martes, agosto 09, 2016

¿Seremos capaces de ecologizar la Revolución Bolivariana?



Por: MSc. Nicanor Cifuentes Gil
Biólogo/Docente de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Sede Caracas.
Miembro del Frente de Resistencia Ecológica del Estado Zulia.


Desde mi gana de entender lo que forma parte del devenir político que asume el bolivarianismo timoneando el Estado Nación en la República Bolivariana de Venezuela he sido muy afín de las justas y necesarias políticas de inversión social que representan un cambio importante en el trato hacia la población venezolana toda. Esto es innegable, es plausible y merece el mayor de los respaldos toda vez que se erige una nueva sociedad desde valores inclusivos que hace de contrapeso a la deriva maleva y globalizante del mercado internacional y tributa a la necesaria insistencia por el país, la matria y el mundo posible que anhelamos. 

Donde mi inquietud se centra, ayer y hoy, con el Presidente Hugo Chávez y con el presidente Nicolás Maduro es en esos episodios donde la inercia del mercado global corporativo obliga por varias razones a zanjar todo debate, toda propuesta y comienzan a desplegarse “modus operandi” o “dispositivos” que aspiran a limitar toda disidencia acusándola incluso de adversa al proceso revolucionario y aliada del poder hegemónico imperial.

Esto no es nuevo, sin embargo, sigue inquietándome pues para mi simple entender este repliegue limita el acceso a la información (que en nuestra democracia, que se precia de participativa y protagónica, es vital) configurando una tensionante realidad para todos aquellos que asumimos una postura crítica, propositiva y garante de la constitucionalidad que nos dimos desde el año 1.999.

Se entiende que el Estado no siempre ha de ser diáfano con su hacer y su aparataje político y económico mas si no obviamos su herencia e inercia burguesa excluyente, soberbia, jerárquica sin embargo frustra mucho el devenir cuando, ante escenarios de bipolaridad política extrema, hacemos defensa de un proceso emancipador que no siempre es leal ante los que levantamos las banderas de la defensa y salvaguarda de la matria bolivariana.

No se trata de desconocer los cambiantes escenarios de la economía y geopolítica internacional y sobre todo de sus impactos “a lo interno” de nuestro país. No! Se trata de saber ver esos episodios donde las frases “Integridad Nacional”, “Seguridad de Estado”, “Soberanía”; “Progreso Nacional” están por encima de evidentes nudos críticos (cultura extractivista que pertenece a la cultura colonial) que desde el más dialéctico y justo enfoque revolucionario, humano, deben dársele cabida para no abonar más a la incertidumbre y puntuales desesperanzas que pretenden  sembrarse para horadar lo hasta ahora erigido juntos.

Cuando desde la militancia ecologica, la lucha indo campesina, la militancia sexo genero diversa se levantan propositivos espacios y tiempos para profundizar, comunalizar éticas y haceres verdaderamente libertarios e históricos las más de las veces se contienen, se les coopta, se les diluye en el dilatado proceder de las interminables “mesas de trabajo” o en las más desesperantes frases asociadas a la minusvalía de tales colectivos versus la sapiente y suprema practicidad del Estado – Gobierno que todo lo entiende pero que está urgido por otras ¿más vitales? coyunturas.

Suena ya muy de ingenuos aspirar a un revolucionario proceso de seguimiento de cada una de las rigurosas y justas propuestas que, emanadas del poder popular constituyente, oxigenarían lo que a momentos se esclerotiza y o “formoliza” en el Estado – Gobierno. Estoy refiriéndome a lo que se estanca en el dialogar entre lo constituido (con poder) y lo constituyente (con el anhelo transformador). Es en este pulso (que no debería ser tal) que, a mi humilde entender, se gestan difíciles y agravadas contradicciones que, pudieran atizar despliegues inéditos, creativos, legales, de articulación y acción política que abonarían vitales episodios de crecimiento republicano.

¿Por qué aún el venezolano no tiene acceso a informaciones que en el corto y mediano plazo afectarán su cotidianidad e incluso la de su descendencia?; 

¿Por qué se distancia (y hay sobrados ejemplos de ello) el Estado - Gobierno ante exhortos que develan y revelan lo lejos que aún estamos del encumbramiento vital del Poder Popular?, 

¿Por qué ciertos tonos en el discurso, en la praxis llevan a entender que el Estado – Gobierno pese a más de una década de pedagogía política sigue intacto en sus resoluciones?

No se trata también de direccionar toda la responsabilidad hacia el Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Moral en el entendimiento de estos “lamentables divorcios”, de estos duros episodios tributarios de tensiones y malestares innecesarios para la defensa de lo que hemos construido durante el proceso revolucionario. Es clave también revisar(nos) como sujetos políticos, entes históricos llamados permanentemente a “resolvernos en multitud” y a saber disipar egolatrías y metodologías caducas para dar cabida a efectivas formar de incidir en la “arena política” nacional, nuestramericana e internacional.

Se anhela, se desea, se milita, se conversa, se articula, se trasciende el dolor y lo que agrede al cúmulo de saberes que nos dan certeza en un mundo de incesante incertidumbre y en ese “siendo” se van tensionando los enfoques y se van disipando  las ingenuidades. Allí es donde, creo fervientemente, nuestro Estado – Gobierno revolucionario ha de sincerar  sus pesadas y paquidérmicas movilidades hacia escenarios de tecnocracia (burocratismo especializado) hartos padecidos por nuestra matria.

En la defensa de la revolución sabemos no funciona el infantil chantaje entre los que, desde un medidor de efectivos actos de heroísmo revolucionario, laceran y juzgan a la otredad apelando a un único y dogmático de hacer la revolución.

Lo que entiendo nos salva como sujetos activos amorosamente atizados por la actual y futura matria es mantener diáfanos canales de comunicación de nuestras propuestas como poder constituyente para que la incidencia en el hacer cotidiano del Estado sea más que retórica (o gastada demagogia) y mute en diálogo movilizador y en praxis cotidiana.

No es tiempo de escamotearnos ni de desempolvar viejos alfabetos de la soberbia. Es una imperativa de este tiempo la lucidez y la “poiesis” que sepa pedagogizar los más graves momentos que estamos llamados, entre todos y todas, a superar invictos.

Abonando desde inercias burguesas las sorderas ya conocidas y padecidas de un Estado – Gobierno perdemos todos y gana la farsalia maledicente del fascismo internacional que es el brazo armado del coloniaje internacional expoliador de elementos naturales.

Por tanto nos convoca una unidad que sepa reflexivamente entenderse diversa y tolerante de tantas taquicardias que nos urgen a dar solvencia inmediata a las graves problemáticas que como nación se nos presentan.

Ante el tema minero que se “motoriza” hace falta más claridad tanto del Estado – Gobierno (y sus socios en el mentado Arco Minero del Orinoco) como del poder popular que milita en la “trinchera ecológica”.

¿Qué país requiere hipotecar su suelo, sus bosques, su agua, sus cosmovisiones indígenas para poder agilizar una determinada ganancia de divisas que tributen a la inversión social?, 

¿Qué sociedad se erige desde el financiamiento que proviene del quiebre bio y sociodiverso del 12 % del territorio venezolano?

¿Acaso sabemos como pueblo lo que está en juego cada vez que se firman acuerdos, se establecen alianzas desde el proceder coyuntural conceptualizado  en el burocratismo especializado (tecnocracia) más enemigo del debate, del diálogo y el reconocimiento de errores?

A esto me refiero y me seguiré refiriendo con una sed inmensa de saber todo lo que se muestra y publicita desde el Estado – Gobierno y lo que no. Acceso a lo que se negocia para, desde el reconocimiento, poder resolver lo difícil de esta coyuntura extractivista que debería llevarnos a sincerar lo que somos y seremos como matria emancipada.

Si celebramos la independencia y la historia enseña a quienes diligentemente la escrutan y la gozan sensiblemente, debemos estar a la altura de estas luchas que recuerdan, más allá de la retórica y sí desde la lectura de los sistemas ecológicos que nos incluyen, que la minería no es opción de futuro pues socava la territorialidad (tangible e intangible) que sostiene la vida perdurable que ahora tenemos (y la que aspiramos tener).

Debemos pues hacernos de más información para corresponsablemente hacer salvaguarda de un patrimonio  biodiverso y socio cultural que la evolución y las dinámicas humanas asociadas a ésta han configurada en esta zona puntual del orbe, que por delimitaciones político – administrativas, pertenecen a la República Bolivariana de Venezuela.

En ánimo de no zanjar el debate es tiempo de destrabar las dificultades que impiden el diálogo entre el Estado Gobierno y, entes caso puntual, el poder popular ecologista para trascender torpes y nada efectivas visiones reductoras de un tema que, de no entenderse amplia y detalladamente, terminará tributando a la larga lista de experiencias de expoliación natural y humana donde las “externalidades” del quehacer voraz minero las asumimos y padecemos nosotros y el disfrute de la explotación y comercialización mineral (aurífera y coltanífera fundamentalmente) la usufructúan los ya consabidos consorcios multinacionales hoy “disfrazados” en este motor minero poco debatido y poco sincerado por un Estado – Gobierno que, proviniendo del poder constituyente originario, se precie de revolucionario.

Finalmente concluyo con mi gana de destrabar lo conflictuado de ambos procederes: El del Estado Gobierno y el del poder popular ecológico nacional. El primero obligado a ser diáfano y coherente con su visión política y económica en transición al socialismo y el segundo, en su definición de poder ser capaz de incidir desde rigurosas propuestas tendientes a reconfigurar (o detener si es el caso) este proyecto minero asumiéndose parte del sistema que, en clara interacción deje también de sumar más tensión al diálogo que urge.

Seguramente seré blanco de críticas por parte de críticas por parte de sesudas y experimentadas voces de la militancia ecologista nacional, así como parte de hombres y mujeres del poder vinculado con el bolivarianismo que timonea el Estado  Nación. A todos escucharé en un desafiante, aleccionador y gozoso intento de poder entender qué nos pasa, qué nos arrincona, qué nos seduce o imanta a la excesiva confrontación y a la sordera típica de la soberbia individual y colectiva.

La ecología nos enseña a ser conscientes de la importancia de cada forma sensible que interacciona con el sistema ecológico que lo incluye. Desde esta enseñanza escucharé cada voz que ayude en corresponsabilidad a revelarnos visiones y haceres que sumen solvencias y no fraccionen más la quebrada, tensionada e incierta vida que hacemos ahora juntos.

 

El Amarillo. San Antonio de Los Altos.
8 de agosto de 2016. 8:40 p.m.