadas de capitalismo verde con sus protocolos de anime y latón en el verbo
inglés, con sus toneladas de cianuro que también mata, pero sodificado para que
no sea tan rápido, con sus filantrópicas responsabilidades
ecológicas que se evidencia en el logotipo con la matica, siempre desde lo
humano; con la izquierda neoliberal que no termina de romper con el mercado mundial, que ofrece respuestas a las
críticas por la ecología proponiendo un ministerio de desarrollo para la minería
ecológica (arrastrando la idea de desarrollo del siglo XX) y argumentando
que el nuevo hombre y la nueva mujer son los mineros… reflejo pues del
mundo contradictorio de principios del siglo XXI, pensamientos que no terminan
de morir, pensamientos que no terminan de nacer.
Es el nuevo antiguo orden
mundial, el orden neocolonial, la vorágine petrolera, diamantera, carbonera, aurífera,
la cultura de conquista de la que nos hablaba Rodolfo Quintero, la que devela
una antropología del sistema mundo, una antropología del extractivismo, y eso
es un punto que no debemos despreciar.
No
sirvieron el golpe de estado, el paro petrolero, las guarimbas, los intentos de
referéndum, el truco electoral, las
ONG´s, las denuncias de la violación de los DD.HH. los asesinatos políticos, la
desaparición de Chávez, para frenar el proyecto bolivariano, pero bastó la
contradicción que producen las ausencias
para simplificar y banalizar el discurso liberador, el que combatió con
dignidad en Copenhague, el que abrió caminos para Cochabamba, el que reconoce
la ecología de los pobres.
El
capitalismo verde existe, y también
hay un neoliberalismo rojo o más
bien una izquierda seducida por el neoliberalismo a escala planetaria y eso es
algo que se debe actualizar en el discurso por la defensa de los pueblos. Sabemos
que el arco minero va, porque tenemos que recuperar una economía desbaratada,
porque debemos tener control de nuestros recursos, pero también va por un miedo a la inmaterialidad, a la crisis
profunda, a la contradicción, porque aun somos víctimas del colonialismo, de
eso se trata la cultura de conquista, la antropología del extractivismo, no se ha podido ver más allá de las ideas
desarrollistas del siglo XX.
Del
otro lado un ecologismo de clase, con planteamientos de otros tiempos, diría yo
del siglo XXV conjuntamente con el saber ancestral, que se reconoce pueblo
porque es parte fundamental de las ecologías
del sur y que se fundamenta en las luchas históricas del pueblo venezolano
contra los gobiernos que privatizaron playas, que contaminaron ríos, que envenenaron
campos, que talaron árboles centenarios para hacer centros comerciales, que
hicieron de los lagos espacios de mutantes, sin importar los afectos que en esas
territorialidades existían. Un ecologismo de los pobres que no se nombra que
danza con la historicidad que se mantiene y brota de la tierra, porque sus actos de
soberanía y autodeterminación ecológica
siempre han estado presentes.
Este
ecologismo con bríos, de clases trabajadoras que van a las academias, que
caminan la revolución, que defiende patrimonios ambientales, que aplauden el
quinto objetivo histórico y gritan las contradicciones de éste con el tercer
objetivo, que no dejan de celebrar nuestro aparato legislativo a favor del
ambiente, que hacen agroecología, que ensayan economías ecosocialistas y
territorios con energías alternativas, que plantean las soluciones en el
presente para que en el futuro no inmediato, sino de siglos venideros, sigamos existiendo como especie, es el
otro lado de la acera que no ha dejado de hacer, decir y proponer, y que ha
sido interrumpido y desplazado por una falaz y distractora ecología de mercadotecnia,
tecnocrática y de protagonismos demagogos.
Las
experiencias humanas con el ambiente se
han cifrado en entender que la tierra es la casa, el hogar, la guarida. Apuntaba
Rodolfo Kusch, desde su antropología filosófica, que culturalmente en muchos
pueblos del mundo se ha entendido la tierra como el espacio embrionario donde se
gesta el ser; es ver la territorialidad que te alberga como madre, como
ser vivo, nunca como recurso, nunca como mercancía a explotar.
La
rehabilitación de la Pachamama en nuestra América como categoría de análisis
nos remite indiscutiblemente a precisar esta mirada ecológica que hermana al
humano con la montaña, con el río, con la danta, con la serpiente, entendiendo
al planeta como madre común. Es sin discusión alguna una ética ambiental que la
espiral del desarrollo moderno capitalista no sólo no entiende, sino que su
capacidad para explotar no le permite entender otros imaginarios culturales más allá del dinero, de la propiedad privada,
del industrialismo, del consumismo, derivando en esta
crisis ecológica que nos afecta cada día más a todos y a todas.
La
planta que te cura, la raíz que te alimenta, la miel que te endulza, el árbol
que te da cobijo no nos es ajeno, esa identificación y afinidad, esa ecología profunda, nos permite estar
siendo parte de una diversidad biológica que cada territorio posee. Y
esa planta medicinal, ese tubérculo, ese enjambre, esa savia que corre por el
tronco, es otro organismo vivo que establece otras relaciones más allá del
mundo humano. Entonces esta ecología del mundo se desarrolla en un plano ético,
que confronta el antropocentrismo, la idea de lo humano como centro del
universo.
Ese
ecologismo que oigo murmurar es el que puede como superación a esta
contradicción, pedagogizar la ecología,
o como han dicho ecologizar la revolución, para que realmente no cambiemos el
clima, superemos al sistema, arrancando su cultura, su política y su economía
definitivamente de raíz.
Este
sistema en poco más de 500 años ha sido responsable de la
devastación de la tierra, de la contaminación, de la extinción de especies, de
la emisión de gases de efecto invernadero, pero además de la pobreza, de la
miseria y del exacerbado individualismo. En este planteamiento entra incluso la
exclusiva responsabilidad del capitalismo, de sus apóstoles, de sus empresarios,
porque no es lo mismo decir que el problema ecológico, la huella ecológica es
igual en la economía del primer mundo que en el tercer mundo; que un habitante rural es tan causante
del problema ecológico como un ciudadano urbano, que todos los pueblos somos
responsables de las decisiones ambientales de nuestros gobiernos (verbigracia
AMO), o la más distorsionada generalización que todos los humano somos culpables
de que el planeta esté en crisis.
Frente a una
ley de semillas que caminamos popularmente y que tiene como uno de los
elementos revolucionarios y transformadores del pensamiento, el reconocimiento de la semilla como un ser
vivo, debemos plantearnos, debatir y agotar la discusión sobre el AMO, por
las responsabilidades que como pueblo debemos asumir frente a las generaciones
futuras, más en el entendido de que somos una democracia protagónica y
participativa, que construye desde este siglo la alternativa política del
Ecosocialismo.
La
propuesta de un diálogo sobre el arco minero del Orinoco debe poner a debatir
ambas posturas, no para confrontarnos sino para
disfrutarnos la construcción a corto plazo de soluciones en medio de la
contradicción. Debemos debatir en principio y siendo consecuentes con la
idea de fundamentar la utopía del Ecosocialismo, de cómo la ecología es un tema
de seguridad nacional estructural, jamás coyuntural, de cómo no estuvimos
preparados para el deslave acaecido en el Estado Vargas en el año 1999 y de
cómo en 2016 llegamos a padecer la
crisis de la represa hidroeléctrica de El Guri, y de cómo el desarrollo estratégico se debe ecologizar.
De cómo se siembra agua en época de lluvias, para su cosecha en tiempo de
sequías, de cómo existen propuestas ecologistas propias que nos encaminarán a superar
las prácticas capitalistas.
Por
ahora el ensayo de este diálogo debería girar en torno a precisar una temporalidad de la explotación minera que se mida en
tiempo real de recuperación de esa biodiversidad que se sacrificará, por
otro lado, plantear el debate en términos bioéticos, precisar el precio
ambiental de nuestras decisiones económicas, y nunca volver a los condicionamientos
imperiales encarnados hoy por trasnacionales, mucho menos establecidas por los
neoliberales de izquierda que crean y recrean falacias economicistas. Hagamos de este debate
una reflexión vital, significativa,
seamos capaces de hacer la praxis trascendental económica ambiental que la
ecología de los pueblos de este siglo XXI estamos demandando.
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