viernes, octubre 16, 2009

Herido el costado indio de la patria

.tres tristes títulos los entregados con pompa el 12 de octubre.

por: José Javier León.
Docente UBV-Zulia
joseleon1971@gmail.com
www.josejavierleon.blog.com.es


Si no se discuten los problemas de fondo, por ejemplo y fundamentalmente el modelo de desarrollo, discusiones como la de si hay o no hay libertad de expresión, puesta en el tapete por la “oposición”, o bien las ampliamente casadas por el gobierno sobre la “Guerra de IV Generación” o el “terrorismo mediático”, incluso la propia del “Socialismo del siglo XXI”, resultan espurias. Culequera, como diría Alí.

El problema, en cambio, “modelo de desarrollo” marca una verdadera frontera. Hasta la guerra por la tierra que lleva más de 200 líderes campesinos muertos, se explica sin contradicciones insuperables. Como se explica, en los términos de la seguridad y defensa, la incursión y aun la toma de pueblos fronterizos por los paramilitares. Estos eventos no refutan estructuralmente al gobierno, no lo desestabilizan en lo esencial. Ni un golpe de Estado saca de sus casillas al Estado: véase el caso Honduras, que es el ejemplo más apropiado que ofrece la historia reciente. Tales asuntos pues, apelan a la ineficiencia, a la falta de controles adecuados, a las relaciones y formas de poder mantenidas por generaciones por parte de los sectores dominantes, oligárquicos, viejos y nuevos. Incluso se puede decir, que hasta tienen solución en el marco del poder conocido (no me la imagino, de paso, pero en los programas de opinión y en las páginas de periódicos físicos o digitales, desfilan sin cesar, incontinentes).

Pero el problema -“modelo de desarrollo”- sí define un límite. Se está de un lado o del otro. O nos embarcamos en un desarrollismo absurdo, el mismo que tiene al borde del colapso al planeta, y del que se sienten orgullosos los países del G-20 más China, o cambiamos el rumbo, renunciamos a la carrera tecnológica cuya pauta la dicta el occidente enfermo, renunciamos radicalmente a la obsolescencia como motor de la economía, renunciamos a la acumulación, al crecimiento económico, a las cifras, y sobre todo, a la explotación de recursos que nuestros países no necesitan, para captar mercados o atraer inversiones, relajando controles ambientales e impositivos que hacen que esas inversiones migren de Europa, Asia o EEUU en procura aquí de paraísos (de desiertos) legales y, por lo que vemos, ayunos hasta de derechos humanos.

La diferencia es clara y está sumamente debatida.

O lo uno o lo otro.

Lo que vaya pues, al fondo de la cuestión, definirá el curso de la verdadera discusión, esa que pondrá en interdicción, en entre-dicho(s) el actual estado de cosas.

(La prensa, el tiraje, la pantalla, el centimetraje que tenga esa discusión definirá, de paso, dónde está el hueso de la “libertad de expresión”. La cobertura de la crisis indígena de Pando o la de Bagua es significativamente diferente a la que tenemos hoy. Ciertamente no se parece a la ocurrida en Perú, pero sí tiene los mismos ingredientes históricos que la de Bolivia.)

Por lo pronto existe, es evidente, es peligroso, un cerco mediático sobre el tema del carbón y en general de la Sierra de Perijá desde donde vemos el conflicto los colectivos y movimientos que nos reconocemos en los indios, que hacemos causa común porque su historia es la nuestra. Somos los mismos, por lo mismo que somos palestinos, iraquíes, u hondureños, y no precisamente por la globalización sino precisamente en su contra.

Los argumentos que protestan la explotación del carbón son tergiversados o silenciados. Las instituciones del gobierno con interés (e intereses) en el tema, han renunciado al debate (simplemente tienen la razón porque ¡abráse visto! el Poder no discute, sanseacabó y punto) y han hecho acusaciones absurdas, como que nos paga la CIA, o que si somos waitias o alijunas entonces no tenemos voz. Somos bolivianos o nicaragüenses, incluso somos hijos del Bronx, pero yukpas o barí, no.

La Comisión demarcadora por su lado jugó el y al juego de los ganaderos, los hijos de los hacendados que no más ayer cazaron “motilones”. Los “territorios indígenas” (incomprensibles para una racionalidad Estatal y estadística forjada y madurada en el seno de los asfixiantes espacios burocrático urbanos) devinieron potreros, pedregales, pegujales, retazos, tierra retaceada y compartida con el enemigo histórico, ahora envalentonado, porque hasta se atreve en las propias narices de la farsa del 12 de octubre a pagar por la muerte del cacique Sabino, el último de por estos lados (no ha sido el últimito Guaicaipuro que está bien muerto en el panteón nacional) que defiende a su pueblo del conquistador, del colono, de las trasnacionales. Ese pago y esos tiros, son la muestra de que los dueños de la (t)sierra –que no van a pelar el boche, llegado el caso, que ven muy próximo por demás, de venderle al Estado “sus” tierras, y por ende, el subsuelo, no sin antes que este les pague “el suelo” -¡al diablo las bienhechurías!- pero eso sí limpio de indios, o a lo sumo debilitados y reducidos a una presencia entre turística y nostálgicamente antropológica y folklórica) ellos, pues, los ricos, se cagan en lo que sea.

Encontraron el mejor momento para atacar por todos los flancos. Joder al gobierno, jodiendo de raíz a los yukpas, y recibir de paso ¡el apoyo del gobierno! Tres en uno. Golpe redondo. (Por cierto, como corolario, y como cuarto punto a favor, las carroñeras de los medios acechan el momento para que ¡declaremos! antes sus cámaras y micrófonos con el fin, el suyo pero que ahora se pone ¡a favor! del gobierno, de joder al gobierno. No es un juego de palabras, sino de una clara lección de dialéctica. Si el peo sale por Globovisión algunos sectores del gobierno verán confirmada su tesis. Si no se declara, el cerco mediático (estatal, institucionalizado, constituido) se cierra, impunemente. La línea sin embargo ha de ser: ¡no declarar a los medios rameras y por todos lados, vencer el cerco! El gobierno sabe, conoce el poder de la verdad. ¡Y la verdad se sabrá! De modo que, como nosotros, también están cercados por las evidencias. Eso explica la desesperada y desproporcionada, amén de injusta y violadora de los más elementales derechos humanos, operación militar de ocultar e incomunicar el cuerpo de Sabino.

Las pruebas en carne propia del crimen, después de 24 horas sin la apropiada atención médica, (¿jugando al desangramiento?), quedaron en manos de los protectores de los poderes fácticos en una Sierra sin ley.

Lo que está sucediendo con Sabino nos ayuda a comprender –si lo queremos ver- que hemos topado con un límite. Hoy, como en otros momentos, pero hoy y ahora, el Estado gobierno pende de un indio.