Los apagafuegos de la Revolución se aprestan a enterrar a los muertos de la Sierra de Perijá
Rafael Boscán Arrieta
Periodista/Profesor UBV-Zulia
Periodista/Profesor UBV-Zulia
Es mas que evidente que si las famosas tres R que el comandante Chávez propuso en su momento no han logrado subir los ascensores de algunos ministerios y organismos públicos, menos lograrán ascender por los agrestes caminos de la Sierra de Perijá, aquí en el lejano oeste zuliano, donde ayer en la noche se escenificó otro capítulo más de la novela de fantasía que hace siglo y medio gritara Zamora: ¡Tierras y Hombres libres!
Veamos: el hijo de un cacique yukpa de 109 años –anciano que fue asesinado a patadas hace un año-, ayer fue víctima de un atentado anunciado por un terrateniente, que lo hirió y provocó la muerte de su hija y varios de sus familiares, entre ellos una mujer embarazada de tres meses, so pretexto de un falso robo de ganado. No, no es una crónica del alzamiento de Guaicaipuro, no es un fragmento de Bartolomé de las Casas escrito hace 500 años. Pasó ayer, luego de la rimbombante entrega de títulos de propiedad de tierras a pocos miembros de la comunidad yukpa (sólo 3 de 140 comunidades), en medio de la terquedad de los funcionarios que no entendieron que la Constitución Bolivariana dice que las tierras son de los indígenas y que persisten, cual hijos de puta cuyo padre fuera Páez, defendiendo a los malditos terratenientes que aún hoy, en pleno siglo XXI, siguen diciendo a viva voz que indio no es gente, y como no son gente se les puede caer a plomo de escopetas, y no se les puede entregar tierras, y por eso la demarcación que Chávez ordenó se convierte en un chiste cruel.
Los cuerpos policiales, como lo dice en agónica comunicación el cacique Sabino Romero, “sólo entran para coñazeá a los indígenas”. Muchos militares son a su vez ganaderos, y los funcionarios de gobierno –no de la Revolución, como es obvio- intentan patéticamente cuidar una triste gobernabilidad, que en la práctica se convierte en una paz de los sepulcros para quienes desde hace siglos viven y trabajan esas tierras y se cansaron de ser esclavos, porque si en Miraflores está un zambo ¿cómo carajo puede seguir habiendo racismo?
Los apagafuegos se preparan para enterrar con paladas de mentiras a los muertos de ayer martes. Habrá presos, indígenas y alborotadores por supuesto, ningún ganadero, porque en esta Revolución –al menos en la Sierra- los ganaderos son sagrados, mientras que los indios son guerrilleros que quieren hacer una revolución para que por fin se demarquen las tierras de los indígenas. Un gobierno revolucionario serio, dicen los apagafuegos, no puede permitir eso, imagínese usted, como que creen que estamos en los tiempos de Zamora o esta vaina es Chiapas. A los que se acerquen a apoyar a Sabino, también irán presos y luego a régimen de presentación.
Ojalá que lo sucedido en Chaktapa llegue a oídos más justos que los de estos huelepeos de ganaderos, hijos de Páez, pervertidos burgueses, amantes de opresores, antes que la Guerra Federal se quede pendeja ante el alzamiento armado de los indígenas condenados ad infinitum por la maldita bota española de hace 500 años, trasmutada en estos señores feudales con licencia para matar. Revolución avisada no mata godo.
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