A Lucía Antillano La niña de los juguetes.
“El
bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe y es la juventud perpetua. El
bosque alegra, como una buena acción. La naturaleza inspira, cura, consuela,
fortalece y prepara para la virtud al hombre". José
Martí en mayo 1882.
Si jalono los hilos, si los tenso
seguro en el entrecruce quedará más claro el abrazo de sus colores, surgirá luz
que nos asombre… si jalono los hilos.
Ha estado siempre cerca la amiga
Lucía pues más allá de le referencial amistad con mis padres, los que me han
hecho, con Lucía siempre hubo y habrá diálogo cercano, fuerte sobre la compleja
dimensión de lo ecosistémico, de la casa grande, de la praxis y la lúdica para
dejar de ser esto que quieren que seamos para alzar vuelo creativo en plural
ruta hacia los asombros.
Entonces la amiga se informaba y
nos informaba de cómo ser otros y otras
en una escuela otra donde nos reconciliáramos con la idea de ser menos
agresivos con la madre naturaleza. Eso lo agradecemos pues sus publicaciones fueron
de diseños nítidos, de lenguaje claro: necesaria herramienta para hacer
universal el amor a los espacios y tiempos naturales.
Aprendí a jugar y entender las
reglas del juego que desde el cuerpo se hace amigo del otro para nunca competir
y siempre todos y todas ganar conocimiento nuevo, un mundo nuevo revelado.
Coleccionabas muñequitos, mínimos
juguetes, chapitas que insertabas en telas para luego, como uvas serenamente
fermentadas, revelarnos con tu caricia de artista, de heredera de los trazos de
tu mamita, como el tiempo redefine los colores y las formas.
Te vi activa, polemizando,
inquieta en viajes para más allá del rol de Senadora que pudiste llevar a buen
término en una época de trampas y duelos. Te vi atenta en el gesto de siempre
ubicarme para dejar claro en lo que andabas. Eso lo agradezco y lo tenso como
hilo ahora.
En abrazo nos acercaste a Maritza
Pulido y ya sudar y reír, jugar y conmover en el ejercicio de la libertad al
aire libre, idea praxis gramsciana, fue tácita tarea impostergable. De rigores
hablo, de luchar siempre revelando propuesta antes las complejas y sólidas
murallas de lo cotidiano.
Dice uno Cenamec[1]
como siglas de una instancia de tu vida donde desplegaste alas en pedagogía y
lúdica. Saber de la ciencia desde la maravilla de los asombros. Atesoro cada
texto que ya ahora, menos joven, sigo dispersando entre tanta gente que de la
ciencia solo la dificultad y el vértigo.
Allí estás conminando “Por amor
al mangle” y veo activo a mi biólogo hermano Lenin Parra, disciplinado en la gesta
de la salvaguarda a la maravillosa vida diversa que habita entre enmarañadas
raíces aéreas donde pende la fruta verde del humedal. En el Centro de Educación
Popular que lleva el nombre de “Jesús Rosario Ortega” te vi y hablamos. Ahora mismo te estoy contando
de las jornadas de alfabetización ecológica y la lúdica de juntar en abrazo al cine y al cartón
corrugado para llenarnos de luz, como tu nombre, y también llenarnos de
interrogantes para educarnos desde la
contingencia para mejorar(nos).
Entrecruzo hilo azul y algo de
hilo turquesa: Pienso en Catia y Claudia. Eres madre de estas dos hermosas
mujeres que puntualmente vi y que ahora abrazo desde la palabra familiar. Se
juntan Laurita y Amanda… muchas mujeres acuden a esta gana de que me broten alitas
de pelícano para en un solo gesto abrazarles en silente amor.
Acciones toca emprender para
desfacer entuertos, para atizar dolencias y empinarnos hacia la cumbre pues
como sigue en canta trova Alí Primera: “hay
semerucos allá en el cerro y un canto hermoso para cantar”.
Lucía amiga. Pienso en Nazoa, ese
Aquiles frente al mar. Pienso en tu apuesta de mujer que sabe aún del juego su
más dulce fruto para saciar la gana de aprender. Pienso en las luchas que
emprendiste, que emprendimos para que podamos simplemente vivir sin que nos
asfixie el consumo y la farsalia.
Me diste hace ratico la mano en
plena Feria de los libros, la misma feria de los liberados libreros que
ofrendan libros para emanciparse en tiempos de duras vulnerabilidades. Te vi
jugando, reflexiva… amiga que llega a puerto a repartir palabra fresca. Tengo ahora tu mano para tensar con vos el
hilo que nos ayude a anudar las penas y así vestirnos con la fibra colorida que
muchos y muchas no dudarán en tomar para abrigarse y abrigarnos y abrigarte
para que vueles luz entre nosotros y nosotras… para que volvamos al ciclo del
afecto en los patios así, como cuando llega la brisa del lago al puerto en
plena tarde y en silencio… somos la más hermosa invención para la maravilla.
Mi respeto Lucía… la niña de los
juguetes.
Con profundo pesar…
Nicanor Alejandro
Cifuentes Gil
Domingo 20 de
septiembre de 2015.
6:43 p.m.
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