martes, febrero 28, 2012

Releyendo la Carta Abierta de Francisco Delgado al Ministro El Aissami

Desde el abrazo entre palabra y praxis, desde convicciones muy sentidas que germinan con dolor y esperanza, Clorofilazul publica íntegramente esta carta que enviara el amigo y esmerado investigador revolucionario Francisco Delgado Rosales al Ministro del Poder Popular para las Relaciones de Interior y Justicia, Tareck El Aissami, para sentar el precedente digno de renunciar y ubicar en claras coordenadas éticas las simulaciones que en nada erigen verdadera Revolución y propician fisuras donde la tecnoburocracia inocula larvas de dispersión, desmemoria y odio. Sea esta carta luminosa senda, testimonio infinito de decencia, de voz clara, de diáfana manifestación de la bonitura y el amor del ser revolucionario.

Sigues en nosotros digno amigo!!!



CARTA ABIERTA


Maracaibo, 03 de Noviembre de 2011

Ciudadano

Tarek El Aissami

Ministro del Poder Popular para las

Relaciones Interiores y de Justicia

Su Despacho

Estimado Ministro

Como es de su conocimiento, el 28 de septiembre de los corrientes se publicó en la Gaceta Oficial Nº 39.767 mi nombramiento como Director de la Oficina para la Supervisión y la Fiscalización de los servicios de policía en el Zulia; sin que, hasta la fecha, tal designación se haya hecho efectiva. Esta situación se ha tornado insostenible; porque dicha publicación ha generado expectativas y requerimientos, tanto de la gente como de las instituciones, que no estoy facultado para atender. Por tal motivo, y en virtud de que tan enojosa situación compromete además mi credibilidad, mi dignidad y mi integridad personal; le comunico mediante la presente mi decisión de declinar esa designación.

Creo, sin embargo, que es mi obligación hacer los planteamientos que siguen:

La tarea que se me había ofrecido es de inaplazable cumplimiento en nuestra región y quien la asuma no podrá limitarse, como hasta ahora se ha hecho, con la retórica voluntarista y demagógica de los burócratas. La revolución es transformación radical y no un estéril ejercicio que se conforma con cambiar nombres, formas y colores. Uno de los dilemas más complejos del proceso bolivariano es la renuncia al uso de la fuerza legítima. Evidentemente la hegemonía global del pensamiento único no dejaba otro camino que atenerse a las reglas del juego de la paz burguesa. No se si con tino o con ingenuidad, nos hemos propuesto construir pacíficamente nuestra utopía: una nueva hegemonía política de corte socialista; tomando el riesgo, inclusive, de dejar incólume la vieja burocracia civil y militar. Paradójicamente, gracias al intento de golpe del 2002 y al paro petrolero del mismo año, la sedición mostró algunos de sus rostros. A partir de entonces, una vez fuera del camino los sectores más reaccionarios, las instituciones armadas han hecho cumplir el mandato revolucionario. Seguir jugando este albur resultaría, sin embargo, un error craso. Los izquierdistas de vieja escuela sabemos que es necesario transformar el aparato represivo y demoler los órganos de seguridad comprometidos con el viejo régimen de terror, si queremos instaurar la nueva racionalidad antihegemónica. Ocurrió así en Cuba y en Nicaragua; los ejércitos populares triunfantes arrasaron la institucionalidad corrupta y con ella la doctrina de la seguridad nacional larvada en cuarteles y en gendarmerías. No por casualidad, estos países hermanos, ostentan servicios de policía eficientes y confiables. Discutir el tema de la policía y de la inseguridad resulta torpe, incluso deshonesto, si no asumimos con amor fati esta realidad. De no ser así, en Venezuela se corre el grave peligro de fracasar en el intento de construir el nuevo modelo policial que se ofrece. Lo que hemos visto hasta ahora, a partir de la aprobación de la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana, es un juego de simulaciones, en el cual los viejos operadores del sistema se vienen insertando subrepticiamente en el nuevo. Tráfico de influencias, forjamiento de credenciales, inserción artesanal en el sistema por medio del clientelismo y la adulación; han permitido que gente de cualquier ralea, policías corruptos y reaccionarios, se mezclen, eso sí, impecablemente uniformados y homologados; con funcionarios honestos que asisten indignados a la puesta en escena. En verdad, no hubiera sido nunca actor en esta dramaturgia; si la tarea que me habían asignado tenía algún sentido, debía consistir en enfrentar esa realidad sin dobleces, sin medias tintas, sin la más mínima tolerancia. La hegemonía de sectores burocráticos de la reacción y de los pillos, impide que las instituciones de seguridad se transformen. Los tecnócratas hacen alianzas con la derecha con el mayor desparpajo; dejando intactos los antiguos liderazgos. Reciente todavía la conspiración contra Correa que encabezó la policía nacional del Ecuador; no es poca cosa tener 11.000 hombres en las aulas de la UNES, bajo el mando sospechoso de funcionarios que recién llegados de la derecha, han devenido, por obra y gracia del espíritu santo, adalides del socialismo. Pero eso no es todo, en el Zulia funcionarios de los servicios de policías homologados por el órgano rector y miembros de otros cuerpos de seguridad, se codean con la delincuencia organizada, aplican la pena de muerte subterránea, extorsionan y torturan como siempre lo hicieron; al tiempo que son cómplices en el contrabando de combustible, de alimentos subsidiados, de los robos a la industria petrolera y se enriquecen groseramente minando la legitimidad del socialismo que propugnamos.

Lo que vivimos en el Zulia no es pues producto de la casualidad, tampoco es mera percepción; este drama cotidiano de ciudadanos sitiados por la inseguridad, tiene que ver con el desgobierno, la connivencia cómplice de los funcionarios y la mala consciencia de quienes apuestan al caos en su afán desestabilizador, dentro y fuera de las instituciones. Lo peor de todo es que el fracaso de los cuerpos de seguridad y de la policía en particular, hace mella en la fe de la gente, dejando espacio a una peligrosa actitud de anomia y resignación frente a grados cada vez mayores de violencia criminal e institucional. En lugar de la policía de proximidad que quiere la nueva ley, la población se distancia de los cuerpos de seguridad para defenderse privadamente de las amenazas: cerrando las vías públicas, pagando vacunas, entre rejas y cerraduras, cámaras y cercos eléctricos, viviendo en villas cerradas, contratando guachimanes, o construyendo anárquicamente reductores de velocidad. Vale decir, enfrentando la inseguridad con niveles cada vez mayores de violencia y arbitrariedad; fragmentando los espacios de convivencia y destruyendo el tejido comunitario que define el modelo socialista; la gente se las arregla para seguir su vida con prescindencia de autoridades e instituciones que no le merecen confianza. En medio del desorden y la anomia, el Estado pierde de manera progresiva el control de los espacios públicos y el monopolio en el uso de la fuerza; que no sólo son sus características inmanentes, sino también garantías de la paz y la seguridad ciudadana.

Esta ha sido mi denuncia permanente, en las aulas, como hombre público y como militante del PSUV; por tanto, no era dable esperar de mí justificación alguna frente a la calamitosa situación que vive nuestro pueblo, producto de tales aberraciones. Tampoco que avalara estrategias antidelictivas que giren alrededor de los viejos paradigmas de la represión y del Estado autoritario. Mucho menos que estuviera dispuesto a predicar con los tecnócratas, el catecismo de las buenas prácticas policiales y el arte de convertir policías malos en policías buenos; mientras en nuestras calles la gente clama desesperadamente por el auxilio del gobierno.

Como en el pasado, estoy dispuesto a los mayores sacrificios para contribuir a develar y combatir la corrupción de los que, ayer y hoy, han ejercido altas responsabilidades en materia de seguridad. Estoy convencido de que no sirven de nada los discursos grandilocuentes de intelectuales iluminados, si prevalecen silencios cómplices y no se cree en los valores socialistas. Continuaré esta lucha mientras tenga fuerzas, colectivamente o en solitario; desde donde me encuentre yo seré coherente con estos principios; si mi destino es volver a servir a la gente, encontrarán en mi un revolucionario que preferirá correr riesgos antes que hacer concesiones indecorosas. Si se me excluye por tales razones, yo seguiré cultivando la honestidad objetiva, esa que no se puede realizar individualmente como burócrata, sino de forma solidaria, al lado de la mayoría que sufre en nuestros barrios.

Francisco Javier Delgado Rosales

PSUV-Zulia. Comisión de Seguridad Ciudadana

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